A Isabel.
Si
algo enfurece al Tartarín de Tarascón barinés, es la sola
mención de su parecido con Antonio Leocadio Guzmán -aquel
populista del siglo 19, de piel de gallina como la suya- que
explotó en su provecho la ignorancia de los desposeídos y
sembró el odio entre venezolanos al desatarse la espantosa
guerra federal en nombre del Libertador. Algo que pretende
hacer hoy, el irresponsable el Tartarín de Barinas sin
arriesgar el pellejo.
En su tiempo,
Guzmán, también acarició la gloria, al imaginar frente al
espejo su testa coronada con el laurel del Libertador,
después que un acólito lo bautizó como El nuevo Bolívar.
Locura que en
1846, lo llevó a
desafiar a Páez al frente de una horda de asesinos que
sembró la muerte en los caminos, pero el hombre se enculilló
con el olor de la pólvora, que no era el de los fuegos
artificiales. Un presagio de lo que ocurriría ciento
cincuenta años después, en una situación similar, a otro
loco cobardón que también se cree otro Bolívar.
Más Páez no fue un
blandengue como si lo fue el presidente Caldera – también a
más de cien años de aquellos sucesos y Guzmán dio con sus
huesos en el Convento de San Jacinto donde esperaba su
ejecución, por su responsabilidad en los crímenes que
promovió y allí escuchó la descarga del fusilamiento de
Calvareño, uno de sus secuaces más sanguinarios. Descarga
que disolvió en sus excretas el poco valor que le quedaba y
la locura de creerse el nuevo Bolívar. Otro presagio
del derrame involuntario de los esfínteres del bolivita
de utilería, que incurrió en la misma locura en los
combates, del 4 de febrero, de 1992 y en el del 11 de
abril, de 2004.
Conmutada la pena
de muerte por el destierro perpetuo, Guzmán se fue a
Curazao. Exilio que duró apenas unos meses, pero el líder
defraudó a sus seguidores al negarse a regresar,
escarmentado por el miedo, al descubrir que la guerra no era
un juego de niños. Venezuela entera, se enteró que El
nuevo Bolivar -su líder- era un cobarde y Antonio
Leocadio Guzmán pasó a la historia despreciado por sus
contemporáneos y las generaciones futuras, con el remoquete
de líder carne de gallina.
Razones más que
suficientes para que el Tartarín de Sabaneta cuando habla de
la guerra federal, ignore al viejo Guzmán –cobarde, pero
inteligente- y escoja al asesino e ignorante Ezequiel Zamora
como paradigma, de un coraje del cual él adolece.
Sin embargo, el
viejo fantasma de Guzmán no se resignó a ser el único
caudillo con coraje de relumbrón y cada vez que el Tartarín
barinés se encuentra con Daniel Ortega o Fidel Castro
-caudillos con testículos de verdad- le recuerda al oído lo
de sus pantalones mojados el 4-F y el 11-A.
En el 40
aniversario de la muerte del Ché, se produjo la última
travesura del fantasma cuando, en medio de tantos héroes, el
Tartarín criollo fanfarroneó “no quedarse de brazos cruzados
si la burguesía boliviana derroca a Evo”.
Jorge Quiroga, ex
presidente boliviano, quien también sabe del poco guáramo
del Tartarín criollo, le soltó este misil al día siguiente:
“Venga usted por delante
- le dijo-
recordando que el Presidente venezolano se rindió mientras
camaradas suyos entregaban su vida en los golpes del 4-F y
el 11- A” y agregó que el 11-A, Tartarín confesó que lo
único que quería era que lo dejaran ir a Cuba, para salvar
su vida”.
Desarmado y a la
defensiva, Tartarín se burló de Quiroga con su trillado:
“Águila no caza
moscas”.
Simpleza, que el
fantasma de Antonio Leocadio replicó por Quiroga con un
foetazo en la cara del Tartarín vernáculo:
-¡Tú no eres
águila! ¡Tú eres tan líder carne de gallina como yo!
– dijo el fantasma de Antonio Leocadio causando la hilaridad
de Fidel y Ortega.