En la última década América del Sur ha ido
evidenciando de manera cada vez más clara una profunda
crisis de la política, por más que ésta se reivindicó
parcialmente luego del colapso de los regímenes autoritarios
de los años sesenta y setenta. Reivindicación frágil por
cuanto no supo asumir oportuna y cabalmente el desafío de
modernizarse y volverse eficiente, prefiriendo en cambio
retomar antiguas prácticas de clientelismo que ya no se
avenían con los formidables procesos de transformación
económica que comenzarían a verificarse de manera extendida
en los inicios de los años noventa.
Es inquietante como los partidos políticos
han sido sobrepasados en cuanto la democracia, la cual para
su normal funcionamiento necesita de partidos sólidos como
entidades mediadoras y canalizadoras de las inquietudes
públicas de la población. En la región se percibe, en
general, a los partidos políticos como negativos, como
núcleos de luchas intestinas, incapaces de diseñar políticas
consistentes y con inclinaciones corruptas.
Esto ha ido consolidando, en varios países,
un sentimiento contrario a los partidos, tanto en el nivel
de las elites intelectuales como en el electorado en
general. Protagonistas de un proceso de farandulización de
la política (en cuanto se ven sobrepasados por la creciente
importancia de los medios de comunicación), los partidos han
contribuido en algunos países al debilitamiento de la
democracia y de la credibilidad del sistema institucional,
favoreciendo directa o indirectamente los liderazgos
populistas, que se dan en un escenario donde el ritual
electoral se mantiene sólo como un revestimiento formal de
estilos autoritarios de gobierno.
En este contexto se presentan agudos
problemas sociales, respecto de los cuales los gobiernos no
son percibidos con capacidad para resolverlos, lo que afecta
a la credibilidad de las instituciones. Esto da lugar a
extendidas movilizaciones de protesta sin características
ideológicas significativas que expresan más bien un estado
de ánimo con mezcla de ira y frustración. Si los partidos
políticos están afectados por una crisis de
representatividad lo más probable es que se termine en una
crisis de gobernabilidad.
Otro factor de Alerta en las señales de
inestabilidad de la región es la corrupción. Ella es uno de
los factores que pone en peligro la estabilidad de las
democracias y es un obstáculo insalvable para garantizar la
gobernabilidad de los países y la seguridad de las
sociedades involucradas. Conjuntamente con los costos
económicos y sociales que ella acarrea, las consecuencias
políticas son también graves en tanto la corrupción del
sector público pone en juicio la credibilidad y legitimidad
de los gobiernos.
La corrupción puede llegar, si se generaliza
en una sociedad, a transformarse en un factor de amenaza
para la estabilidad del propio sistema institucional, en
cuanto compromete conductas que tienden a desviar el normal
y correcto ejercicio del poder político, del poder
legislativo, de los servicios judiciales y/o de las
instancias económicas-institucionales.
La característica más problemática que
presenta, es que no siempre es posible visualizar conductas
jurídicamente delictivas o que puedan efectivamente
probarse, quedando a veces la duda -cuando se hace visible
en parte - si se trata de ilícitos penales, civiles o
meramente administrativos. La corrupción es una especie de
delincuencia subterránea frente a la cual la sociedad sólo
reacciona cuando el problema alcanza la magnitud de una
crisis generalizada.
En definitiva, América del Sur ofrece una
larga tradición de esquemas estatistas, muchas veces
agudizados con dosis de populismo. En estas experiencias ha
quedado en evidencia que la sobrecarga de demandas que
soporta un Estado intervencionista plantea un serio desafío
de gobernabilidad del sistema político-institucional y lleva
al colapso de políticas económicas. Hay casos en que en vez
de decidirse a reducir el tamaño del Estado, políticos y
gobernantes se afanaron en tratar de disminuir las presiones
sobre el sistema para hacerlo más gobernable. Lo que
significó una degeneración aún más grave de la intervención
estatal: el Estado prebendista donde la corrupción se
entroniza.
Analizar y debatir estos y otros problemas,
contribuye a evidenciar factores de Alerta Temprana para
neutralizar con eficacia los factores antes mencionados, de
manera que la región no vuelva a la reedición de tensiones
en la gobernabilidad y precipite después en escenarios de
inestabilidad.
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Politólogo,
Investigador Escuela de Postgrado, Facultad de Economía
y Empresa, Universidad Diego Portales. |