Antes
de nacer el primer hijo de esclavo africano en Venezuela,
rebautizado
ahora como afrodescendiente para dignificarlo en la
reedición de la historia y paliar el complejo de los necios
que por no soportar su pigmentación, se escudan en el
orgullo de su ascendencia africana, para obviar que la
presencia negra en Venezuela fue ínfima y muy abundante el
mestizaje con la raza autóctona gracias a la india, quien
recibió con beneplácito al español porque le sirvió para
sacudirse el aburrido machismo de los indios y conocer
nuevas experiencias.
Las cronistas de
la época explican que la sumisión de las indias, se debía a
la sapiencia amatoria de los españoles que despertó en ellas
el carácter ardiente de su raza. De esta abulia, Herrera
Luque en Viajeros de Indias, reproduce la versión del
Marqués de Wairin: En los primitivos los placeres del
amor no aportan mayor complicación -todo se reduce al acto
que procura placer al varón-. No les preocupa saber hasta
qué punto la mujer goza. Ella debe mostrarse indiferente y
totalmente pasiva…Es por eso que las indias que han vivido
durante algún tiempo entre las civilizaciones, declaran: el
coito con ellos es mejor que con los indios que no saben
hacer nada.
Pérez de Barradas en la reducción de Paraguay, agrega:
Ignoran los celos: nada lo prueba mejor que la franqueza con
la que entregan a sus mujeres e hijas a los conquistadores,
y aun hoy, convertidos al cristianismo hacen lo mismo.
Evidente contraste entre la apatía del varón y la
excitabilidad de su hembra. De eso sabían las indias de
Paria, la cacica Isabel; madre Francisco Fajardo y todas las
indias Caracas cuando la fundación de la ciudad. La Malinche
de Hernán Cortes en México, la madre del Inca Garcilazo y
las hermanas de Atahualpa en el Perú.
Avance heroico que
convirtió a los vientres de nuestra ascendencia mestiza en
pioneros de la liberación femenina y de la lucha por la
libertad individual. Coraje que derrumba el mito del paraíso
idílico del Nuevo Mundo antes de los españoles y la farsa de
la resistencia indígena en nuestro territorio, que pregonan
orgullosos los revolucionarios sin mencionar la antropofagia
ni la sodomía de los caribes porque alborotarían el avispero
con sólo nombrarlos. ¡Dígalo ahí, Herrera Luque¡