Recientes
eventos en Venezuela confirman tres realidades: Primero,
el régimen de Hugo Chávez es una autocracia con un
proyecto marxista, orientado a establecer un sistema
similar al cubano que perdure por la fuerza. Segundo, una
importante porción de la sociedad, que incluye a la
mayoría de sus jóvenes, rechaza tal destino. Tercero, el
régimen estará dispuesto a lo que sea para permanecer en
el poder. Los llamados de Chávez a que las barriadas
populares defiendan en las calles su revolución, y las
amenazas centradas en el uso de milicias armadas contra la
disidencia, evidencian la voluntad del régimen de generar
la violencia que considere imperativa para imponerse.
El régimen chavista se caracteriza por la concentración de
poder personal. Ahora bien, las autocracias de
Pérez-Jiménez, Trujillo, Pinochet, Velasco-Alvarado y
Fujimori fueron también personalistas. La diferencia
específica del régimen de Chávez con relación a ésos y
otros casos no se encuentra en la personalización del
poder ni en la participación militar en el mismo, sino en
el proyecto que le guía. Es un proyecto anacrónico y
Chávez dista de ser un ideólogo, pero la perspectiva
marxista es ingrediente clave en su sentido de dirección
política, así como en el propósito de darle a su
revolución legitimidad internacional.
Chávez, su régimen y su proyecto no son fascistas, son
comunistas. No toda autocracia con componentes militares
es fascista. ¿Fue Pinochet fascista? Y suponiendo que lo
haya sido, ¿es entonces Chávez un Pinochet? Podemos estar
seguros que si Chávez fuese fascista Lula no le apoyaría,
ni gozaría de la tolerancia y respaldo complacientes que
le otorgan Bachelet, Tabaré Vásquez, Morales, Correa,
Ortega, Insulza, Ramonet, Saramago, Chomsky y buena parte
del elenco de la izquierda mundial . Chávez no recibe el
oprobio internacional que de veras merece porque es visto
como un gobernante "progresista", y a pesar del fracaso
del socialismo real, la ideología socialista continúa
siendo pasaporte para calificarse al torneo global de la
bondad.
En este orden de ideas, si bien admiro la lucha de los
estudiantes universitarios venezolanos, les prevengo que
enfrentan un enemigo distinto a Pinochet, por ejemplo,
quien al fin y al cabo hizo un referéndum limpio, aceptó
la derrota democrática y abandonó en paz el poder. Hugo
Chávez, sus lugartenientes y su régimen poseen rasgos
canallescos difíciles de captar por una juventud noble,
que se asoma al ajetreo de la Historia. Pinochet fue un
déspota, pero Chávez es un déspota marxista, es decir,
totalitario. Milósevic en Yugoslavia era un anhelante
náufrago del colapso soviético. Chávez, al contrario,
presume ser paladín de un nuevo comunismo y su verdadera
vocación sanguinaria aún no ha sido exigida por el curso
del proceso.
Un sector de la intelectualidad venezolana, que fue o
sigue siendo socialista, se niega a admitir que Chávez es
marxista y su proyecto el comunismo, se empeña en
desvirtuar la relevancia de la ideología para el proyecto
chavista, sigue hablando de fascismo, pierde de vista la
naturaleza específica del régimen y subestima lo que
Chávez es y será capaz de hacer. Advierto sin embargo a
nuestra juventud universitaria: el camino será duro, pues
el régimen chavista no es una autocracia cualquiera o un
militarismo común, sino que es marxista.