Chile
se encuentra al borde del fracaso. Fracaso que consiste en
no haber tenido la inteligencia ni el coraje para haber dado
el último empujón hacia el desarrollo del que hemos estado
tan cerca todo este tiempo. Después de 20 años de democracia
no fuimos capaces de consolidar la revolución económica
iniciada en el gobierno militar, la que como todo el mundo
sabe nos permitió sacar distancia de los demás países de
esta gran favela que se llama América Latina. Y quienes se
encuentran especialmente llamados a desempeñar tal rol es la
elite de nuestro país. Son ellos quienes tienen las
herramientas para generar los cambios en beneficio de la
mayoría. El fracaso de un país es el fracaso de su elite.
Porque si la elite que cuenta con la educación, el poder
económico y el poder político no lo hace entonces quién lo
hace ¿un Chávez?
Características de nuestra
latinoamericanización son la desigualdad obscena en la
distribución del ingreso, la concentración de la riqueza en
un par de manos, la generalización de la corrupción, la
expansión del estado, el aumento de la delincuencia y el
crecimiento económico mediocre entre otros. Todo esto esta
pasando en Chile mientras la elite, compuesta especialmente
por la nobleza de Estado y quienes pertenecen al estrato
social mas alto, se mantiene indiferente en su día a día. Y
claro, el botín fiscal es más jugoso que nunca, los sueldos
de parlamentarios son equivalentes a los de gerentes de
primera línea, la bolsa ha dado resultados nunca vistos, los
colegios privados funcionan y el Transantiago es un problema
ajeno.
Lo cierto es que la elite de
nuestro país se ha sumido en una autocomplacencia tan
peligrosa como falsa. Y lo peor es que quienes nos gobiernan
apelan a la magia como respuesta a nuestros problemas. Así
es, la magia de que aumentando el tamaño del estado de
pronto se incrementará la felicidad y el bienestar de los
chilenos. La oposición de su parte reclama, pero carece de
propuestas y sobre todo de caras nuevas que resulten
atractivas. Y no porque no existan, sino porque quienes
toman las decisiones aun no se han querido enterar de que su
tiempo como actores absolutos ya pasó. Simplemente ya no lo
lograron. La verdad es que hicieron casi todo mal. Desde no
haber existido como oposición en el gobierno de Lagos – uno
de los peores de la concertación según casi todos los
indicadores objetivos por lo demás - a no haberse puesto de
acuerdo en un candidato para la elección presidencial.
Mi pronóstico es que Chile
finalmente se va a quedar atrás y todo esto no va a haber
sido más que un destello. Y es que cuando la elite económica
y política de un país subdesarrollado olvidando al resto de
la población se sumerge en una lucha frenética por
incrementar sus ventajas, ya no hay nada más que hacer.
Salvo tener cuidado, porque en América Latina
invariablemente la masa de rezagados pasa la cuenta. Muchos
dirán entre risas que en Chile esas cosas no pasan. Mejor no
confiarse demasiado. No vaya a ser que después de todo
descubramos que no somos los ingleses de Latinoamérica, sino
latinoamericanos sin más.
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Axel
Kaiser, Investigador asociado Área de Análisis del
Entorno Empresarial, Escuela de Postgrado, Facultad de
Economía y Empresa Universidad Diego Portales. |