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En 1957 Pérez Jiménez se creyó eterno
por Angel Rivero
jueves, 15 noviembre 2007


La alegría del transeúnte sonreído, de la poesía Aquiles Nazoa había desaparecido de la cara del caraqueño, en noviembre de 1957. La gente evadía mirar de frente para no toparse con el rostro intimidante, de los soplones y esbirros de la Seguridad Nacional, quienes imitaban la mirada torva de Pedro Estrada -el director de la tenebrosa policía del régimen que administraba el miedo entre la población, para garantizar el orden- que tanto gusta a los militares.

Con unos tragos demás en una fiesta del Círculo Militar, a Pérez Jiménez la rasca le dio por la nostalgia del poder cuando le tocara dejarlo en diciembre. Pasada la borrachera pensó en la caterva dictatorial del Caribe y Suramérica, quienes detentaban el poder por el terror y decide imitarlos auspiciando un plebiscito como una fórmula electoral no contemplada en su propia constitución, con el propósito de ser reelecto para el periodo presidencial 1958 – 1963 y los sucesivos.

Historia que pretende reeditar 50 años después, bolivita con la complicidad del complaciente Tribunal Supremo de Justicia; presto a avalar los más vergonzosos exabruptos jurídicos para eternizarlo legalmente en el poder, con la ineptitud de la Asamblea Nacional arrodillada y el acobardado Consejo Nacional Electoral -que nada tiene que envidiarle en desvergüenza- al remoto Consejo Electoral perejimenizta, incapaz de mover un pie sin permiso del tirano de Michelena.

Armada la trampa democrática, el 5 de noviembre Pérez Jiménez anunció en el Congreso Nacional que la elección presidencial se realizaría en un plebiscito, a celebrarse el 15 de diciembre donde votarían los venezolanos mayores de 18 años y los extranjeros, con 2 años de residencia en el país. Proceso que en nada difería en arbitraje al del servil CNE actual, rector del plebiscito del 2 diciembre.

Cegado por la ebriedad del poder, Pérez Jiménez ordenó a sus esbirros intensificar la represión para incrementar el terror que garantizaba el triunfo. Pero el movimiento estudiantil de  la UCV no se amedrentó y el 20 de noviembre salió a la calle. El  transeúnte caraqueño volvió a sonreír  y  gritó también al escuchar la consigna de la rebeldía estudiantil: ¡Abajo la dictadura! ¡Muera el tirano! Grito de libertad que se regó en la ciudad y encontró eco en las homilías dominicales de los templos, en los gremios profesionales, en los obreros y en los ciudadanos más humildes.

Los caraqueños y Venezuela entera habían perdido el miedo. Pérez Jiménez ganó el plebiscito de 1957, pero sabía que sus días estaban contados junto a su ambición de eternizarse en el poder. Destino inexorable, que 50 años después, bolivita pretende evadir con el incremento de la represión para conjurar el 23 de enero -que todo dictador lleve encima y no lo deja dormir- porque sabe que su régimen está condenado a muerte.


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