De
mi ya remota infancia y adolescencia recuerdo que mi padre
empleaba con frecuencia las palabras “chambón” y
“chambonada”. Las empleaba para recriminar a alguien que
hacía mal las cosas, o para referirse a las cosas mal
hechas: “Fulano es buena persona, pero es muy chambón”; “Ese
tipo no hace sino chambonadas”.
Efectivamente, el DRAE define “chambón” como “1. adj.
coloq. De escasa habilidad en el juego, caza o deportes. U.
t. c. s. 2. adj. coloq. Poco hábil en cualquier arte
o facultad. U. t. c. s. 3. adj. coloq. Que consigue
por chiripa algo. 4. m. y f. coloq. Col.
Persona ordinaria”. Y de “chambonada” dice: “1. f.
coloq. Desacierto propio del chambón. 2. f. coloq.
Ventaja obtenida por chiripa. 3. f. Col.,
C. Rica y Cuba. chapuza (‖ obra sin
arte ni esmero)”.
Mi padre no era un fanático del perfeccionismo, ni de nada.
Pero sí pregonaba con absoluta convicción el viejo aforismo
de que “las cosas se hacen bien, o no se hacen”. Su trabajo
en la herrería le brindaba con frecuencia ocasiones para
emplear esos vocablos. Cuando un ayudante o aprendiz, por
ejemplo, que siempre los había, hacía mal su trabajo y lo
que resultaba de ello era muy defectuoso, él lo regañaba:
“¡No seas chambón, muchacho. Aprende a hacer bien las
cosas”. O “Eso es una chambonada, no sirve para nada”.
Tales regaños, sin embargo, no le caían mal al regañado,
porque le tenían mucho respeto y afecto. Yo mismo, que de
muchacho solía ayudar al trabajo en la herrería, fui blanco
muchas veces de esas reprensiones.
Pero no era sólo en la herrería donde mi padre usaba las
palabras “chambón” y “chambonada”. Cualquier tipo de trabajo
puede ser calificada con ellas. Recuerdo que había en el
pueblo un albañil a quien él apreciaba mucho, pero cuando
lo contrataba para algún trabajo estaba todo el tiempo
vigilándolo, porque decía que si no estaba pendiente lo que
hacía eran “chambonadas”.
Incluso el trabajo intelectual puede ser realizado de tal
manera que merezca el calificativo de “chambonada”, y de
“chambón” el que lo realiza. “Chambones” pueden ser un
médico, un abogado, un político, un deportista, un
sacerdote, un ministro, un juez, y en general todo el que
deba realizar determinados trabajos. Las “chambonadas” no
discriminan.