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La lucha ideológica en el siglo XXI
por Axel Kaiser
lunes, 1 diciembre 2008


Con el término de la guerra fría a principios de los noventa, gran parte del mundo intelectual liberal y en menor medida también de izquierda tradicional, pareció creer que la lucha por las ideas había terminado con la victoria definitiva del capitalismo democrático. El paradigma de esta mentalidad victoriosa en torno al capitalismo fue la célebre tesis del “fin de la historia”, de Francis Fukuyama. Según Fukuyama, el sistema de mercado y la democracia habían llegado para quedarse definitivamente. Se trataba del triunfo inapelable del esquema del mundo libre no sólo en la práctica, sino también a nivel teórico. Los hechos parecían darle la razón a Fukuyama. Mientras en Europa los regímenes comunistas se desplomaban y comenzaban profundas reformas democráticas y pro mercado, en América Latina se abrazaban las medidas liberales del Consenso de Washington como solución a los estragos causados por el enfoque estatista y la denominada teoría del “desarrollo hacia adentro”.

 En Asia ya era claro que China abrazaba con cada vez mayor intensidad el modelo de desarrollo capitalista que, según Friedman, posiblemente terminaría instalando la democracia en la potencia comunista. Después se sumarían con igual fervor libremercadista países como Vietnam e India los que eran precedidos por el éxito notable  de Japón y Corea del Sur.

Por su parte Rusia comenzaba un dificultoso avance hacia el sistema capitalista y la apertura económica, instaurando elecciones libres por primera vez en su historia.

Todo parecía indicar que con el fin de la guerra fría ya no era necesario continuar defendiendo las ideas liberales, pues el enemigo ideológico, encarnado por el socialismo, se había desmoronado. La consecuencia de ello fue que gran parte de las energías y recursos antes dedicados a promover las ideas de intelectuales como Hayek, Ludwig von Mises, Friedman, Bastiat y otros, se redirigieron hacia los problemas concretos de productividad y políticas públicas. En muchas universidades el pensamiento económico pasó a ser olvidado y reemplazado por cursos de estricto enfoque productivista mientras think tanks liberales abandonaban paulatinamente la lucha de las ideas para dedicarse a las políticas públicas y las recetas macroeconómicas. La creencia de que el sistema capitalista era definitivo, que el consumo calmaría a las masas y que la democracia ya no sería puesta en duda estaba instalada. Se olvidó así el fundamento de los sistemas basados en la libertad, que consiste en el consenso en torno a determinadas ideas.

Una década y media más tarde, con el consenso resquebrajado vemos cómo han reaparecido en América Latina ideas que se pensaban completamente superadas, proyectos socialistas autoritarios y medidas económicas que han probado su fracaso hasta la saciedad. Mientras tanto en el mundo entero una ola de estatismo se apodera de políticos e intelectuales, de la mano del anunciado “fracaso del sistema capitalista”. Naturalmente este último fenómeno se explica por la crisis sub prime, pero sería un error pensar que las ideas antiliberales han resurgido con ella. La verdad es que estas no desparecieron con el fin de la guerra fría y ya habían recobrado vigor, especialmente en América Latina, con anterioridad a la crisis económica.

Así las cosas, en pleno siglo XXI el fantasma estatista amenaza nuevamente las ideas de libertad. Y la única forma de hacerle frente a esta amenaza es recuperando posiciones en la lucha por las ideas, pues como sostuvo Ludwig von Mises, no es ignorando las ideas socialistas como se las derrota, sino refutándolas.

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  Investigador, Instituto Democracia y Mercado


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