La primavera árabe sigue su curso
imbatible. Los pueblos se han contagiado del germen de la
libertad y siguen luchado por conseguir liberarse de esos
gobierno dictatoriales que llevan decenas de años
entronizados en el poder. Pero pocos dictadores han optado
por evitar una masacre, han oído el clamor popular y han
“abdicado” sus reinos de terror. Muchos como Gadafi o el
presidente sirio Bashar al-Assad resisten sobre un reguero
el cadáveres de sus ciudadanos.
Aquella lógica de Emparan de “sino quieren
que mande, yo tampoco quiero mando”, que dio inicio a la
independencia venezolana, no se aplica a los dictadores
más conspicuos. Esta posición de “no me importa que el
país se vaya al caos, yo me quedo en el poder”, ya la
vimos en 2003 con el paro petrolero. Chávez prefirió
hundir a PDVSA, la gallina de los huevos de oro, que
entregar el poder.
Sin duda, es más fácil llegar a dictador de
que dejar de serlo. El propio Bashar heredó su cargo.
¿Pero dejarlo?. Han hecho tanto daño que lo menos que les
espera es la cárcel. Muchos tuvieron sus estatuas y sus
fechas para celebrar la revolución. Como los bolivarianos
celebran el 4F o Pérez Jiménez celebró el 2D. Pero todo se
olvida pues están en contra corriente con la historia.
En Siria lo que comenzó como
manifestaciones callejeras se ha venido convirtiendo en un
conflicto armado generalizado. Dos organizaciones se
oponen al régimen: el Consejo Nacional Sirio (CNS), que
reúne a las principales corrientes de la oposición y el
Ejército Sirio Libre (ASL), conformado por desertores del
ejército regular, que dice tener 40.000 hombres en armas.
Ellas ahora están coordinando acciones.
Para las Naciones Unidas el caso sirio se
ha convertido en un problema. Mientras que el secretario
general de la ONU pide al presidente Al Asad que "cese de
matar", en el Consejo de Seguridad (CS) Rusia y China se
oponen- y han vetado- posiciones más radicales que
condenen a Bashar. Por cierto, Brasil se ha abstenido y
los países de la ALBA con Venezuela a la cabeza
abiertamente apoyan al régimen sirio. En estos días se
debate en el CS una resolución que pide la renuncia del
déspota, pero Rusia en solitario se opone. Hay que
recordar que Siria es un buen comprador de armas rusas.
Gracias a Dios, los venezolanos aún
tenemos, aunque magullado, un instrumento fabuloso para
salir de nuestro déspota: las elecciones. En ellas se
juega el país entre el comunismo y la democracia, entre
totalitarismo o libertad. Por eso al igual que en Siria,
aquí la cosa es seria.