En
un reciente artículo Armando Durán se refirió a la
presunta "candidez liberal" de Thomas Jefferson. Sin ánimo
de polemizar con un amigo y con fines de esclarecimiento,
deseo cuestionar tal término.
Sorprende que se califique de ese modo a uno de los
creadores de la república americana, forjador de una
Constitución que ha sobrevivido doscientos años y cuyas
bases continúan vigentes. En todo caso habría que definir
así a los próceres de nuestra república criolla, quienes
buscaron establecer un orden superior en 1810-1811 y en su
lugar desataron una terrible guerra, abriendo puertas a
una interminable sucesión de autocracias que se prolonga
hasta hoy. Venezuela lleva a cuestas casi treinta
constituciones y nos disponemos a formular otra, en tanto
que la norteamericana preserva sus contenidos originales
adaptándose con sabiduría al paso del tiempo.
Se desdeña la tradición liberal del pensamiento político
por la supuesta ingenuidad de sus valores, cuando en
realidad se trata del más exitoso aporte a la libertad
generado por el espíritu humano. Las ideas centrales del
pensamiento liberal tienen que ver con la limitación de
los poderes del gobierno y la garantía de derechos
individuales inviolables. El pensamiento democrático, que
es distinto aunque no antagónico al liberal, se pregunta
por el fundamento legítimo del poder político y lo coloca
en la voluntad de la mayoría. El liberalismo, de su lado,
se preocupa por las limitaciones al poder del Estado y
sostiene que aún la voluntad de la mayoría debe tener
límites, referidos al respeto a las minorías y a los
derechos personales.
En Venezuela la tradición democrática siempre ha asfixiado
el credo liberal; la mejor prueba de ello se patentiza
bajo el actual régimen revolucionario que considera la
voluntad mayoritaria como omnipotente, en tanto que a la
llamada minoría "escuálida" se le trata como integrada por
ciudadanos de segunda clase. La experiencia venezolana
evidencia que la democracia, lejos de ser una panacea, es
capaz degenerar en despotismo si carece del freno de una
vigorosa tradición liberal.
Retornando a Jefferson, considero que los Padres
Fundadores de Estados Unidos son dignos de admiración.
Tanto los estudios preparatorios al texto constitucional
recogido en el volumen titulado "El Federalista", como la
Constitución misma y la Declaración de Independencia son
contribuciones esenciales a la reflexión política y la
libertad del ser humano. Por ello Hannah Arendt en su obra
"Sobre la revolución" afirmó que es imperativo distinguir
entre liberación y libertad. La idea de liberación impulsa
rebeliones radicales dirigidas a hacer a los hombres
"felices" resolviendo la cuestión social. La idea de
libertad busca evitar la opresión y convertir a hombres y
mujeres en ciudadanos sujetos de derechos. El fin de la
rebelión es una liberación utópica y el de una revolución
genuina la libertad. De allí que para Arendt la única
revolución verdadera en la historia de la humanidad ha
sido hasta ahora la revolución americana, que estableció
un sólido y perdurable espacio de libertad.
La rebelión francesa culminó en la guillotina, la rusa en
el Gulag, la china en la miseria y la cubana en el
paredón. La revolución americana, en cambio, instituyó una
república que se ha convertido en la nación más próspera y
poderosa del planeta. Digan lo que digan, muy pocos
quieren irse de Estados Unidos y millones desean entrar.
La república americana sigue siendo el país que recibe más
inmigrantes en todo el mundo. Por algo será.