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El reto está echado
Ana Julia Faya
jueves, 14 junio 2007


Presentada en sus inicios como una opción integradora de los países de la región, contrapuesta al Tratado de Libre Comercio impulsado por Estados Unidos —aunque también por más de una veintena de países del Hemisferio—, está en vías hoy de convertirse en instrumento de una visión de gobernabilidad y seguridad opuesta a la que exhibe el sistema interamericano. Las recientes declaraciones de Chávez acerca de la necesidad de crear una especie de federación de países del ALBA, amparados por una junta militar conjunta, así lo confirman.

No fue una simple idea que el delirante Chávez hubiera decidido comentar durante una de sus maratónicas intervenciones públicas. Fue expresada por el mandatario después de concluida en Caracas la primera reunión del Consejo de Ministros del ALBA, donde participaron los ministros de Exteriores de Cuba, Bolivia, Nicaragua y el país anfitrión.

En esta reunión, que dio seguimiento a acuerdos adoptados anteriormente en Barquisimeto, se firmó un memorando de entendimiento para la creación del Banco del ALBA, y se dieron pasos hacia la institucionalización de este "mecanismo de integración" con la creación de los Consejos Presidenciales, Ministeriales y Sociales, y la próxima inauguración de una Secretaría que radicará en la capital venezolana.

Pero si quedaran dudas sobre la unión política y militar de dichos países, fueron disipadas con lo recogido el 7 de junio en primera plana por el diario oficial Granma, posteriormente comentado por los periodistas participantes en el programa televisivo Mesa Redonda.

En la nota de Granma se aseguraba —ya sin citar textualmente al mandatario venezolano— que "es el momento de conformar estrategias de defensa, de adiestramiento y de equipamiento conjuntos, de apoyo militar, inteligencia y contrainteligencia, y preparación de los pueblos para la defensa". Los medios oficiales cubanos, bajo el control del Partido Comunista, del cual —cabe recordar— el general de Ejército y ministro de las FAR, Raúl Castro, es su segundo secretario, daban públicamente el visto bueno a la iniciativa.

Detonante estudiantil

Resulta curioso que el ALBA ha adquirido este carácter de mecanismo de seguridad conjunta cuando en Venezuela el gobierno de Chávez se ha tenido que enfrentar a protestas populares y estudiantiles por la decisión de cerrar una televisora privada. En medio de la radicalización del régimen venezolano, esta afrenta a la libertad de expresión no ha pasado incólume, y se podrían augurar otras manifestaciones en otras circunstancias en las que la represión chavista se hiciera presente, con su consecuente lesión al poder de Chávez en Venezuela.

En el país sudamericano la culpa de la inestabilidad interna ha recaído sobre "el enemigo", de lo cual da prueba la acusación a los estudiantes de ser peones del imperialismo. Para Chávez, "hay que defenderse" de un enemigo que se sitúa en el exterior y que es responsable de cualquier conflicto en esa nación, mientras él se afianza indefinidamente en el poder. Hay que formar alianzas.

En Cuba esto es práctica sistemática desde hace varias décadas, y la actuación del gobierno provisional del general de Ejército Raúl Castro no ha dado muestras de lo contrario: la relación de enfrentamiento perpetuo con Estados Unidos prosigue, y las causas de los conflictos internos se sitúan fuera del territorio nacional, mientras la continuidad del régimen avanza bajo el liderato conjunto del presidente provisional y las orientaciones del Comandante en Jefe.

Más aún, en las últimas semanas, la relativa recuperación de Fidel Castro le ha restituido a la política nacional un tinte de ancien régime, que muchos auguraban estaba a punto de ser transformado. Castro ha logrado de nuevo una presencia nacional e internacional mediante sus constantes editoriales en la prensa, posteriormente comentados en la Mesa Redonda, con una entrevista en ese mismo programa televisivo en la que dice que "no será la última", y con las sesiones de trabajo que ha sostenido con visitantes extranjeros, entre ellos los presidentes Evo Morales, Hugo Chávez y Daniel Ortega, justo después de anunciarse el nuevo desarrollo del ALBA. Pero Fidel Castro sabe que sus días están contados, y ha encontrado una manera de extender su presencia en este mundo con las entelequias políticas de Chávez.

Una idea mesiánica

El ALBA fue una idea fraguada por las mentalidades mesiánicas de Fidel Castro y Hugo Chávez, que rebasaba la mera cooperación entre Estados a partir del cúmulo de necesidades no satisfechas de las sociedades latinoamericanas y caribeñas.

La unión de estas naciones significaría, entre otras cosas, la consolidación de una caricatura de la Gran Colombia de Simón Bolívar, esta vez bajo el liderato de Chávez, e incluiría la muy repetida "heroica resistencia" frente a Estados Unidos, tan cara a sectores sociales de los países del ALBA y de la región. Para Castro, es la manera de mantener su presencia en Latinoamérica y el Caribe después de muerto.

De por sí, el texto de los documentos firmados en diciembre de 2004 en La Habana entre estos dos mandatarios, que ampliaban y modificaban sustantivamente los acuerdos primarios de cooperación de octubre de 2000, ha dado desde entonces importantes indicios de las intenciones integradoras de Castro y Chávez.

A diferencia de los acuerdos de 2000, circunscritos a la cooperación económica, "petróleo por profesionales cubanos", en los de diciembre de 2004 se pasa al ámbito de la alianza política entre las dos naciones. En el texto de los acuerdos se lee acerca de las consideraciones que se tuvieron en cuenta para dar "pasos concretos" hacia la integración bajo el ALBA.

Era un intento de trascender los actuales modelos de integración regionales para, supuestamente, lograr la transformación de las sociedades latinoamericanas mediante la "eliminación de las desigualdades sociales", el fomento de "la calidad de vida y una participación efectiva de los pueblos en la conformación de su propio destino".

En el plano bilateral, la implementación de los acuerdos de 2004 situaba ya al país sudamericano como el principal socio comercial de la Isla y, a cambio, profesionales cubanos quedaban estratégicamente situados en varios sectores del Estado y la sociedad de Venezuela, incluidos sus cuerpos de seguridad. Los intercambios de delegaciones militares, siempre recibidas por Castro, se sucedieron.

No fue sorpresivo, por tanto, que un alto dirigente cubano, el vicepresidente Carlos Lage, declarara en octubre de 2005, en Caracas, que Cuba tenía dos presidentes, Castro y Chávez. Tampoco que el mandatario venezolano respondiera enfático a las declaraciones de Lage diciendo que "Cuba y Venezuela se han unido", y que el mundo debería saber que su destino común estaba "sellado", costase lo que costase.


Se ensancha el círculo

Después de un vertiginoso desarrollo del ALBA, con la incorporación de dos países más, el gobierno provisional de Raúl firmó en enero de 2007 con Venezuela 16 nuevos acuerdos, mediante los cuales la integración de Cuba y el país sudamericano se amplió considerablemente.

Al mismo tiempo, La Habana anunciaba en Nicaragua y Bolivia sustantivos acuerdos de cooperación en materia de salud pública y educación, mientras las asesorías políticas y militares fluían desde las embajadas cubanas en Managua y La Paz, y los militares venezolanos se hacían presentes en la frontera de Bolivia con Brasil, se dijo que para la construcción de infraestructura militar y portuaria.

Un elemento importante de esta "integración" ha sido la notoria campaña sistemática de La Habana —a pesar de los rumores acerca de la falta de empatía entre Chávez y Raúl— por presentar en los medios oficiales a Hugo Chávez como un verdadero "revolucionario", siempre dispuesto a ayudar a la Isla por cualquier medio (petróleo, comida, auxilio ante desastres naturales, construcción de viviendas); pero sobre todo como una víctima "inclaudicable" frente a Estados Unidos, ahora el enemigo común y factor externo de enfrentamiento que resulta vital para legitimar las políticas domésticas de cada uno.

El culto a la personalidad de Chávez en los medios cubanos ha llegado a niveles sin precedentes, incluidas las tres décadas de alianza con el campo socialista y de colaboración con gobiernos de izquierda en América Latina y el Caribe. Durante la enfermedad de Castro, esta presencia de Chávez en la vida pública cubana se hizo más señalada aún, al convertirse en visita frecuente del Comandante durante los días más difíciles de su enfermedad, y significativa para la opinión pública internacional en tanto "vocero oficial" de los partes médicos sobre la salud de Castro que el gobierno provisional de su hermano no daba.

Todo este esfuerzo de propaganda —a contrapelo de los comentarios negativos sobre Chávez, que se dice abundan en corrillos de la Isla— ha perseguido situar a Castro en respaldo de las políticas del gobierno venezolano, y a Chávez, como un líder para Cuba y para la izquierda regional a la altura de Castro, sobre todo para el momento en que el Comandante no esté y su figura no pueda ser reemplazada por la de Raúl o la de ningún otro dirigente de la actual nomenclatura.

Ante esta situación, en vida de Fidel Castro, acuerdos de colaboración militar y de inteligencia y contrainteligencia bajo el ALBA, más la constitución de la ya anunciada confederación de Estados, podrían quedar sellados, tal y como anunció Caracas y secundó La Habana, principales promotores de esta aventura conjunta.

Estabilidad regional en juego

Las consecuencias para la estabilidad regional son incalculables. Ténganse en cuenta dos elementos, entre otros que podrían citarse. El primero, "la estrategia de confrontación permanente con enemigos perpetuos no puede dar buenos resultados", dijo un experto en un artículo reciente, lo cual es válido para la gobernabilidad de cualquier país.

Pero si ese "enemigo" es Estados Unidos, que con su actuación ha brindado a algunos países de América Latina y el Caribe razones para enfrentar sus políticas, su satanización sirve a los propósitos de movilización de un nacionalismo fanático para el mantenimiento en el poder de regímenes autoritarios como los de Cuba y Venezuela.

El segundo elemento son las alianzas de los países del ALBA con actores extrarregionales, las cuales complican la situación de confrontación anterior, siendo la más significativa la desarrollada con Irán. La Habana ha alimentado en los últimos años relaciones estrechas con Teherán, mediante el intercambio de delegaciones políticas, comerciales, diplomáticas y la firma de acuerdos de cooperación que abarcan "todas las esferas" (según dijo el ministro cubano de Exteriores), al tiempo que ha enfatizado en foros multilaterales el derecho de Irán al uso de la energía nuclear.

Aun cuando La Habana ha especificado el derecho de este uso con fines pacíficos, la actual confrontación de Irán con EE UU, sus llamados a la desaparición de Israel y la negación del Holocausto, unido a su participación en el conflicto del Medio Oriente, con el apoyo a grupos violentos y en las guerras de Irak y Afganistán, crean dudas acerca de la declarada voluntad del país persa de no utilizar la energía nuclear con fines bélicos.

La prensa se ha encargado de hacer saber el grado de alianzas de Venezuela con Irán. En el pasado mes de marzo se informó del llamado desde Teherán a que Bolivia, Nicaragua y Ecuador se incorporaran a su "alianza tripartita". El reciente viaje de Daniel Ortega a Irán da indicios de que Nicaragua pudiera haberse hecho eco del mensaje.

Las dificultades domésticas de cada uno de los países integrantes del ALBA para materializar una alianza militar bajo una confederación, son numerosas. Los grados de estabilización y aproximación a políticas radicales de los regímenes de Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua son disímiles, sin contar la posibilidad del ingreso de Ecuador al ALBA, que añadiría otras diferencias y dificultades. Pero la interdependencia creada ya entre estos gobiernos abona el terreno en la dirección que promueven La Habana y Caracas.

Implicaciones después de Castro

De implementarse semejante aventura, muchas serían las implicaciones para la nación cubana y para la clase dirigente sucesora de Fidel Castro. Después de la experiencia de haber participado del gobierno unilateral de Castro por cuarenta años, la actual dirigencia debería iniciar un proceso ordenado de cambios conducente a la disminución de tensiones en sus relaciones exteriores y a una transición democrática que garantizase un desarrollo sustentable a la Isla.

En oposición, de continuar el curso actual, podría enfrentarse a convulsas situaciones al verse arrastrada a hacer suyos conflictos de diferente origen, naturaleza y ubicación geográfica, además de las resistencias que enfrentaría el llamado a esa supuesta unificación transnacional, condenada además a concluir en fracaso.

En cuanto a la población de la Isla, después de cuatro décadas de un régimen totalitario, precisamente cuando se aproxima la oportunidad de diseñar su propio destino por caminos democráticos, estaría de nuevo ante una estructura de confrontación perpetua bajo la cual no existen posibilidades de participación.

Hace dos años pudo parecer impensable la creación de "Cubazuela". Hoy ha sido delineada como federación, que abarcaría cuatro países e implica un pacto militar, de inteligencia y contrainteligencia. El reto a los pilares sobre los cuales se asienta el actual sistema interamericano y de seguridad hemisférica está echado.

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  Artículo publicado originalmente en el portal: www.cubaencuentro.com


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