Hoy
la palabra “rastacuero” casi no se usa. La mayoría de la
gente, salvo los más viejos, no la conocen. Y es lástima,
porque su significado es cada día más actual y su origen muy
interesante.
Según el DRAE ”rastacuero” es “Vividor, advenedizo. || 2.
Am. Persona inculta, adinerada y jactanciosa”. La da,
además, como derivada del francés “rastaquouère”.
Esta definición no es fiel al sentido que se da –o se daba–
al vocablo. El “rastacuero” es, más exactamente, el “nuevo
rico”, sobre todo el que hace alarde de su nuevo estatus,
tal como lo registra el Diccionario del español actual,
de M. Seco, O. Andrés y G. Ramos, el cual agrega:
“Frecuentemente se usa para ponderar el mal gusto o la
ignorancia (…)”.
“Rastacuero”, o simplemente “rasta”, es, pues, el “nuevo
rico” que alardea de su riqueza, obtenida de pronto por un
pobretón que ganó en los caballos o en la lotería, pegó un
quino o hizo fortuna mediante el peculado u otras formas de
corrupción.
Al Castellano “rastacuero”, o “rastacueros”, entra,
efectivamente, desde el “rastaquouère” francés. Pero este,
como lo ha demostrado el profesor Ángel Rosenblat, es un
venezolanismo del Francés. La expresión “arrastracueros” es
muy vieja en Venezuela, y se usaba mucho antes de que al
Francés entrara el “rastaquouère”, para llamar
despectivamente a los que hacían ostentación de su riqueza,
en una época en que esta casi siempre provenía de la
actividad ganadera, especialmente del comercio y la
exportación de cueros de res, que tenían muy altos precios.
Estos típicos “rastacueros” solían viajar a Europa, sobre
todo a París, donde alardeaban de su riqueza, que
dilapidaban en francachelas y lujosos placeres. El más
destacado de ellos fue Guzmán Blanco, famoso en la capital
francesa por sus alardes de nuevo rico. Así se fue
difundiendo en Francia la expresión muy venezolana
“arrastracueros”, que dio origen al vocablo “rastaquouère”.
Luego fue fácil que el nuevo vocablo francés nos viniera
traducido en “rastacuero”, que en 1927 ingresa al DRAE
definido como “Galicismo por vividor”.
Vale la pena revivir la palabra “rastacuero”, tanto por su
fuerza expresiva, como porque hoy abundan los especímenes
que admiten ese calificativo.