¿Cuáles
son las características del “hombre nuevo” que pretende
crear el “socialismo del siglo XXI”, como ya antes, fuera de
Venezuela, quiso crearlo, sin lograrlo, el “socialismo
real”? A juzgar por lo que dicen y hacen los colaboradores y
adoradores del comandante Chávez, se trata de un sujeto
obediente, sumiso, débil de carácter, carente de todo
sentido crítico, repetidor, como los loros, pero sin gracia,
de las consignas del jefe y fiel ejecutor de cuanto
disparate a este se le ocurra. Y, por supuesto, ávido de
dinero y ampliamente capaz de obtenerlo, aun con malas
artes, donde esté, rápidamente y sin el menor escrúpulo. De
paso, debe también tener un gran aguante para soportar las
insulsas y dilatadas peroratas del mandamás, y una risa
oportuna para celebrar –es un decir– sus malos chistes.
La historia enseña que ese “hombre nuevo” que supuestamente
debe formar la sociedad, por más “socialista” que esta sea,
es utópico. No lo logró la Unión Soviética en sus setenta
años de existencia, al cabo de los cuales se mostró la
presencia en ese país de la más grande corrupción de su
larga historia. Ni lo lograron los demás países del llamado
“socialismo real”.
El ministro de Educación, hermano mayor y mentor ideológico
del presidente, ha puesto énfasis en eliminar de ese
“hombre nuevo” toda traza de individualismo, y en ello se
centra el propósito fundamental de la “nueva educación”, que
ha de parir a ese flamante “hombre nuevo”. De ahí que se
pregone también que esa “nueva educación” no puede ser un
instrumento para el mejoramiento individual ni para el
ascenso social, idea afín a la consigna de que ser rico es
malo.
Al parecer, no se ha paseado el ministro por la idea de que
el ser humano es de por sí contradictorio, pues reúne en su
esencia natural la condición de individuo y de ser
social. Pretender mutilarlo eliminando uno de esos
rasgos es contra natura, lo cual lo torna en imposible. Por
eso, el verdadero reto de la educación consiste en formar un
individuo que, sin perder tal condición, tenga también una
gran sensibilidad social, y la convicción de que la lucha
solidaria por lograr el bienestar colectivo pasa
necesariamente por la búsqueda de su propio bienestar
individual y el de sus allegados.
El ministro y quienes así piensen confunden
individualismo con egoísmo y con egocentrismo.
Pero el carácter individual del ser humano no es
necesariamente opuesto a su condición social. Ambos, como ya
dije, son rasgos naturales en el hombre, y pretender formar
hombres y mujeres carentes de uno de esos rasgos es como
pretender criar un perro que no ladre, un gato que no
maúlle o una gallina que no cacaree. Lo individual y lo
social pueden y deben equilibrarse en cada persona, y ese
tiene que ser el fundamento esencial de la educación.
Hace meses dije en un artículo, y ahora lo reitero, que el
ideal educativo de toda sociedad no debe estar en la
aspiración de crear un “hombre nuevo”, sino en la formación
de seres humanos normales.