Presentada
en sus inicios como una opción integradora de los países de
la región, contrapuesta al Tratado de Libre Comercio
impulsado por Estados Unidos —aunque también por más de una
veintena de países del Hemisferio—, está en vías hoy de
convertirse en instrumento de una visión de gobernabilidad y
seguridad opuesta a la que exhibe el sistema interamericano.
Las recientes declaraciones de Chávez acerca de la necesidad
de crear una especie de federación de países del ALBA,
amparados por una junta militar conjunta, así lo confirman.
No fue una simple idea que el delirante Chávez hubiera
decidido comentar durante una de sus maratónicas
intervenciones públicas. Fue expresada por el mandatario
después de concluida en Caracas la primera reunión del
Consejo de Ministros del ALBA, donde participaron los
ministros de Exteriores de Cuba, Bolivia, Nicaragua y el
país anfitrión.
En esta reunión, que dio seguimiento a acuerdos adoptados
anteriormente en Barquisimeto, se firmó un memorando de
entendimiento para la creación del Banco del ALBA, y se
dieron pasos hacia la institucionalización de este
"mecanismo de integración" con la creación de los Consejos
Presidenciales, Ministeriales y Sociales, y la próxima
inauguración de una Secretaría que radicará en la capital
venezolana.
Pero si quedaran dudas sobre la unión política y militar de
dichos países, fueron disipadas con lo recogido el 7 de
junio en primera plana por el diario oficial Granma,
posteriormente comentado por los periodistas participantes
en el programa televisivo Mesa Redonda.
En la nota de Granma se aseguraba —ya sin citar textualmente
al mandatario venezolano— que "es el momento de conformar
estrategias de defensa, de adiestramiento y de equipamiento
conjuntos, de apoyo militar, inteligencia y
contrainteligencia, y preparación de los pueblos para la
defensa". Los medios oficiales cubanos, bajo el control del
Partido Comunista, del cual —cabe recordar— el general de
Ejército y ministro de las FAR, Raúl Castro, es su segundo
secretario, daban públicamente el visto bueno a la
iniciativa.
Detonante estudiantil
Resulta curioso que el ALBA ha adquirido este carácter de
mecanismo de seguridad conjunta cuando en Venezuela el
gobierno de Chávez se ha tenido que enfrentar a protestas
populares y estudiantiles por la decisión de cerrar una
televisora privada. En medio de la radicalización del
régimen venezolano, esta afrenta a la libertad de expresión
no ha pasado incólume, y se podrían augurar otras
manifestaciones en otras circunstancias en las que la
represión chavista se hiciera presente, con su consecuente
lesión al poder de Chávez en Venezuela.
En el país sudamericano la culpa de la inestabilidad interna
ha recaído sobre "el enemigo", de lo cual da prueba la
acusación a los estudiantes de ser peones del imperialismo.
Para Chávez, "hay que defenderse" de un enemigo que se sitúa
en el exterior y que es responsable de cualquier conflicto
en esa nación, mientras él se afianza indefinidamente en el
poder. Hay que formar alianzas.
En Cuba esto es práctica sistemática desde hace varias
décadas, y la actuación del gobierno provisional del general
de Ejército Raúl Castro no ha dado muestras de lo contrario:
la relación de enfrentamiento perpetuo con Estados Unidos
prosigue, y las causas de los conflictos internos se sitúan
fuera del territorio nacional, mientras la continuidad del
régimen avanza bajo el liderato conjunto del presidente
provisional y las orientaciones del Comandante en Jefe.
Más aún, en las últimas semanas, la relativa recuperación de
Fidel Castro le ha restituido a la política nacional un
tinte de ancien régime, que muchos auguraban estaba a punto
de ser transformado. Castro ha logrado de nuevo una
presencia nacional e internacional mediante sus constantes
editoriales en la prensa, posteriormente comentados en la
Mesa Redonda, con una entrevista en ese mismo programa
televisivo en la que dice que "no será la última", y con las
sesiones de trabajo que ha sostenido con visitantes
extranjeros, entre ellos los presidentes Evo Morales, Hugo
Chávez y Daniel Ortega, justo después de anunciarse el nuevo
desarrollo del ALBA. Pero Fidel Castro sabe que sus días
están contados, y ha encontrado una manera de extender su
presencia en este mundo con las entelequias políticas de
Chávez.
Una idea mesiánica
El ALBA fue una idea fraguada por las mentalidades
mesiánicas de Fidel Castro y Hugo Chávez, que rebasaba la
mera cooperación entre Estados a partir del cúmulo de
necesidades no satisfechas de las sociedades
latinoamericanas y caribeñas.
La unión de estas naciones significaría, entre otras cosas,
la consolidación de una caricatura de la Gran Colombia de
Simón Bolívar, esta vez bajo el liderato de Chávez, e
incluiría la muy repetida "heroica resistencia" frente a
Estados Unidos, tan cara a sectores sociales de los países
del ALBA y de la región. Para Castro, es la manera de
mantener su presencia en Latinoamérica y el Caribe después
de muerto.
De por sí, el texto de los documentos firmados en diciembre
de 2004 en La Habana entre estos dos mandatarios, que
ampliaban y modificaban sustantivamente los acuerdos
primarios de cooperación de octubre de 2000, ha dado desde
entonces importantes indicios de las intenciones
integradoras de Castro y Chávez.
A diferencia de los acuerdos de 2000, circunscritos a la
cooperación económica, "petróleo por profesionales cubanos",
en los de diciembre de 2004 se pasa al ámbito de la alianza
política entre las dos naciones. En el texto de los acuerdos
se lee acerca de las consideraciones que se tuvieron en
cuenta para dar "pasos concretos" hacia la integración bajo
el ALBA.
Era un intento de trascender los actuales modelos de
integración regionales para, supuestamente, lograr la
transformación de las sociedades latinoamericanas mediante
la "eliminación de las desigualdades sociales", el fomento
de "la calidad de vida y una participación efectiva de los
pueblos en la conformación de su propio destino".
En el plano bilateral, la implementación de los acuerdos de
2004 situaba ya al país sudamericano como el principal socio
comercial de la Isla y, a cambio, profesionales cubanos
quedaban estratégicamente situados en varios sectores del
Estado y la sociedad de Venezuela, incluidos sus cuerpos de
seguridad. Los intercambios de delegaciones militares,
siempre recibidas por Castro, se sucedieron.
No fue sorpresivo, por tanto, que un alto dirigente cubano,
el vicepresidente Carlos Lage, declarara en octubre de 2005,
en Caracas, que Cuba tenía dos presidentes, Castro y Chávez.
Tampoco que el mandatario venezolano respondiera enfático a
las declaraciones de Lage diciendo que "Cuba y Venezuela se
han unido", y que el mundo debería saber que su destino
común estaba "sellado", costase lo que costase.
Se ensancha el círculo
Después de un vertiginoso desarrollo del ALBA, con la
incorporación de dos países más, el gobierno provisional de
Raúl firmó en enero de 2007 con Venezuela 16 nuevos
acuerdos, mediante los cuales la integración de Cuba y el
país sudamericano se amplió considerablemente.
Al mismo tiempo, La Habana anunciaba en Nicaragua y Bolivia
sustantivos acuerdos de cooperación en materia de salud
pública y educación, mientras las asesorías políticas y
militares fluían desde las embajadas cubanas en Managua y La
Paz, y los militares venezolanos se hacían presentes en la
frontera de Bolivia con Brasil, se dijo que para la
construcción de infraestructura militar y portuaria.
Un elemento importante de esta "integración" ha sido la
notoria campaña sistemática de La Habana —a pesar de los
rumores acerca de la falta de empatía entre Chávez y Raúl—
por presentar en los medios oficiales a Hugo Chávez como un
verdadero "revolucionario", siempre dispuesto a ayudar a la
Isla por cualquier medio (petróleo, comida, auxilio ante
desastres naturales, construcción de viviendas); pero sobre
todo como una víctima "inclaudicable" frente a Estados
Unidos, ahora el enemigo común y factor externo de
enfrentamiento que resulta vital para legitimar las
políticas domésticas de cada uno.
El culto a la personalidad de Chávez en los medios cubanos
ha llegado a niveles sin precedentes, incluidas las tres
décadas de alianza con el campo socialista y de colaboración
con gobiernos de izquierda en América Latina y el Caribe.
Durante la enfermedad de Castro, esta presencia de Chávez en
la vida pública cubana se hizo más señalada aún, al
convertirse en visita frecuente del Comandante durante los
días más difíciles de su enfermedad, y significativa para la
opinión pública internacional en tanto "vocero oficial" de
los partes médicos sobre la salud de Castro que el gobierno
provisional de su hermano no daba.
Todo este esfuerzo de propaganda —a contrapelo de los
comentarios negativos sobre Chávez, que se dice abundan en
corrillos de la Isla— ha perseguido situar a Castro en
respaldo de las políticas del gobierno venezolano, y a
Chávez, como un líder para Cuba y para la izquierda regional
a la altura de Castro, sobre todo para el momento en que el
Comandante no esté y su figura no pueda ser reemplazada por
la de Raúl o la de ningún otro dirigente de la actual
nomenclatura.
Ante esta situación, en vida de Fidel Castro, acuerdos de
colaboración militar y de inteligencia y contrainteligencia
bajo el ALBA, más la constitución de la ya anunciada
confederación de Estados, podrían quedar sellados, tal y
como anunció Caracas y secundó La Habana, principales
promotores de esta aventura conjunta.
Estabilidad regional en juego
Las consecuencias para la estabilidad regional son
incalculables. Ténganse en cuenta dos elementos, entre otros
que podrían citarse. El primero, "la estrategia de
confrontación permanente con enemigos perpetuos no puede dar
buenos resultados", dijo un experto en un artículo reciente,
lo cual es válido para la gobernabilidad de cualquier país.
Pero si ese "enemigo" es Estados Unidos, que con su
actuación ha brindado a algunos países de América Latina y
el Caribe razones para enfrentar sus políticas, su
satanización sirve a los propósitos de movilización de un
nacionalismo fanático para el mantenimiento en el poder de
regímenes autoritarios como los de Cuba y Venezuela.
El segundo elemento son las alianzas de los países del ALBA
con actores extrarregionales, las cuales complican la
situación de confrontación anterior, siendo la más
significativa la desarrollada con Irán. La Habana ha
alimentado en los últimos años relaciones estrechas con
Teherán, mediante el intercambio de delegaciones políticas,
comerciales, diplomáticas y la firma de acuerdos de
cooperación que abarcan "todas las esferas" (según dijo el
ministro cubano de Exteriores), al tiempo que ha enfatizado
en foros multilaterales el derecho de Irán al uso de la
energía nuclear.
Aun cuando La Habana ha especificado el derecho de este uso
con fines pacíficos, la actual confrontación de Irán con EE
UU, sus llamados a la desaparición de Israel y la negación
del Holocausto, unido a su participación en el conflicto del
Medio Oriente, con el apoyo a grupos violentos y en las
guerras de Irak y Afganistán, crean dudas acerca de la
declarada voluntad del país persa de no utilizar la energía
nuclear con fines bélicos.
La prensa se ha encargado de hacer saber el grado de
alianzas de Venezuela con Irán. En el pasado mes de marzo se
informó del llamado desde Teherán a que Bolivia, Nicaragua y
Ecuador se incorporaran a su "alianza tripartita". El
reciente viaje de Daniel Ortega a Irán da indicios de que
Nicaragua pudiera haberse hecho eco del mensaje.
Las dificultades domésticas de cada uno de los países
integrantes del ALBA para materializar una alianza militar
bajo una confederación, son numerosas. Los grados de
estabilización y aproximación a políticas radicales de los
regímenes de Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua son
disímiles, sin contar la posibilidad del ingreso de Ecuador
al ALBA, que añadiría otras diferencias y dificultades. Pero
la interdependencia creada ya entre estos gobiernos abona el
terreno en la dirección que promueven La Habana y Caracas.
Implicaciones después de Castro
De implementarse semejante aventura, muchas serían las
implicaciones para la nación cubana y para la clase
dirigente sucesora de Fidel Castro. Después de la
experiencia de haber participado del gobierno unilateral de
Castro por cuarenta años, la actual dirigencia debería
iniciar un proceso ordenado de cambios conducente a la
disminución de tensiones en sus relaciones exteriores y a
una transición democrática que garantizase un desarrollo
sustentable a la Isla.
En oposición, de continuar el curso actual, podría
enfrentarse a convulsas situaciones al verse arrastrada a
hacer suyos conflictos de diferente origen, naturaleza y
ubicación geográfica, además de las resistencias que
enfrentaría el llamado a esa supuesta unificación
transnacional, condenada además a concluir en fracaso.
En cuanto a la población de la Isla, después de cuatro
décadas de un régimen totalitario, precisamente cuando se
aproxima la oportunidad de diseñar su propio destino por
caminos democráticos, estaría de nuevo ante una estructura
de confrontación perpetua bajo la cual no existen
posibilidades de participación.
Hace dos años pudo parecer impensable la creación de "Cubazuela".
Hoy ha sido delineada como federación, que abarcaría cuatro
países e implica un pacto militar, de inteligencia y
contrainteligencia. El reto a los pilares sobre los cuales
se asienta el actual sistema interamericano y de seguridad
hemisférica está echado.
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Artículo
publicado originalmente en el portal:
www.cubaencuentro.com |