A
pesar de haber ganado el referéndum del 2 de diciembre, la
mayoría demócrata del país no ha apreciado ni disfrutado su
victoria. El mismo día de las votaciones, después de la
primeras horas de pesadumbre y una tarde de confusión que se
despejaba a favor del NO, llegaba con perplejidad la noticia
de haber derrotado al socialismo del siglo XXI en el
referéndum y a Chávez en su plebiscito, pero la duda seguía
sobre si el triunfo sería proclamado y aceptado sin
violencia física. Millones de espectadores que esperaban el
resultado frente a sus televisores recibieron la buena
nueva, pero pareciera que aún no han expresado su alegría ni
su optimismo ha teñido a la sociedad como un todo, diera la
impresión que se siguen preguntando si esto no es más que un
sueño navideño.
La psicología nos ha enseñado
que después de cada pérdida hace falta un período de duelo y
la religión que después del pecado debe venir el
arrepentimiento. Estos procesos son fundamentales para
seguir adelante, para evolucionar, para triunfar, en caso
contrario seguiremos atados al pasado y será difícil que
encontremos paz y alegría. Del mismo modo frente a un
triunfo, es necesario disfrutarlo, exteriorizarlo e
interiorizarlo para poder montarse sobre él y proseguir la
vida o en este caso la lucha política. Una victoria bien
cobrada al nivel personal supone que nuestro propia
valoración aumenta, nuestro ego crece y nuestra visión del
futuro es mucho más positiva. Pero así como llorar en un
duelo es esperado, gritar, reír, disfrutar y compartir son
emociones que, teóricamente, son necesarias para que
podamos, como se dice en política, cobrar la victoria. Esto,
en general no se ha dado entre nosotros.
Chávez en su papel del el "Grinch",
personaje patético que disfruta robando la navidad a los
niños, nos ha amenazado con volver por su fueros con la
"Reforma", aumenta la persecución de nuestros lideres,
descalifica nuestra victoria y promete medidas
revolucionarias más tajantes. Sus muchachos descartan
nuestra mano extendida en búsqueda de una reconciliación y
se preparan para la guerra. Aún en nuestra propias filas las
dudas, las divisiones, la crítica malsana y las acusaciones
de "chanchullo" y componendas, empañan el triunfo y no se
nos permite atesorar nuestra propia fuerza.
Las llamadas acertadas y
constantes de Baduel de que el "Grinch", está listo para
atacar y que no se debe bajar la guardia en navidad y estar
preparados para el contraataque, nos ponen en ascuas.
No hay duda que la lucha
continúa y que debemos estar preparados para los retos del
2008, que no hay que dormirse en los laureles y que falta
mucho por conquistar al interior de la mayoría democrática
que aún permanece desunida por la desconfianza. Pero todo
esto será más fácil si nuestros dirigentes nos dan una señal
más clara y concreta de que nuestra victoria merece una
celebración incluyente y sin arrogancia, que debemos estar
contentos y profesar un optimismo realista, y que a pesar de
las dificultades hemos contenido al despotismo y estamos en
una mejor posición para avanzar y reconquistar los espacios
de poder que perdimos por nuestra propia torpeza, y así
seguir procurando nuevas pero difíciles victorias para la
democracia frente al totalitarismo estatal. En nuestra
necesaria celebración debemos recordar a Churchill cuando
dijo después de la victoria frente a Hitler en Stalingrado:
"no es el fin; ni siquiera es el comienzo del fin; sino que
quizás sea el fin del comienzo".
PS. Los 50 años del 23 de enero
son un motivo para celebrar ésta como otra de las victorias
de la democracia venezolana
alfredomichelena@gmail.com