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El poder de Chávez
por Alexis Márquez Rodríguez
domingo, 7 octubre 2007


Muchas de las personas que apoyan a Chávez se basan en el supuesto en él de valores como la sensibilidad social, la sinceridad en el ejercicio del poder y su habilidad e inteligencia como líder y como gobernante. Lo mismo ocurre con otros admiradores del comandante de Sabaneta, aun sin ser chavistas, pero que dicen reconocer en él tales virtudes de estadista y líder, incluso admitiendo sus frecuentes errores y desatinos.

No discuto lo de su supuesta sensibilidad social y la sinceridad de sus comportamientos, y hasta podría admitir su existencia. Pero lo que se me hace muy cuesta arriba es su presunta inteligencia y habilidad de estadista. Podría aceptarse que la mayoría de sus errores y desatinos se deben a su inmadurez y su intemperancia, a su impulsividad y a su arrogancia, a su indiscutible megalomanía. Pero hay ciertos hechos que no cuadran con aquella fementida inteligencia y habilidad. Uno de ellos es la escogencia de sus ministros y colaboradores inmediatos. Para un mandatario que se supone conoce sus limitaciones, por ejemplo, su ignorancia en materia de relaciones internacionales, designar canciller a alguien tan ignorante como él del Derecho Internacional es una muestra de estupidez política. Lo cual nada tiene que ver con el hecho de que el supuesto ministro haya sido chofer de autobús, pues ello, lejos de ser un baldón, podría tenerse mas bien como un mérito. Lo que uno no entiende es cómo se pone en manos tan ineptas algo tan delicado como las relaciones exteriores. De allí que la política internacional sea un dechado de disparates y de torpezas, y se base en el chantaje que permite el empleo inescrupuloso de los petrodólares, con los que se compran adhesiones y respaldos que, a la larga, mostrarán su naturaleza efímera y falsa.

Lo mismo ocurre en el ministerio de Relaciones Interiores, que hasta el presente no ha tenido un solo titular apto para sus importantes funciones, y entre los cuales destaca el actual por su condición de mentiroso y disparatero.

No menos notorio es lo referente a los numerosos ministros vinculados con la Economía, a cual más inepto y errático, dejando a un lado su vocación para ejercer o tolerar la corrupción.

Tampoco parece propio de la inteligencia y habilidad que se le atribuye a Chávez el trato humillante y procaz que da, ya no sólo a sus opositores, sino también a sus propios compañeros. No de otro modo puede calificarse su actitud, cuando arrogantemente se declara el único capaz de dirigir la supuesta revolución, y por tanto el único que merece la reeligibilidad, lo que implícitamente –y casi de modo explícito– significa que él piensa que los demás, sin excepción, no sirven para nada.

Cada día estoy más convencido de que el poder de Chávez no está en su aparente inteligencia y habilidad, sino en la ausencia de una fuerza que se le contraponga. Porque lo que hoy tenemos son muchos opositores, pero no una verdadera oposición, organizada, coherente y poderosa, capaz de ofrecerse como alternativa ante los electores.

grealemar@cantv.net


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