Las
armas nucleares son una realidad irreversible, y ya varios
países las poseen. Sólo han sido utilizadas dos veces, y todavía
algunas personas, movidas por la ignorancia y el odio hacia
Estados Unidos, cuestionan que hayan sido empleadas para
doblegar al militarismo japonés. Pierden de vista dos cosas: En
primer lugar que los militares japoneses, ni siquiera después de
Hiroshima y Nagasaki, estuvieron dispuestos a rendirse. Tuvo que
intervenir personalmente el Emperador para que los jefes de las
fuerzas armadas admitiesen la derrota. Muchos de ellos preferían
el suicidio nacional a la rendición. En segundo lugar, los
cálculos de los norteamericanos, luego de las horribles
experiencias en batallas previas como Iwo Jima y Okinawa,
indicaban que una invasión terrestre a las principales islas
japonesas costaría a Estados Unidos más de un millón de bajas.
El mejor estudio que conozco acerca de la decisión del
Presidente Truman de utilizar las bombas contra el Japón (los
interesados sólo deben escribir esta frase en Google: "The
Decision to Drop the Atomic Bomb on Hiroshima and Nagasaki, or
Truman: A Modern Day Hero"), sostiene que si Estados Unidos
hubiese invadido el Japón en 1945, se habría desatado "uno de
los peores desastres en la historia de la guerra en todos los
tiempos". ¿Qué Presidente estadounidense habría sido tan
insensato e irresponsable para abstenerse de usar las bombas?
¿Qué le habrían dicho las madres y esposas del millón de
soldados norteamericanos, muertos en una invasión que a la
postre resultó innecesaria?
El problema con algunos comentaristas, aparte de su ignorancia,
es que escriben como si existiésemos en un mundo utópico, en el
que sus sueños de paz eterna y bondad infinita son realidades
efectivas. Pero no es así, y todo estadista de alguna categoría
sabe que nos movemos en medio de situaciones complejas, ante las
que tenemos frecuentemente que optar por soluciones más o menos
indeseables.
El punto viene al caso con relación al esfuerzo sistemático del
régimen radical iraní por proveerse de armas nucleares. Resulta
inútil que los voceros de la "revolución bolivariana" pretendan
engañarnos, al defender su decisión de respaldar a Irán con el
argumento de que se trata de "defender el derecho de los pueblos
a adquirir las más avanzadas tecnologías pacíficas". Ya ni
siquiera los inspectores nucleares de la ONU, profesionales de
la ingenuidad, burlados por dieciocho años por los iraníes, se
creen semejante cuento para niños. Los radicales iraníes quieren
la bomba atómica y están avanzando aceleradamente para
obtenerla.
¿Y cuál es el problema?, dicen aún ciertos falsos inocentes.
Pues para expresarlo en pocas palabras, el problema no son las
armas en sí, sino la naturaleza del régimen que aspira
procurárselas. Estamos hablando de un régimen que ha anunciado
públicamente su intención de "borrar a Israel del mapa", es
decir, de destruir a un Estado miembro de la ONU. ¿Y qué ha
hecho la famosa ONU al respecto? Pues lo de costumbre, dar
discursos y ocuparse más bien de seguir atacando a Estados
Unidos por los abusos, lamentables pero excepcionales, de
algunos soldados norteamericanos hacia prisioneros sospechosos
de terrorismo. Desde luego, la ONU, que es sostenida por los
impuestos de los contribuyentes estadounidenses, se dedica a
cuestionar todo lo que hace o deja de hacer Washington, y no
pocos de sus miembros en realidad desearían ver a Israel de
rodillas o liquidada.
¿No es acaso eso lo que efectivamente quiere Hugo Chávez? ¿No es
ésa la explicación del reiterado antisemitismo de los medios de
comunicación del gobierno venezolano? ¿No es eso lo que se
esconde tras el presunto enigma del respaldo de Chávez a un
régimen como el iraní, que hoy por hoy constituye el principal
centro de apoyo al terrorismo fundamentalista islámico?
Para Israel, el actual régimen iraní provisto con armas
nucleares, constituye una amenaza mortal. Como siempre en estas
situaciones, esperar demasiado es un consejo para la catástrofe.
Pero por supuesto, actuar ahora suscitará las críticas de todos
los "bien pensantes" del mundo, de los que preferirían que Irak
todavía estuviese sometido a Saddam Hussein, de los que siempre
están dispuestos a pensar lo peor de Estados Unidos y sus
dirigentes, y a excusar a todos los demás. Israel no puede
confiarse en la ONU o en los cobardes y miopes líderes europeos.
Y esta situación pone de manifiesto que en el mundo de hoy, sólo
Washington tiene los recursos y la voluntad de hacer algo, en
lugar de simplemente hablar. Ojalá que al Presidente Bush no le
tiemble el pulso para actuar cuando aún es tiempo de hacerlo. Lo
que debe hacerse es destruir, con un ataque aéreo muy preciso,
puntos neurálgicos del sistema nuclear iraní.