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Bush: tres años más 
por Aníbal Romero
miércoles, 2 noviembre 2005

 

    Los que por razones de oficio seguimos en detalle la prensa y otros medios de comunicación estadounidenses, llegamos a pensar estos pasados días que una bomba atómica iba a estallar sobre la Casa Blanca, con relación al caso (que nadie entiende) de la agente encubierta de la CIA. Eso nos habían hecho esperar el New York Times y el Washington Post, sin olvidar a CNN, CBS, NBC y demás cadenas de televisión. Sin embargo, al final lo que explotó fue un enmohecido cohetón. ¿Qué pasó? 

    Para entender la actitud irresponsable de la "gran prensa" y otros medios de EE.UU., y de los que acá reproducen sumisamente sus reportajes, hay que tener en cuenta el descenso de su credibilidad ante el público. A ello se suma el impacto de la Internet sobre la difusión de noticias y opiniones entre una gran masa de personas, que antes absorbían su información de los periódicos y la televisión comercial, pero que ahora poseen otras opciones y las utilizan con fervor. Este proceso ha desvelado la actitud sesgada de diarios alguna vez considerados imparciales en su manejo de las noticias, pero que en realidad son vehículos de los sectores de izquierda que por años dominaron la cultura política norteamericana. Ese dominio se encuentra ahora cuestionado, y periódicos como el New York Times, entre otros, ya no pueden considerarse instrumentos ponderados y objetivos, sino bastiones comprometidos de un sector político que sueña con repetir las experiencias de Vietnam y Watergate, y que está empeñado en destruir a George W. Bush. 

    No lo han logrado, ni creo que lo logren, aunque seguirán tratando. Durante la pasada campaña electoral la "gran prensa" de EE.UU. se vio sacudida por varios escándalos, al distorsionar hechos e inventar otros con el propósito de dañar los chances del candidato Republicano. El más reciente esfuerzo orientado a crear una atmósfera de crisis, en torno al caso de la agente encubierta de la CIA (cuyos vericuetos es imposible reseñar aquí), está lejos de duplicar a Watergate. A pesar de sus desvelos, y de su casi demencial odio hacia Bush, los medios "progresistas" no han podido oxigenar al partido Demócrata, que es incapaz de proponer alternativas ante cualquiera de los temas de la agenda del país, se trate de la guerra en Irak, el curso de la economía, o la reforma de la seguridad social. El partido Demócrata se radicaliza cada día más, y se distancia de la mayoría del electorado empujado por las élites intelectuales que controlan los medios y las Universidades, haciéndosele más tortuosa la ruta del poder.

 
 
 
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