Dormitar
con la boca abierta es una costumbre que les permite
cabecear y roncar tranquilos en la silla presidencial, a los
dictadores con muchos años en el poder, sin miedo a que su
estado mayor lo traicione y al odio de sus subyugados porque
confían en la intimidación, como su arma más efectiva para
infundir temor en quienes piensen rebelarse.
La sorna de Chávez
-los hijitos de papá, los niños ricos- para
ridiculizar a los estudiantes que protestaron en el CNE, su
afán de reelegirse en el poder en el referendo del 2 de
diciembre, trae a la memoria del país la huelga de los
estudiantes de la UCV en 1957. Unos chamitos, quienes como
los estudiantes de ahora, también fueron blanco de la burla
y la subestimación, de dictador Pérez Jiménez, cuando lo
desafiaron -sin armas y sin capuchas; el 21 de noviembre de
ese año, soplando el viento de la protesta- para llamar la
atención del país ante intención del sátrapa de perpetuarse
en el poder porque consideraba, que cinco años de gobierno
era muy poco tiempo para completar su programa: El Nuevo
Ideal Nacional. Estimación que lo indujo a reformar, su
constitución hecha a su medida y ordenar a su consejo
electoral, la convocatoria de un plebiscito reeleccionista
para el 15 de diciembre.
Para sorpresa de
los militares y el miedo del dictador, el viento que
soplaron los estudiantes en noviembre revolvió la conciencia
de los venezolanos y arreció el 1º de enero de 1958, hasta
convertirse en el huracán que produjo el lodo del deslave
popular que rompió los eslabones de la intimidación y echó
del poder al rechoncho dictador 23 días después.
Espejo en que
debería mirarse bolivita, el presidente adormecido con el
mito de la fidelidad estudiantil oficialista, cuyos
dirigentes los nombró el mismo a dedo, Líderes y tropa
universitaria, que expresó públicamente, en el CNE, su
vergonzosa adhesión a la reelección indefinida del futuro
dictador, porque al nuevo Manganzón, no le
basta 10 años en el poder, para completar la destrucción del
país.
Unos días antes, de la doblez de los universitarios
oficialistas, en ese mismo escenario los hijitos
de papá: Jon Goicoechea, Freddy Guevara, Stalin
González, Ricardo Sánchez, dirigentes de la UCV,
UCAB, USB, y más, de 50 mil universitarios de todo el país
que los seguían recogieron las banderas, de los estudiantes
de la Universidad de Caracas; que ofrendaron su vida por la
libertad en la batalla de la Victoria en 1814. La bandera,
de La Generación del 28, la de los estudiantes presos en
Palenque y la de la huelga ucevista, del 21 de noviembre de
1957 contra Pérez Jiménez, para escribir otro capítulo, de
la dignidad y el coraje histórico, de los estudiantes
venezolanos.
Se
animarán a escribir algo similar -sin temor a avergonzarse-
los antiguos dirigentes revolucionarios de la UCV:
Jorgito Rodríguez, Juan Barreto, Desirée Santos, la pluma de
Earle Herrera, y los encapuchados de Elías Jaua en lo 80-90,
elogiados por bolivita como héroes del valor cumplido
que nunca recibieron, ni siquiera una nalgada de un
PM bonchón, para exhibirla como pedigrí revolucionario.
Invitación a plasmar su coraje en la historia, extensiva a
los camaraditas de nuevo cuño, Robert Serra, Libertad
Velásquez y a otros cuadros del chavismo estudiantil en la
UCV, UCAB y la UNEFA, protegidos por
bolivita. Afuera el viento de noviembre sopla cada vez más
fuerte.