¿Qué es el socialismo?
En el plano de la teoría el socialismo es un programa de
cambio socioeconómico y político y a la vez un proyecto
utópico, dirigidos a sustituir el capitalismo y crear
eventualmente, en un plazo indeterminado, una sociedad sin
clases y sin Estado, la sociedad comunista, un modelo de
sociedad que según Marx podrá "escribir en su bandera: ¡De
cada cual, según su capacidad; a cada cual, según sus
necesidades!". Con la desaparición de las clases
"desaparecerá inevitablemente el Estado" (Engels), y en
ese contexto socialista "todos intervendrán por turno en
la dirección de los asuntos públicos y se habituarán
rápidamente a que nadie dirija" (Lenin). Por último —y en
sentido que explicaremos posteriormente— el socialismo es
un mito que renace incesantemente de sus cenizas.
Como programa de cambio positivo el socialismo ha
resultado en la práctica un rotundo fracaso. Lenin
confiaba que "la expropiación de los capitalistas
originará inevitablemente un desarrollo gigantesco de las
fuerzas productivas de la sociedad humana". En su lugar
todos los experimentos socialistas han conducido al
empobrecimiento de las sociedades que los han sufrido. De
igual manera, en vez de extinguirse el Estado se ha
fortalecido bajo el socialismo. De hecho el socialismo
real ha significado el establecimiento de dictaduras
totalitarias que han destruido la libertad de las
personas, entronizando en el poder absoluto a individuos y
castas privilegiadas que lo usufructúan para su beneficio.
Además de los socialismos reales, es decir, los que en
efecto han existido y existen y cuya ruina histórica es
innegable, hay dos tipos de socialismo ideales, carentes
de asidero excepto en los sueños y ambiciones de quienes
les defienden. Por un lado tenemos el supuesto socialismo
europeo, según el cual en países como Suecia, Noruega,
Francia y Alemania, por ejemplo, se ha establecido un
socialismo humanista que combina la justicia social con la
libertad. Esto constituye una deliberada distorsión de los
hechos, destinada a preservar emocionalmente la utopía
socialista a pesar de su derrumbe práctico, pues el
socialismo significa la abolición de la propiedad privada
sobre los medios de producción y ello no ocurre en país
alguno de Europa occidental. Las sociedades europeas son
capitalistas, aunque en no pocas de ellas los gobiernos
imponen asfixiantes tributos al capital.
La segunda versión ideal sostiene que todos los
socialismos han sido inadecuadamente construidos hasta el
presente, y no han respondido a la verdadera esencia del
proyecto. Por lo tanto, según esta interpretación
fervorosamente sostenida por la izquierda irredenta, lo
que importa es lo que viene y no lo que ya ha ocurrido.
Argumentan quienes así piensan que el socialismo equivale
a la justicia, y en consecuencia, si existen injusticias
en el mundo, por definición la utopía sigue vigente, y
cualquier precio será admisible para tratar de llevarla a
cabo nuevamente.
¿Qué es el Socialismo del siglo XXI?
El llamado Socialismo del siglo XXI pertenece a esta
segunda corriente "ideal" del socialismo. En realidad no
es un programa concreto de cambio socioeconómico sino una
aspiración utópica y un mito político, como los explicados
por Sorel en su obra de 1906, Reflexiones sobre la
violencia. Allí nos dice que el socialismo "no es una
doctrina, ni una secta, ni un sistema político; es la
emancipación de las clases trabajadoras". De acuerdo con
Sorel el socialismo sólo requiere dirigir nuestras
emociones, movilizar nuestra voluntad y dar sentido a lo
que somos y lo que hacemos. Su papel no es formular un
programa específico para cambiar la realidad
constructivamente, o diseñar un plan acerca de un paraíso
en la tierra, sino motivarnos al combate "con el fin de
destruir todo lo que existe".
Sin ánimo de subestimar los esfuerzos que diversos
analistas realizan para descifrar qué es en concreto el
Socialismo del siglo XXI, lo cierto es que semejante tarea
enfrenta dos notables obstáculos. El primero se deriva de
la superficialidad teórica de los voceros del mensaje, que
han sido incapaces de articular planteamientos coherentes
y comprensibles sobre el tema. Un ejemplo insuperable lo
ofrecen los galimatías del sociólogo alemán Hans Dieterich,
uno de los mentores intelectuales de Hugo Chávez, quien ha
afirmado entre otros despropósitos que "será fácil"
desplazar el capitalismo, pasando con irresponsable
ligereza encima de lo que no lograron hacer ni rusos ni
chinos al costo de millones de muertos y de una cruenta y
estéril experiencia histórica.
El segundo obstáculo surge del carácter mítico del
Socialismo del siglo XXI, que en manos de Hugo Chávez se
convierte en: "una organización de imágenes capaces de
evocar de manera instintiva todos los sentimientos que
corresponden a las diversas manifestaciones de la guerra,
entablada por el socialismo contra la sociedad moderna" (Sorel).
Esta perspectiva nos revela la fortaleza del mensaje: lo
relevante no son sus contenidos concretos sino su función
como mito; se trata de movilizar, no de expresar programas
específicos; de motivar, no de convencer racionalmente; y
por último de "organizar imágenes" para articular apoyos,
misión que Chávez cumple con eficacia dadas sus aptitudes
como comunicador político.
En síntesis: tiene escaso sentido tomarse demasiado en
serio el Socialismo del siglo XXI en un plano teórico,
aunque sí cabe medir con tino su función política. No
aporta nada nuevo en el nivel de la teoría, y en tanto se
entiende lo que sus promotores plantean, es claro que nos
hallamos frente a un retroceso intelectual a los
postulados de aquellos a quienes Marx llamaba "socialistas
utópicos", es decir, al retroceso hacia una concepción
arcaica de sociedad, con intercambios económicos
primitivos. No obstante, como ya sugerí, el Socialismo del
siglo XXI renueva un mito que se niega a morir.
Socialismo del siglo XXI y autocracia.
No ha sido fácil caracterizar el actual modelo político
venezolano. Algunos hablan de fascismo y otros de
comunismo, resaltando los rasgos personalistas y
autoritarios del régimen. Se ha dicho que estamos en
presencia de un "totalitarismo light", queriéndose con
ello distinguir el experimento chavista de un caso de
totalitarismo avanzado como el cubano, pero sin perder de
vista que el régimen busca controlar cada vez más los
diversos sectores, instituciones e instancias de la
existencia individual y colectiva de los venezolanos.
El afán de control político creciente es un rasgo
característico del modelo chavista, y a efectos de
aumentar ese control el mito del Socialismo del siglo XXI
es herramienta útil. Para empezar el socialismo implica
mayor control estadal de la vida económica y social. Por
otro lado el mito se potencia en manos de un político con
la voluntad de poder del Presidente venezolano, ya que
todo lo que el Jefe de Estado y conductor del proceso
presente como "socialista" será por definición incorporado
al mito, y por ello empleado para establecer los límites
de lo aceptable y lo verdadero. Expuesto de otro modo, el
Socialismo del siglo XXI será lo que en cada momento y
circunstancia Hugo Chávez afirme que es. Puede ser una
cosa un día y otra al día siguiente, pero lo importante es
que cumpla su función mítica en términos de movilización
social y justificación ideológica.
Con el Socialismo del siglo XXI se añade un ingrediente
clave al régimen en aras de su probable perdurabilidad: un
mito de resonancia internacional, que se inserta en el
marco del predomino mundial de la cultura política de
izquierda, caldo de cultivo en el que se cuece la
resurrección permanente de la utopía socialista, a pesar
de los reiterados fracasos de un proyecto socioeconómico
que destruye los incentivos productivos de los individuos
y condena a las sociedades a la opresión y la pobreza.
El modelo venezolano puede entonces caracterizarse de
manera conceptualmente rigurosa como una autocracia, es
decir, como el gobierno de un individuo que concentra el
poder efectivo y lo ejerce de manera arbitraria, bajo la
cobertura formal de una Constitución y leyes que sin
embargo el autócrata puede moldear y desobedecer a sus
anchas. La base sociológica del régimen es el cesarismo
democrático, es decir, el apoyo de masas a un caudillo
mesiánico. La legitimación inicial de esta autocracia a
través del "bolivarianismo" resultó insuficiente, debido a
la naturaleza geográfica e ideológicamente limitada del
término. Mas el Socialismo del siglo XXI proporciona un
mito político de mayor alcance e impacto, que convoca en
su ayuda el peso de las quimeras de la izquierda global.
Por todo ello cabe aseverar con temple objetivo que el
Socialismo del siglo XXI, pese a su evidente miseria
teórica, constituye un significativo y potente mito
político que no podrá ser desmontado con meros argumentos
racionales, sino que sólo se derrumbará en la medida que
el experimento autocrático chavista degenere lo suficiente
para producir un aprendizaje crítico en las masas
populares venezolanas, masas que deberán sufrir en carne
propia el naufragio del "proyecto" antes de abandonarle.
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Trabajo
publicado originalmente en el diario El Nuevo País |