No
me refiero a la tesis de Fukuyama. Lamentablemente no. Me
refiero más bien a lo que fue la historia económica exitosa
de nuestro país, esa que comenzó con el gobierno militar y
que progresivamente en el tiempo fue decayendo hasta haber
alcanzado su actual punto de agonía. Si se observa un
gráfico de crecimiento económico la tendencia es evidente:
mientras más ha gobernado la Concertación peor han sido los
resultados.
Hay que reconocer en todo caso
que es una gran cosa el que este proceso de deterioro no
haya sido muchísimo más acelerado. Ha sido más bien
paulatino, pero sistemático.
Usted se preguntará a qué se
debe esta suerte de decadencia. Explicaciones habrá por
todos lados: que la crisis asiática, que el problema
energético, que la economía norteamericana, etc. Pero la
explicación real es bastante más sencilla. Simplemente hemos
venido abandonando la fórmula liberal que nos hizo exitosos.
Y no podía ser distinto. Después de todo no nos gobierna
precisamente una coalición convencida de principios como la
libertad, la iniciativa privada y la responsabilidad
individual. No. Nuestra coalición de gobierno cree en la
sabiduría del Estado, en la igualdad casi a cualquier costo
y desde luego desconfía – por razones ideológicas- de la
propiedad privada. Ahora incluso dudan de algo que habían
hecho medianamente bien: el manejo fiscal responsable. Así
es, nuestra presidenta le pegó finalmente el palo a la
piñata. Y ni siquiera van a ser necesarios los codazos para
agarrar porque hay suficiente para todos. Ya lo dijo el
senador Frei: si nos vamos nos llevamos la caja. (Ahí está
la DC entre los freistas repartidores y los colorines ahora
antiliberales nuevamente pavimentado el camino del desastre
para Chile.)
Lo lamento por el ministro
Andrés Velasco que sabe lo que viene. Una inyección tan
gigantesca de recursos a un aparato público ineficiente y
cada vez más corrupto sólo puede terminar mal. Obviamente ni
la educación ni nada va a mejorar. Lo que si va a haber es
el intervencionismo electoral más feroz de la historia de
Chile como bien sospecha el senador Espina. Y es que
mientras más tiempo se está en el poder más cuesta dejarlo.
Paralelamente el discurso
estatista cobra cada vez más fuerza. Nos quieren convencer
del mito del Estado de bienestar. Típica movida “a la
latinoamericana”para capturar votos por la vía de la
asistencia estatal. ¿No ve que si gana la derecha se le
acaban sus beneficios?
Pero además ha reaparecido la
ideología, esa curiosa fiebre intelectual que inunda la
psiquis con alucinaciones tan falsas como nefastas. Ha
resurgido el espíritu antiliberal y populista de nuestra
izquierda, sin duda potenciado por el efecto Chávez. La
nueva ley de enseñanza anti lucro y anti selección –
totalmente gramsciana por lo demás- es apenas un ejemplo.
Otros son el royalty al salmón o la expropiación de terrenos
a empresas inmobiliarias con fines sociales. Y así vendrán
otros.
En fin, sólo queda rezar para
que realmente exista algo especial en nuestro país, alguna
fuerza misteriosa que nos permita arreglar las cosas. Porque
así como vamos ya podemos preparar la lápida para nuestro
chispazo histórico.
* |
Axel
Kaiser, Investigador asociado Área de Análisis del
Entorno Empresarial, Escuela de Postgrado, Facultad de
Economía y Empresa Universidad Diego Portales. |