“Prevaricar” es “Cometer el
delito de prevaricación. ||2. Cometer cualquier otra falta
menos grave en el ejercicio de un deber o función (…)” (DRAE).
La “prevaricación”, según el mismo diccionario, es el
“Delito consistente en dictar a sabiendas una resolución
injusta una autoridad, un juez o un funcionario”. Y
“prevaricador”, por supuesto, es el “Que prevarica”, pero
también el “Que pervierte o incita a alguien a faltar a las
obligaciones de su oficio o religión” (Ibídem).
El “Diccionario CLAVE” sigue de cerca al DRAE, pero agrega
matices interesantes: “prevaricación. Delito que consiste
en el incumplimiento por parte de los funcionarios públicos
de sus obligaciones específicas o en el dictado de
resoluciones manifiestamente injustas, especialmente si lo
hacen para obtener un beneficio propio: El juez que dicta
a sabiendas una sentencia injusta comete prevaricación”.
La “prevaricación” es, pues, un delito que no puede cometer
cualquier persona, sino sólo aquellas que están investidas
de una función pública: “una autoridad, un juez o un
funcionario” precisa el DRAE.
Aunque los diccionarios no lo dicen expresamente, el delito
de “prevaricación” está estrechamente vinculado con el
juramento que los funcionarios públicos deben prestar al
momento de hacerse cargo de la función que se les atribuye.
De hecho, “prevaricar” es violar o incumplir el juramento
que se ha prestado. De ahí que la juramentación de un
presidente, un ministro, un gobernador, un diputado, un
alcalde, un juez o cualquier otro funcionario tenga mucha
más importancia de lo que comúnmente se cree, pues no se
trata de un simple ritual intrascendente, sino que es la
base jurídica y ética para prevenir el delito de prevaricar,
y una vez cometido, hacer viable o fundamentar el
enjuiciamiento y castigo del prevaricador.
“Prevaricar” deriva del vocablo latino “praevaricari”, que
significa “entrar el abogado en complicidad con el de la
parte contraria”. La palabra latina, a su vez, significaba
originalmente “torcer o apartarse de la línea recta al abrir
surcos con el arado”, de donde pasó a significar también
“tener las piernas torcidas” o ser “patizambo”.
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