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Albert Camus
por Aníbal Romero  
miércoles, 26 diciembre 2007


Este mes de diciembre de 2007 se cumplen cincuenta años del otorgamiento del Premio Nobel de literatura a Albert Camus, uno de los más lúcidos y valientes testigos de los conflictos, angustias y esperanzas del ser humano en nuestros tiempos. Camus fue un gran escritor y un pensador centrado en la vida real de la gente, decidido a explorar sus dilemas con descarnada agudeza y coraje moral a toda prueba. En este sencillo homenaje me referiré a su obra literaria, a sus ensayos político-filosóficos y al sentido de su compromiso político.

A diferencia, por ejemplo, de la literatura que produjo su contemporáneo y rival Jean Paul Sartre, las principales obras de ficción de Camus preservan una frescura sorprendente y su vigencia es palpable. Las novelas "El extranjero", "La peste" y "La caída" constituyen un logro singular. La primera trata el tema del absurdo en la existencia; la segunda explora los desafíos que procesos colectivos como la guerra y la ocupación imponen a los individuos, así como las diversas respuestas que éstos dan ante los mismos; la tercera es un hermoso y trágico esbozo de la piedad del hombre, colocado ante el abismo de su fragilidad espiritual. Poco resta del Sartre escritor excepto su primera novela, "La náusea", en tanto que las obras de Camus adquieren vigor con los años.

De las tres novelas de Camus mi preferida es "La peste", un libro alegórico inspirado en las experiencias de Francia bajo dominio nazi, pero que en realidad dibuja un panorama universal, el de personas a quienes el destino exige asumir retos fundamentales obligándoles a elegir entre el honor o la cobardía, la solidaridad o el egoísmo, el apego a nobles valores o el oportunismo, la compasión o el desprecio. "La peste" es una obra fundamental del siglo XX, un siglo de campos de concentración, de "Gulags", pesares y desdichas. Con inigualable maestría Camus describió una enfermedad política y ética capaz de corroer y devastar los corazones, y cuyo virus insidioso puede repentinamente alcanzarnos: "Hay en esta tierra plagas y víctimas, y es preciso —escribe Camus— resistirse a estar con la plaga".

No comentaré las piezas teatrales de Camus, que también hoy pueden leerse con provecho, pero sí deseo mencionar sus ensayos filosófico-literarios, "El mito de Sísifo" y "El hombre rebelde". El primero se inicia con la memorable frase: "No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio, es el suicidio"; el segundo muestra un lugar más allá del nihilismo, donde —dice Camus— "nosotros todos, entre las ruinas, preparamos un renacer". Con "El hombre rebelde" se selló la ruptura definitiva entre Camus, un humanista esencial, y Sartre, un filósofo brillante pero equivocado en el plano político. Camus tuvo entonces que sufrir los embates de la izquierda francesa de la época. Su defensa de los derechos humanos frente al totalitarismo, su cuestionamiento al comunismo soviético y su lucha por la libertad le ganaron críticas y agravios. Pero la historia le ha reivindicado, en tanto que Sartre culminó su errático camino exaltando la feroz "revolución cultural" maoísta.

Un accidente automovilístico, ocurrido el 4 de enero de 1960, truncó de modo cruel y prematuro la fructífera carrera de Camus. Su posición como uno de los escritores más destacados de su momento y circunstancias está fuera de duda, y la pertinencia intelectual y rango literario de su obra se acrecientan a medida que la perspectiva del tiempo contribuye a evaluarla. Pocas veces un Premio Nobel ha sido más merecido.

 
 

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