Pocos
hechos tan bochornosos e indignantes
como la situación a que tienen sometidos a los comisarios
Simonovis, Forero y Vivas, y con ellos a un grupo de ex
agentes de la Policía Metropolitana. Una demostración,
además, de cómo en la Venezuela actual se prostituye
descaradamente el llamado Estado de Derecho, hasta hacerlo
irrisorio e inoperante, y de cómo los organismos y
funcionarios más obligados a cumplir y hacer que se cumpla
la legislación vigente, se burlan desfachatadamente de la
Constitución y de las leyes.
Según el artículo 26 de la Constitución “El Estado
garantizará una justicia gratuita, accesible, imparcial,
idónea, transparente, autónoma, independiente, responsable,
equitativa y expedita, sin dilaciones indebidas, sin
formulismos o reposiciones inútiles”. Prácticamente no hay
una sola de esas características que no haya sido
brutalmente violada en el caso de estos ciudadanos, especial
y notoriamente lo que se refiere a la imparcialidad, a la
independencia y a lo concerniente a las “dilaciones
indebidas”. Respecto a esto último, la canallesca
prolongación del juicio a que estos venezolanos están
siendo sometidos, además de ilegal resulta insólita y es un
torpe y flagrante incumplimiento de la norma constitucional,
tanto más grave cuanto que ha sido un acto consciente e
intencional, pues no puede haber sido de otro modo.
Por otra parte, a ese grave alargamiento del proceso se
añade que también se ha violado el derecho de los reos a
ser juzgados en libertad, explícitamente estatuido en la
correspondiente legislación procesal.
Se ha dicho que estos ciudadanos no son presos políticos,
porque los hechos que se les imputan son delitos comunes.
Aparte de que esto es una falacia jurídica, y así ha sido
plenamente demostrado, el hecho de que a ellos se les haya
negado, de manera explícita, el derecho a ser incluidos
entre los favorecidos por la amnistía concedida a
principios de este año los convierte de hecho,
paradójicamente, en presos políticos, puesto que tal
negación hace de ellos unos prisioneros del propio
presidente de la República.
Quizás lo más insólito de este asunto es que en él ha
estado en juego la conciencia moral y profesional de
fiscales y jueces. Nunca hasta ahora habían sido tan motivo
de escarnio los nobles principios jurídicos de que se nos
habla en las escuelas de Derecho desde el primer día de
clases y durante toda la carrera. Dicho sea al margen de
otras consideraciones referentes a la dignidad y el decoro
ciudadanos de estos jueces y fiscales. ¿Cómo es posible que
profesionales del Derecho puedan actuar con tal
prescindencia de esos principios, que se supone conocieron
en las aulas universitarias, y sin motivo alguno que lo
justifique, guiados sólo por el miedo y por la miserable
condición de adulantes?
Tal vez tengan razón quienes alegan que estos compatriotas
no son presos políticos. Porque, en vedad, ni siquiera son
presos, a secas, lo que son es secuestrados.