Es
natural que los últimos actos de Chávez, dando marcha atrás
en diversos casos, unos intrascendentes, pero otros de
importancia capital, causen sorpresa en observadores dentro
y fuera del país, y a veces más que sorpresa, verdadero
desconcierto. Y entonces, también naturalmente surgen las
hipótesis que buscan explicar los hechos.
Algunos creen que no hay rectificación propiamente, mucho
menos sincera, sino una táctica de Chávez, destinada a
calmar los ánimos opositores, para luego arremeter con más
fuerza en el empeño de llevar adelante las reformas
derrotadas el 2 de diciembre, en especial la que le asegure
la reelección indefinida y la perpetuación en el poder.
Otros opinan que sí se trata de importantes rectificaciones,
al margen de que puedan ser sinceras o no. Después de todo
actitudes morales, como la sinceridad, no cuentan para nada
en el mundo de la política.
Esta hipótesis suele reforzarse con el agregado de que se
trata de verdaderas rectificaciones, pero no originadas en
la voluntad del presidente, sino impuéstales por la fuerza
de la opinión pública, reforzada esta, a su vez, por las
acciones de calle que inducen a pensar que las cosas pueden
pasar a mayores y generar grandes movimientos que, aunque
originalmente no tengan esa intención, puedan convertirse en
subversivos.
Hay incluso quienes afirman categóricamente que la actitud
de Chávez se debe a la presión de importantes y poderosos
sectores militares, abiertamente descontentos y dispuestos a
no permitirle que siga con sus locuras, hundiendo cada día
más al país en un pantanal del cual después va a ser muy
difícil sacarlo.
Estas hipótesis no son necesariamente contradictorias, y
mucho menos excluyentes. No hay duda de que últimamente,
sobre todo a partir del 2 de diciembre, la opinión pública
en Venezuela se ha reforzado, no sólo porque se ha
incrementado, sino también porque ello mismo ha hecho que
Chávez haya sido más sensible ante sus planteamientos. Como
ha sido igualmente más sensible a la opinión internacional y
a la evidente pérdida de prestigio fuera de Venezuela,
incluso entre gobiernos que han sido sus amigos y aliados.
Lo cual, de paso, ha servido para demostrar a los incrédulos
que esa opinión internacional sí existe y tiene más fuerza
de lo que muchos creen.
Pero es asimismo evidente que las reculadas de Chávez tienen
un valor táctico, y que responden al hecho de saberse
debilitado, lo cual le resalta peligroso en un año
electoral, por lo que prefiere dar marcha atrás en ciertos
casos, para después tomar un nuevo impulso en su planes
socialistoides, a los cuales no renunciará sino cuando esté
definitivamente derrotado.
Sin embargo, lo más importante ahora es saber que una
oposición vigorosa, coherente y perseverante sí puede lograr
esa derrota definitiva de la demencia chavista, si sabe usar
oportuna e inteligentemente las armas que tenga a su
disposición, entre ellas la prédica constante a través de
los medios de comunicación, los actos de masas y la tan
vilipendiada vía electoral.