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En Siria, la cosa es muy seria
por Alfredo Michelena
martes, 7 febrero 2012


La primavera árabe sigue su curso imbatible. Los pueblos se han contagiado del germen de la libertad y siguen luchado por conseguir liberarse de esos gobierno dictatoriales que llevan decenas de años entronizados en el poder. Pero pocos dictadores han optado por evitar una masacre, han oído el clamor popular y han “abdicado” sus reinos de terror. Muchos como Gadafi o el presidente sirio Bashar al-Assad resisten sobre un reguero el cadáveres de sus ciudadanos.

Aquella lógica de Emparan de “sino quieren que mande, yo tampoco quiero mando”, que dio inicio a la independencia venezolana, no se aplica a los dictadores más conspicuos. Esta posición de “no me importa que el país se vaya al caos, yo me quedo en el poder”, ya la vimos en 2003 con el paro petrolero. Chávez prefirió hundir a PDVSA, la gallina de los huevos de oro, que entregar el poder.

Sin duda, es más fácil llegar a dictador de que dejar de serlo. El propio Bashar heredó su cargo. ¿Pero dejarlo?. Han hecho tanto daño que lo menos que les espera es la cárcel. Muchos tuvieron sus estatuas y sus fechas para celebrar la revolución. Como los bolivarianos celebran el 4F o Pérez Jiménez celebró el 2D. Pero todo se olvida pues están en contra corriente con la historia.

En Siria lo que comenzó como manifestaciones callejeras se ha venido convirtiendo en un conflicto armado generalizado. Dos organizaciones se oponen al régimen: el Consejo Nacional Sirio (CNS), que reúne a las principales corrientes de la oposición y el Ejército Sirio Libre (ASL), conformado por desertores del ejército regular, que dice tener 40.000 hombres en armas. Ellas ahora están coordinando acciones.

Para las Naciones Unidas el caso sirio se ha convertido en un problema. Mientras que el secretario general de la ONU pide al presidente Al Asad que "cese de matar", en el Consejo de Seguridad (CS) Rusia y China se oponen- y han vetado- posiciones más radicales que condenen a Bashar. Por cierto, Brasil se ha abstenido y los países de la ALBA con Venezuela a la cabeza abiertamente apoyan al régimen sirio. En estos días se debate en el CS una resolución que pide la renuncia del déspota, pero Rusia en solitario se opone. Hay que recordar que Siria es un buen comprador de armas rusas.

Gracias a Dios, los venezolanos aún tenemos, aunque magullado, un instrumento fabuloso para salir de nuestro déspota: las elecciones. En ellas se juega el país entre el comunismo y la democracia, entre totalitarismo o libertad. Por eso al igual que en Siria, aquí la cosa es seria.

alfredomichelena@gmail.com


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