Agnosticismo
por Alexis Márquez Rodríguez
domingo, 4 abril 2004

                                                  A la Dra. Esther Waksol, ex alumna y querida amiga.

La palabra ateo no es, per se, peyorativa. Sin embargo, es muy frecuente que a ciertas personas les resulte un poco violento o penoso definirse como ateos, y prefieren autocalificarse de agnósticos, seguramente porque este vocablo les parece menos duro y chocante. Pero ateo y agnóstico, o mejor, ateísimo y agnosticismo no son lo mismo.

En efecto, ateo es el que niega la existencia de Dios, y ateísmo la doctrina en que se fundamenta su incredulidad. Más que de una doctrina propiamente, en realidad se trata de una actitud, que puede darse dentro de cualquier cultura, independientemente de la religión que predomine en ella, si es el caso.

En cambio, el agnosticismo es una doctrina filosófica, según la cual ³es inaccesible al entendimiento humano todo conocimiento de lo divino y de lo que trasciende la experiencia² (DRAE). Es decir, el agnóstico, a diferencia del ateo, no niega necesariamente la existencia de Dios, y hasta puede creer en ella, pero  sostiene que lo trascendente, o sea, lo que está más allá de la experiencia, es imposible de probar, y en consecuencia, la existencia de Dios, que es, por definición, un ente trascendente, escapa a toda posibilidad de prueba o evidencia. El agnosticismo se fundamenta en el empirismo, es decir, en la idea de que todo conocimiento tiene su base y su origen en la experiencia de los sentidos. Por supuesto, probar la existencia de Dios es tan imposible como probar su inexistencia. Con lo que queda en pie que la creencia en Dios es una cuestión de fe, y la actitud contraria, la afirmación de que Dios no existe, es una simple opinión.

El primero en emplear el moderno concepto de agnosticismo fue el naturalista  inglés Thomas H. Huxley, en 1869, en su libro Collected Essays. En él sostenía que ningún conocimiento puede sostenerse si no es sobre una base científica, y por tanto empírica y racional. Particularmente negaba tales fundamentos a la metafísica y a la teología, y en general a toda especulación religiosa. Uno de sus propósitos era defender el evolucionismo de Charles Darwin, de quien era entrañable amigo, contra los ataques que contra este había  hecho la iglesia.

Sin embargo, el agnosticismo como doctrina, aún sin ese nombre, existía ya desde la Antigüedad. Aunque no debe identificarse el escepticismo griego de Pirrón de Elis y Timón de Flionte (conocido también como Tmón el Silógrafo) con el agnosticismo, entre ellos existe una evidente relación, si bien el escepticismo va, como doctrina filosófica, mucho más lejos que el agnosticismo. También en la Edad Media, y aun dentro de corrientes filosóficas cristianas, hubo posiciones agnósticas, en el sentido de reivindicar el conocimiento de Dios mediante la mística y la fe, ante la imposibilidad, que reconocían,  de su comprobación científica. Tal es el caso del principio de la ³docta ignorancia², de Nicolás de Cusa, filósofo cristiano del siglo XV considerado con razón como uno de los más conspicuos predecesores e inductores del pensamiento renacentista.

Huxley emplea la palabra agnosticismo por oposición a gnosticismo, término que engloba diversas corrientes filosóficas, que tenían  en común la creencia en un conocimiento esotérico, que no se obtenía por la observación, ni por el raciocinio, ni por el estudio, sino mediante la revelación divina. Agnosticismo deriva de agnóstico, y este del griego agnostos, que significa ignoto, desconocido. El vocablo es nuevo en el Castellano. Corominas lo documenta, a partir de gnóstico, en el siglo XX. Sin embargo, agnosticismo aparece en el DRAE ya en su edición de 1899, gnosticismo en la de 1884 y gnóstico desde la de 1869. Por su parte, ateo y ateísmo aparecen ya en el Diccionario de Autoridades (1726). Pero atheo, así, con th, es más antiguo, pues lo hallamos en el fastuoso Tesoro de don Sebastián de Covarrubias, descrito, por supuesto, desde su posición de sacerdote católiico, por lo demás con mucha gracia y donosura: ³atheo: el que no reconoce a Dios ni le confiessa, que es gran insipiencia; (Š) Necio es, pues por las cosas visibles y por el discurso natural no rastrea aver una suprema deidad, un principio, una divina esencia, lo cual alcançaron todos los filósofos con sola la lumbre natural; y es ingrato, pues no quiere reconocer a Dios, de quien tiene el ser, el vivir, el sustento; y assí  por ser un gran desatino, no osan publicarlo, sino allá dentro de su pecho lo conciben y lo tienen secreto, aunque con las obras malas lo den casi a conocer. (Š)².
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