La
primera asevera que países como Suecia y Noruega son
socialistas, y que existe un socialismo europeo
"humanista" diferente del marxista-leninista. La mentira
deriva de la confusión entre socialdemocracia y
socialismo. La socialdemocracia cuestiona el capitalismo
sin aceptar las consecuencias de un verdadero compromiso
socialista. Hablar en serio de socialismo significa
proponer la colectivización de los medios de producción, o
su control por parte del Estado, y sostener que la
igualdad es un valor político superior a la libertad
individual. Podría decirse, siendo indulgentes, que la
socialdemocracia encarna la buena conciencia de la
izquierda, de una izquierda emocional que entiende que el
socialismo destruye el progreso material y la libertad
individual, pero no se resigna a admitirlo. La
socialdemocracia experimenta un perenne dilema entre su
vocación anticapitalista y su renuencia a asumir
plenamente el socialismo
Es teóricamente inaceptable confundir socialdemocracia y
socialismo, y en el actual contexto venezolano resulta
crucial repudiar decisivamente el socialismo en todas sus
vertientes, y no extraviarse en argumentos sobre un
presunto socialismo "bueno" y otro "malo". Todo socialismo
merece ser rechazado desde la perspectiva de la libertad.
Suecia, Noruega, y el resto de las sociedades europeas son
sociedades capitalistas. En algunas de ellas existen
partidos socialdemócratas que procuran limitar la dinámica
capitalista y moldear el tejido social, a veces hasta el
punto de la asfixia. Tales partidos, como por ejemplo el
laborismo inglés, se autodenominan socialistas pero de
hecho no lo son.
La segunda mentira afirma que los fracasos del socialismo
y su supuesta deformación en la ex-Unión Soviética, China,
Cuba y otras partes no tienen que ver con la esencia del
proyecto, ni siquiera tal y como lo formuló Marx (quien
abogaba con fanatismo por la dictadura del proletariado),
sino que los errores han sido el producto no deseado y
accidental del devenir histórico, o en todo caso la obra
de algunos espíritus malignos como Stalin, Mao, y Castro,
entre otros.
No es cierto: La conversión de los proyectos socialistas
en totalitarismos colectivistas no ha sido accidental. El
socialismo conduce inexorablemente a la opresión política
y el empobrecimiento económico, mediante el igualitarismo
y la supresión de la propiedad privada sobre los medios de
producción.
La tercera mentira nos dice que "socialismo es más
democracia". El equívoco reside en la confusión de dos
conceptos, el de socialismo, que tiene un primordial
contenido socioeconómico, y el de democracia, que tiene
que ver con el origen legítimo del poder político
(voluntad de la mayoría). El socialismo y la democracia
(noción que no incluye necesariamente la libertad) pueden
en la teoría y la práctica coexistir, pues la voluntad de
la mayoría puede oprimir a la minoría. Pero el socialismo
es incompatible con la libertad del ser humano.