El
último rey de Escocia por Aníbal Romero
miércoles, 21 marzo 2007
"El
último rey de Escocia" es una película excelente. Además
de las notables actuaciones de sus protagonistas, el filme
narra su historia con objetividad, sin caer en las trampas
de la "corrección política" predominante en Hollywood. Tal
vez exagera en su caricatura de los diplomáticos
británicos, pintándoles como Maquiavelos embriagados, pero
se trata de una falta menor de lo que en su conjunto
constituye un logro cinematográfico fuera de lo común.
La semblanza sobre Idi Amin es cautivadora y repulsiva. Lo
primero por los rasgos siniestramente cómicos del
personaje, lo segundo por su extrema crueldad. Al
observarle se cae en cuenta de que todos los déspotas se
parecen. Son una mezcla de bufón y verdugo cuya
impredecible química siempre sorprende. Resulta también
evidente que el atractivo del poder personal tiene que ver
con la adulación de los otros y la sensación de
infalibilidad propia. Mientras contemplaba las peripecias
del tirano fue inevitable recordar a Lord Acton: "El poder
corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente". No
estamos hablando de la simple corrupción administrativa
sino de otra más profunda: de la corrupción del alma
envenenada por el mando. La tragedia de Idi Amin es la de
todos los dictadores, y su lección consiste en entender
que el rechazo al ansia de poder es uno de los logros más
importantes del ser humano.
Sin desmerecer la extraordinaria actuación del
protagonista principal, pienso que el actor que encarna al
médico escocés, cándido e idealista, que viaja a Uganda
lleno de ilusiones y casi pierde la vida en medio de un
drama sangriento, es de igual categoría e igualmente digna
de elogio. Este fenómeno de jóvenes europeos y
norteamericanos que sucumben al espejismo de las
"revoluciones" tercermundistas, y abandonan sus países en
busca de la redención romántica proporcionada por mitos
escabrosos como el del Ché Guevara u otros semejantes, se
repite sin cesar y conduce a inmensas decepciones. Cabe
recordar a los tristemente famosos "sandalistas" que
aterrizaban en la Nicaragua sandinista de los años
ochenta, o a los pobres ingenuos que ahora vienen a
Venezuela persuadidos de que la revolución bolivariana
conduce a un mundo mejor.
Una escena de la película presenta el diálogo entre Amin y
el joven escocés, luego de que este último se percata del
horror del régimen y su hasta entonces admirado caudillo.
Amin le explica: "Esto es África. No puedes esperar otra
cosa". Uno se pregunta: ¿Están esas naciones condenadas al
fracaso y el terror? Francamente no lo creo. Basta
constatar lo que ocurre actualmente en China e India para
convencerse que los pueblos pueden cambiar, si dirigentes
responsables asumen las ideas y políticas correctas,
abriendo espacios a la libertad.