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Rebeldes con causa
por Alexis Márquez Rodríguez
domingo, 17 junio 2007


Esas mismas escaramuzas universitarias, que se repiten con frecuencia, explican la lucha entre el presente y el pasado, entre las ideas y el sistema, entre la fuerza y el obstáculo, entre la razón y la rutina. Si la juventud quiere algo, es menester atenderla. Hay equivocación en creer que va errada la generación que tiene el encargo de continuar la cadena tradicional del pensamiento. Al fin vence, porque la bandera es suya, el ejército suyo, y el porvenir su campamento bien guarnido. El engaño es vuestro: con vosotros hablo, apóstoles de una religión que ya no existe, hombres que pretendéis detener a gritos el torrente que salva las montañas…”. Esto lo escribió Cecilio Acosta, quien tenía fama inmerecida de conservador, en 1856, hace ciento cincuenta años. Más que premonitorias, que desde luego lo son, estas palabras demuestran que las luchas estudiantiles, como las que han estremecido en los últimos días la conciencia nacional, no son nada nuevo ni responden a factores extraños al movimiento mismo, como la “manipulación” de los jóvenes por los mayores, ni por la oligarquía, ni por el imperialismo. Son, eso sí, producto de un impulso generacional, biológico, pero también cívico y moral, como lo demuestra el carácter cíclico con que puntualmente se presentan.

En esta ocasión el vigoroso movimiento estudiantil escenificado en las últimas semanas presenta rasgos peculiares, que conviene destacar. En primer lugar surge inesperadamente, lo cual produce una sorpresa general, tanto en la llamada “oposición”, como en los mismos predios del chavismo, incluyendo al presidente Chávez, sin duda el primer sorprendido, lejos como estaba de sospechar siquiera que tal cosa pudiera ocurrir. Pero lo inesperado no significa que haya sido una reacción espontánea, sino efecto de la convergencia de numerosos factores, entre ellos la sensibilidad y madurez de la joven generación universitaria, necesitada de dar un paso al frente, ante el agotamiento y la caducidad de la dirigencia opositora, ruinas de las generaciones gobernantes durante los 40 años posteriores al 23 de Enero de 1958, y por tanto responsables directos del estruendoso fracaso de la democracia en ese período, al margen de los muchos hechos positivos que durante el mismo se produjeron.

Destaca también que el brote de rebeldía juvenil haya sido nacional, en una dimensión nunca vista antes, efecto indudable de la existencia hoy de universidades en los más apartados rincones del país, fundadas, precisamente, en aquellas cuatro décadas. Como es también digno de mención el hecho de que, por primera vez en la historia venezolana, las universidades privadas hayan participado, junto con las oficiales, y en algunos casos en rol de protagonistas, en las manifestaciones ocurridas.

Esto último se acompaña, además, con el hecho de que hayan desaparecido las antiguas rivalidades que existían entre las oficiales y las privadas, y los estudiantes y autoridades de todas ellas se hayan fundido en un gran movimiento universitario, con toda la amplitud conceptual y moral que este hermoso vocablo encierra.

Un peligro que hay que conjurar es el de perder la perspectiva de lo que este movimiento estudiantil significa, y pretender de él metas y objetivos que no están planteados. Lo esencial es que de estas acciones se desprendan valiosas experiencias, que han de rendir sus frutos en las luchas y acciones venideras, que tendrán, esas sí, efectos decisivos en el futuro de nuestro país.
 

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 Artículo publicado originalmente en el vespertino Tal Cual


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