Empiezo diciendo que me gusta,
contra la manía China de cambiar las vainas, seguir
llamando Pekín al ahora Beijing de nuestros relativos
fracasos deportivos y digo relativos, porque quienes no
viajaron de asomados en la numerosa delegación, hicieron
su esfuerzo encomiable, como los de otro centenar de
naciones que tampoco aparecen entre los merecedores de
medallas.
Tengo la sospecha que para lograr medallas se necesita ser
habitante de alguno de los dos tipos de países que las
acumulan. O bien son de regimenes totalitarios, como el de
Cuba, que disciplinan a miles de atletas para lograr
vender su prestigio, a falta de bienestar de sus
habitantes -- y así fue sobre todo el caso de la vieja
URSS, Alemania Oriental etc-- o bien por el contrario los
triunfos se acumulan en naciones densamente pobladas, con
selección darwiniana entre miríadas de potenciales
campeones, hijos de bien papeados por varias generaciones,
con altísimo bienestar material y cultural, donde el
deporte amateur ocupa a millones de satisfechos
ciudadanos, que ademas se dan el lujo de competir por
vocación y tener mecenas patrocinantes.
El fenómeno deportivo Chino se debería según esta lógica,
a que ellos resultan ser el país síntesis de todas las
ventajas. Es el más densamente poblado, con la cuarta
parte de la población mundial en su territorio, donde la
selección de los más aptos es de 10 a uno comparado con
USA p.e. China, que mantiene un régimen policial del
partido Comunista, conoce sin embargo, desde hace 20 años,
el mayor boom de crecimiento económico capitalista, sin
precedentes en la historia humana y con ello logros ya
sensibles en la calidad de vida de centenares de millones
de sus ciudadanos, y por si les faltara algo, esos chinos
maceraron por siglos una cultura de esfuerzo y de
tenacidad, a lo que les obligó la sobre vivencia, en medio
del caos o las hambrunas periódicas.
Viene a cuento una anécdota absolutamente cierta de mi
pueblito, donde una maestra preguntó a niños de primaria,
con motivo del primero de Mayo, que definieran
"trabajador" y varios escribieron: UN CHINO.
Lo dicho me obliga a explicar que en las naciones de
regímenes totalitarios de hambreados ciudadanos, aquellos
que lograban y logran zafarse de las privaciones, con
altísima disciplina personal, con infancia y adolescencia
arruinadas e invertidas en dar el bendito salto o lograr
el forzudo lanzamiento o veloz carrerón, alcanzan incluso
el peldaño social de pertenecer a una élite privilegiada,
donde incluso sus familias se convierten también en
comensales de exquisiteces.
Quien haya trajinado, como me tocó, por la Rumania de
Ceacescu, a mediados de los ochenta, sabría porque en
medio de aquella horrenda nube de humo de chimeneas
industriales, en aquellas ciudades penosas y grises, podía
surgir una Nadia Comaneci, quien no siendo una sapa de la
policía política o un parásito del partido gobernante, el
atletismo pudo hasta hacer de ella el portento de
gimnasta, con el pecho lleno de medallas de oro, sobre
todo porque esclavizó su infancia, de la mano de
entrenadoras del gobierno, que por estricto interés de
política de estado cuidó sin embargo de su bienestar.
En el mundo entero se hablaba de Nadia Comaneci, la
RUMANA, y no de los miles que morían famélicos en las
cárceles y bajo las torturas del genocida Ceacescu.
Vean como tengo razón, cuando puedo garantizarles que en
estos días solo se mencionará a CUBA y a CHINA por sus
portentosos logros deportivos.
China se pasó. Seguramente se ahogarán en la marea de
admiración por el NIDO y la magistral inauguración y logro
de sus atletas, las apagadas voces que recuerden que los
chinos, a pesar del vértigo de crecimiento capitalista de
su economía, siguen al igual que en los últimos 3000 años
bajo las secuelas de la ignominia del totalitarismo.
Yo anduve, en mis años mozos, instigando el derrumbe del
imperio rojo ruso y como extranjero, siempre de paso,
compraba en las tiendas en dólares. Alli solo veías, ante
mostradores repletos de exquisiteces, ademas de turistas,
a militares, burócratas con chofer y por supuesto a
atletas.
Para referirme a nuestro caso, supongo también que el
acumular atletas implica, si no la búsqueda desesperada de
la arepa grande, no se… quizá, una cultura del esfuerzo,
en lo que tampoco destacamos.
De manera que, más que lamentar no ganar medallas,
deberíamos felicitar a todos los que con excepcional
disciplina lograron llegar hasta las clasificaciones. No
son ningunos héroes, pero si merecen nuestra estima y
reconocimiento, porque en la mayoría de los casos, lo que
han logrado es sin el apoyo, ni ayudas del poder público.
Pero quisiera salirme rápidamente del cartabón que pudiera
caricaturizar lo que realmente pienso sobre el gigante
asiático, llamado a convertirse en la principal potencia
mundial a mediados de este siglo.
Con ello estoy diciendo que más les vale a muchos de
nuestros jóvenes tratar de aprender, ademas del inglés, la
lengua china culta: el mandarin, porque serán estas las
lenguas dominantes de los negocios y proveedoras de los
mejores empleos futuros.
La gran potencia China terminará siendo, en una o dos
décadas, el país democrático mas poderoso de todos los
tiempos, porque sencillamente el mercado, la
competitividad y la movilidad social de sus habitantes,
que usufructuarán la pequeña mediana y gran propiedad
privada, le abrirán indefectiblemente paso a las formas
mas civilizadas de lograr los equilibrios políticos,
basándose en instituciones fuertes. Infiero por supuesto
que es el camino inverso al nuestro, donde el locario
envilece las instituciones y revienta el desarrollo del
mercado y de la propiedad privada.
La apoteosis olímpica que los chinos ya lograron, resulta
de la suma de demasiados factores, entre ellos que
mantuvieron alejado a Chávez, de sus asiduas visitas
ladillosas y porque debe ser cierto también que la pava de
Chávez es insignificante para malograr eventos de ese
calibre. De todas formas estoy convencido que los chinos
buscaron la manera de evitar su visita por estos días, por
aquello "de que vuela vuelan".
franceschi1947@gmail.com