El
artículo sobre la palabra “rastacuero” motivó muchos
comentarios, basados todos en la vigencia del vocablo, por
haber hoy numerosas personas que ejercitan el rastacuerismo,
o sea, el nuevorriquismo ostentoso y petulante.
Varios amables lectores me señalaron que tenían entendido
que la expresión “arrastracueros”, que da origen al vocablo
francés “rastaquouère”, del cual, a su vez, deriva
”rastacuero”, proviene del hecho de que el general José
Antonio Páez, en una ocasión usó el ardid de amarrar cueros
secos de res a la cola de unos caballos, para que al
correr en tropel hiciesen gran ruido y levantasen mucho
polvo, haciendo creer al enemigo que era una potente y
numerosa caballería, cuando en realidad sólo eran cuatro
caballos salvajes.
Como señalé en mi artículo, el profesor Ángel Rosenblat, en
un texto suyo que mencioné, expone su tesis de que
“arrastracueros” se origina en la ridícula costumbre de
viejos ricachones de alardear de sus riquezas, casi siempre
habidas en la explotación y exportación de cueros de res.
Muchos de ellos viajaban a Francia, y en París derrochaban
dinero en francachelas y lujos desmedidos, por lo que los
franceses convirtieron el despectivo “arrastracueros”
venezolano en el citado “rastaquouère”.
En su artículo, Rosenblat se refiere a la relación de
nuestro “arrastracueros” con el ardid del general Páez, pero
no como origen de la expresión popular, sino sólo como hecho
que contribuye a generalizarla, ya que, según se deduce de
sus palabras, se usaba ya antes del episodio histórico: “Es
posible”, dice, “que el ardid del general Paéz generalizara
la expresión: ‘arrastrar cueros’, simular una fuerza que no
se tiene, amedrentar al prójimo con recursos ficticios”.
Que la argucia de Páez no fue lo que originó el
“rastaquoère” francés se infiere del hecho de que tal
episodio es de 1819, en circunstancias en que era imposible
que el mismo fuese conocido popularmente en París. Además,
“rastaquouère” empezó a usarse hacia 1880, cuando la
presencia de venezolanos “arrastracueros” era frecuente en
la capital francesa, especialmente la de Guzmán Blanco, sin
duda el más conspicuo de los rastacueros venezolanos.