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La arremetida antiliberal en América Latina:
el retorno de la ideología.

por Axel Kaiser
lunes, 13 agosto 2007


    Latinoamérica atraviesa hoy por una nueva epidemia de populismo. De la mano de Hugo Chávez el discurso antiliberal – característica congénita del estilo comunicacional de importantes sectores políticos e intelectuales en nuestro continente- ha recobrado fuerzas expandiéndose con mayor o menor intensidad por toda la región. Si bien algunos países como Brasil, Chile, Uruguay y Colombia han logrado mantenerse relativamente al margen de este fenómeno, no por eso han dejado de verse afectados tanto desde el punto de vista de sus relaciones internacionales – véase el caso de Brasil con el gas Boliviano o los problemas de Colombia con el apoyo implícito del régimen de Chávez a las FARC - como de las discusiones políticas internas. Ello se debe en parte fundamental a la simpatía que el “socialismo del siglo XXI” despierta en políticos e intelectuales afines a sectores de izquierda. Así  Chile por ejemplo, atravesó la que hasta ese momento fue una de las peores crisis internas de la coalición gobernante a raíz de la intención de la presidenta Bachelet de otorgar su voto a Venezuela para integrar el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. La decidida oposición del partido demócrata cristiano a las intenciones del partido socialista, en el cual milita la presidenta Bachelet, generó tensiones que incluso amenazaron la convivencia de estos partidos dentro de la coalición de gobierno.

En Argentina la simpatía por el proyecto de Hugo Chávez refleja algo más que mera conveniencia económica: cierta sincronía ideológica antiliberal.

En efecto, más allá de los rasgos populistas más moderados del presidente Kirchner, lo cierto es que desde el ejercicio del poder ha seguido un programa de gobierno claramente antiliberal, impulsando políticas de control de precios, prohibición de exportaciones, hostilidad hacia las inversiones extranjeras y un aumento exponencial del gasto público, todo lo cual sugiere la presencia de un sesgo ideológico estatitsta que trasciende la exclusiva necesidad del reparto como fórmula para mantener la adhesión ciudadana. Sin embargo, la realidad del país trasandino dista bastante de lo que ocurre en Venezuela. A diferencia de esta última, no es posible advertir en Argentina alguna intención de concentración del poder total por parte del gobierno, sin perjuicio de la existencia de prácticas antidemocráticas como el hostigamiento a los medios de prensa.

Distinta es la situación de Ecuador y Bolivia. En estos países, hoy con serios problemas de estabilidad institucional, el curso de los acontecimientos tiende a emular la huella del proceso venezolano a tal punto que el desarrollo de los hechos parece a ratos dirigido directamente por el presidente Hugo Chávez .

La crisis política desatada en Ecuador por la destitución de miembros de la asamblea legislativa opositores al gobierno, las intenciones del presidente Correa de establecer controles a los medios de comunicación y la creación de una asamblea constituyente para instaurar una nueva constitución para así “refundar” la república ecuatoriana, sugieren la existencia de un programa de concentración del poder en acción similar a lo ocurrido en el caso venezolano.

De otra parte, la sistemática campaña en contra de la propiedad privada en Bolivia con la nacionalización de recursos naturales y amenazas concretas de expropiación de tierras agrícolas presenta un inconfundible sello bolivariano. A ello se suma, tal como en el caso ecuatoriano, la propuesta para la creación de una nueva constitución sometida a referéndum popular, la cual tendrá por objeto la “refundación” de la República de Bolivia.

Los ejemplos que permiten establecer la relación entre el proceso venezolano, el boliviano y ecuatoriano son abundantes. Estos sugieren una sincronía estructural que no puede ignorarse. Sugieren, en otras palabras, la existencia de un plan.

 Este nuevo fenómeno que es se ha denominado “bolivarianismo”, ha sido calificado por diversos analistas simplemente como populismo o bien  neopopulismo, conceptos ambos difíciles de precisar, pero que generalmente suelen diferenciarse de los movimientos de carácter ideológico entre otras cosas porque mientras en las ideológicas es la estructura teórica aquello que define su carácter de tal, en el populismo la figura central es el líder carismático.

No parece ser ese el caso. Dadas las características del fenómeno, resulta más apropiado pensar que hoy en sectores considerables de Latinoamérica estamos presenciando - con una fuerte dosis de populismo como es característico a estos fenómenos- a un resurgimiento de la ideología. Todo indica que la denominada “revolución bolivariana” responde a un programa predefinido en función de fórmulas a priori que difícilmente pueden considerarse meras improvisaciones populistas. El dramático y a la vez efectivo proceso de concentración del poder llevado a cabo en Venezuela da cuenta de la existencia de un cronograma definido con anticipación y gran destreza política, cuyo fin es la  dominación de todas las áreas relevantes en la vida de los venezolanos.

Al igual que movimientos como el nacional socialista en la Alemania de la década del veinte y treinta o del fascista italiano, el movimiento bolivariano se perfiló como respuesta a la situación angustiante de las masas populares, ofreciendo una solución definitiva a sus problemas. Como el nazismo, el fascismo y el comunismo, el socialismo nacionalista bolivariano surge de la mano de un líder carismático capaz de seducir a las masas para hacerse del poder no solo con el fin de conservarlo, sino con el fin de transformar radicalmente la realidad social, económica y cultural de un país. Es decir, de realizar una obra“refundacional”, para lo cual la transformación constitucional resulta imprescindible en orden a proveer un marco jurídico a la medida de las pretensiones de quien detenta el poder. Precisamente este proceso de consecución del poder como paso ineludible para la construcción  de modelos ideales y excluyentes de sociedad nos permite ubicarnos en el contexto ideológico, pues si hay algo que caracteriza a la ideología es su necesidad de realizarse desde el poder político a cualquier costo.

Las transformaciones efectuadas primero  en la estructura  política, económica y luego social y cultural en Venezuela reúnen todas las condiciones para ser ubicadas dentro de la lógica totalitaria de la cual, como es sabido, no escapa ningún aspecto de la vida social de un país. Las nuevas arremetidas del régimen de Chávez en contra de la educación privada y su intento por establecer programas oficiales de adoctrinamiento son claras manifestaciones de lo anterior. Hoy incluso expresiones culturales básicas como exposiciones artísticas en museos, obras musicales y otras se están viendo sometidas a una intervención estatal cuyo objetivo es la transmisión de un mensaje único acorde con el pensamiento oficial.

Todo ello se ha realizado de la mano de profundas modificaciones a la estructura jurídica del país de una forma que recuerda el modus operandi de los regímenes totalitarios del siglo pasado. La consecuencia ha sido el atropello del derecho a la propiedad privada, partiendo por el latifundio declarado inconstitucional por el artículo 307 de la nueva constitución venezolana. Pero además se ha restringido sistemáticamente la libertad de expresión por la vía de leyes mordaza, clausura de medios de comunicación y el establecimiento de delitos de desacato. Así el artículo 147 del nuevo Código Penal venezolano por ejemplo establece que “ quien ofendiere de palabra o por escrito, o de cualquier otra manera irrespetare al Presidente de la República o quien este haciendo sus veces, será castigado con prisión de seis a treinta meses si la ofensa fuere grave, y con la mitad de esta si fuere leve”.

Se suma a lo anterior restricciones a la libertad de movimiento de las personas, hostigamiento permanente a opositores, control del poder judicial por el ejecutivo, nuevas facultades concedidas al presidente para legislar por decreto – formula típica de regímenes autoritarios- y militarización de sectores de la sociedad civil.

La reducción de la libertad individual en todo sentido se ha efectuado así bajo un manto de aparente legitimidad jurídica, la que en última instancia expresaría supuestamente la voluntad mayoritaria.

El cuadro analizado permite sostener hoy sin ambigüedades, que el régimen venezolano es de tipo autocrático y se encuentra en una fase de consolidación definitiva del poder total. El tránsito es, dadas sus características, hacia un sistema al estilo cubano, en el cual por lo demás el líder venezolano ha declarado abiertamente encontrar su inspiración. Dicho en forma más clara, en América Latina se está consolidando el primer régimen totalitario en el mundo después del fin de la guerra fría. Un régimen cuya duración es tan incierta como sus consecuencias sobre la estabilidad regional.

Ahora bien, esta nueva ideología de tipo nacional socialista implementada en Venezuela ha encontrado apoyo en forma más o menos explicita prácticamente a lo largo de todo el continente. Potenciada por el antinortemaricanismo que tradicionalmente han abrazado sectores políticos e intelectuales latinoamericanos, la retórica antiliberal se ha intensificado a niveles sin precedentes en las últimas dos décadas. Ello ha derivado en una presión cada vez mayor para reducir progresivamente espacios de libertad económica en pos de la expansión del Estado. El caso chileno ilustra perfectamente lo anterior. A pesar de haber sido por varios años la economía de mejor funcionamiento en América Latina, en los últimos años el Estado se ha expandido a un ritmo cada vez más acelerado, lo cual se explica por las intenciones de una parte considerable de la coalición gobernante  de construir un Estado de bienestar al estilo europeo. La consecuencia ha sido un desplome de la inversión del orden del 10% del PIB, así como una drástica desaceleración del crecimiento económico a pesar de contar con niveles récord en el precio del cobre y otras materias primas que constituyen la principal fuente de ingresos del país. Pero más allá del propósito por transitar hacia un Estado interventor – incompatible con el modelo liberal que Chile exitosamente había seguido hasta el momento- los hechos demuestran una nueva hostilidad típicamente ideológica hacia el sector privado. Un ejemplo lo constituye la nueva ley promovida por el gobierno en virtud de la cual los clubes deportivos privados se ven obligados a facilitar gratuitamente el uso de sus instalaciones a alumnos de colegios públicos. Aun más alarmante es la iniciativa legal, también del gobierno, de forzar a las empresas inmobiliarias a donar el 5% de sus terrenos para la construcción de viviendas sociales, o bien pagar el equivalente en dinero. Y últimamente se ha sumado la intención del partido socialista de aplicar un royalty a la producción salmonera, una de las principales actividades económicas del país, a pesar de no tratarse de un recuso no renovable.

En Perú de otra parte, a pesar de las pretensiones moderadas del presidente García, un sector considerable de la población y de la elite política ha sido seducida por el agresivo discurso de Ollanta Humala, quien a pesar de haberse desperfilado luego de la elección presidencial, podría reaparecer ya sea como un factor de ingobernabilidad del país, o bien como un potencial próximo candidato a la presidencia.

El cuadro latinoamericano presenta así voces cada vez más frecuentes en contra del sistema “neoliberal”, ya sea en el contexto de proyectos derechamente ideológicos como el caso de Venezuela y los países que se encuentran bajo su esfera de influencia,  por la vía de la aplicación fragmentaria de políticas antiliberales como el caso argentino, o bien  de manera más sutil como el caso chileno. Independientemente de la forma o la intensidad en que se manifieste este fenómeno, lo concreto es que la región presenta una renovada corriente antiliberal como denominador común.

La contribución del régimen de Chávez no ha sido menor en ese sentido. Con su intervensionismo directo y excesivo protagonismo ha favorecido la generación de un clima hostil a la iniciativa privada, a la inversión extranjera y en general a la libertad económica,  reposicionando de paso al Estado como la figura central.

 Sólo el tiempo podrá dar cuenta del real alcance de esta nueva arremetida antiliberal en América Latina. Lo concreto es que, por el momento, la libertad se encuentra en retirada.

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  Axel Kaiser, Investigador asociado Área de Análisis del Entorno Empresarial, Escuela de Postgrado, Facultad de Economía y Empresa Universidad Diego Portales.


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