Esta
pasada semana la mayoría Demócrata en el Congreso
estadounidense aprobó un proyecto de ley, destinado a
retirar las tropas norteamericanas de Irak el próximo 1 de
octubre. De ese modo los parlamentarios han enviado a Al-Qaeda,
con seis meses de antelación, un deleznable pliego de
rendición. ¿Por qué lo hacen? ¿Qué pretenden ganar con
ello? ¿Tiene sentido semejante actitud, a sabiendas que
todas las informaciones confiables indican que el retiro
de las tropas estadounidenses, lejos de traer concordia a
Irak, desatará una carnicería aún peor de la que ahora
llevan a cabo los terroristas y sus carros-bombas,
estimulados por la debilidad de sus enemigos?
Una vez más, como en Vietnam, los adversarios de Estados
Unidos y Occidente pierden militarmente sobre el terreno
de batalla, pero triunfan sicológica y políticamente en
Washington. La guerra contra el extremismo islámico, que
tiene en Irak su epicentro, es asumida por el partido
Demócrata como mero instrumento de desgaste Republicano y
reconquista de la Presidencia en 2008. Con una miopía
indigna hasta de ellos mismos, cuyo derrotismo ha sido
siempre proverbial, los Demócratas ponen de manifiesto
ante Osama Ben Laden y sus discípulos que no tienen
agallas para una guerra prolongada (en verdad, para
ninguna guerra). Una vez más, como en Vietnam, Washington
se apresta a traicionar a quienes se la juegan contra el
totalitarismo.
Es cierto, el Presidente Bush vetará responsablemente el
proyecto de ley impulsado por la mayoría Demócrata, pero
ya el daño está hecho. Los Demócratas actúan en función de
un cálculo cortoplacista. Movidos por su incontenible odio
a Bush, preferirían la resurrección de Saddam Hussein a
perseverar en busca de una salida positiva al conflicto
iraquí. Dicen creer que el fin de la presencia
norteamericana pacificará el Medio Oriente, mas lo que
ocurrirá será una profundización de la crisis política y
guerras aún más intensas, con un Irán envalentonado y
poseedor de armas nucleares, y una Al Qaeda convencida de
que Estados Unidos es, en efecto, un tigre de papel.
No pocos han olvidado las consecuencias de la derrota en
Vietnam: los millones de asesinados, torturados y
expulsados, las matanzas comunistas en Camboya, la
expansión soviético-cubana desde Afganistán hasta Grenada
y desde Angola hasta Nicaragua. ¿Creen los Demócratas que
su rendición en Irak será gratuita? ¿Cómo perciben Mahmoud
Ahmadinejad, Hugo Chávez, Osama Ben Laden y Fidel Castro a
un Congreso estadounidense dominado por un partido
derrotista, que promueve con júbilo la humillación de su
propio país? ¿Es acaso difícil adivinarlo? Los Demócratas
dan vergüenza.