Aun
a riesgo de ser calificado de ingenuo,
sigo creyendo que entre quienes respaldan al comandante
Hugo Chávez y apoyan su gobierno hay gente honesta, de buena
fe, bien intencionados, que no lo hacen para obtener
prebendas, ni para cuidar posiciones que les produzcan
jugosos dividendos, como sí lo hacen la mayoría de los que
ejercitan ese respaldo y apoyo desde posiciones
burocráticas, parlamentarias, judiciales, electorales, etc.
Sujetos corruptos, o bien porque aprovechen su situación
para robar y enriquecerse saqueando sin pudor ni escrúpulos
las arcas públicas, o bien porque, sin necesidad de hacerlo,
se limitan a cuidar sus sueldos, calculados en decenas de
millones mensuales, cantidades que ellos mismos, casi
siempre, se han asignado. Lo cual es también una otra manera
de ser corruptos.
Entre aquellos “chavistas” honestos, de buena fe y bien
intencionados tengo conocidos, y hasta viejos y buenos
amigos y compañeros de antaño. Casi todos apoyan el
eufemísticamente llamado “proceso” desde afuera, desde sus
posiciones en el sector privado, en la docencia u otras
actividades no gubernamentales. O incluso en cargos
oficiales de menor cuantía, en los que devengan sueldos
miserables, a despecho de un denodado desempeño en sus
funciones.
Confieso que no acabo de entender por qué gente así se
mantiene en un irracionalmente terco respaldo al comandante
y sus ejecutorias. Porque ya no puede dárseles el beneficio
de la duda, ni suponer que están allí engañados, o con el
deliberado propósito de darle al autócrata de Sabaneta
todavía una última oportunidad, quizás sin percatarse de
que, por lo ocurrido hasta hoy, estamos ante lo que
realmente es un caso sin remedio, en cuya rectificación es
imposible confiar. Los acontecimientos de las últimas
semanas, dentro y fuera del país, demuestran que, por lo
contrario, las cosas van de mal en peor, como solía decirse
antes frente a un mal que, antes que retroceder, mas bien
se acentuaba cada día.
Lo dicho hasta aquí explica que, como se ha venido
rumorando desde hace algún tiempo, muchos “chavistas”
rechazan el proyecto de nueva constitución que se someterá
a consulta popular el próximo domingo, y se disponen a
votar “NO” en el referendo. Esto tiene para ellos la
ventaja de que, sin necesidad de romper abruptamente con
Chávez y el chavismo, podrán liberar sus conciencias y
recuperar, al menos en parte, la sindéresis que al parecer
habían extraviado, al mantenerse en una posición insensata
de respaldo a una gestión de gobierno irremediablemente
signada por el disparate, la corrupción, la ineptitud y el
fracaso, y por ello de un alto grado de malignidad.
¿Cuántos y cuáles de mis amigos “chavistas” honestos y de
buena fe estarán entre quienes votarán “NO” este domingo?
Vehementemente desearía que fueran todos. Ojalá que su
actitud en ese momento no avale la creencia de otros que, al
leerme, me atribuirán, con benevolencia o con acritud, una
buena dosis de ingenuidad.
Nunca un
NO ha sido tan
afirmativo como ahora, cuando el SÍ se ha tornado tan
negativo.