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En Cuba no hay transición tras la renuncia de Fidel
por Andrés Benavente Urbina
lunes, 25 febrero 2008


Castro ha renunciado a sus cargos en el régimen cubano. Sin embargo, ello no implica que se vaya a desarrollar un proceso de transición. Lo que ocurre es una despersonalización del caudillismo, del personaje, pero el esquema institucional sigue bajo el mismo régimen. Por eso no se puede hablar de una transición, por que conceptualmente ella implicaría un nuevo perfil del sistema. Hoy no se está más que aplicando un cronograma que comenzó hace más de un año y medio tras desatarse su enfermedad. Lo que vemos ahora es sólo un ritual para dar paso a las reglas sucesorias.

Ciertamente que luego del caudillismo se abre una posibilidad de cambios en el tiempo. Ello dependerá de desempeño de los actores en sus nuevos roles y de las variaciones que experimente el esquema institucional. En ese contexto, existen diferencias entre los actores cubanos que podrían sugerir el inicio de una nueva etapa. En el caso de la Unión Soviética por ejemplo, después de la muerte de Stalin, la institucionalidad siguió igual, sin embargo, las pugnas entre los actores más importantes generaron cambios a través de una apertura desde el interior del sistema totalitarismo.

Fidel Castro, a lo largo de varias décadas, ha sido un dictador cuyos ejes fundamentales han sido una voluntad por el poder absoluto –rechazo a cualquier posibilidad de pluralismo político- y una vocación categórica para rechazar la libertad. La de Castro no es demasiado diferente a las clásicas dictaduras caribeñas como fue Trujillo, Batista y Somoza. Él instrumentalizó al partido comunista cubano para institucionalizar su personalismo.

Un repaso del proceso que llevó a Castro al poder resulta explicativo de lo anterior.

Inicialmente Castro era un líder populista que pretendía llegar al poder mediante las guerrillas. Al comienzo de la década de los 50 las relaciones entre su grupo y el Partido Comunista no eran buenas. El asalto del cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, fecha clave en la historia de los revolucionarios castristas, fue calificado, en su tiempo por los comunistas, como una aventura “putschista” desesperada propia de una pequeña burguesía sin principios y comprometido con el gangsterismo. Al final, en 1958, el partido comunista es desbordado por el grupo que encabeza Carlos Rafael Rodríguez y miembros suyos se incorpora a la guerrilla en su fase Terminal, pues la victoria les llega en enero de 1959.

A pocos meses del triunfo de la revolución cubana, Castro junto con Ernesto Guevara, proclama el principio del desarrollo ininterrumpido de la revolución hasta conseguir la destrucción del sistema social existente y de sus fundamentos económicos. Esto implicaba ir más lejos que los comunistas tradicionales cubanos, los que fueron absorbidos por el castrismo.

La vía del castrismo implicaba una nueva concepción de hombre protagonista de los cambios históricos- la imagen del guerrillero como paradigma- y la idea de que los cambios de América Latina sólo serían posibles por la vía de la revolución socialista, lo cual incluía a la expansión de la lucha armada.

Con la expansión de la vía insurreccional en América Latina, el castrismo se articula de manera permanente y sistemática expandiendo su influencia, lo que quedó en evidencia con la creación de la Organización Latinoamericana de Solidaridad, OLAS, que se encargó de la coordinación del proceso revolucionario latinoamericano. Entre sus fines, el organismo declaraba: “La lucha revolucionaria armada constituye la línea fundamental de la revolución…Todas las demás formas de lucha deben servir y no retrasar el desarrollo de la línea fundamental que es la lucha armada. La guerrilla –como embrión de los ejércitos de liberación- constituye el método más eficaz para iniciar y desarrollar la lucha revolucionaria en la mayoría de nuestros países".

Sin embargo hacia 1969, las guerrillas foquistas experimentan un creciente desprestigio (la caída de Guevara en Bolivia, el sacerdote Camilo, en Colombia, etc). Varias de ellas fracasan estruendosamente, de modo que la izquierda comienza a revalorar la vía electoral, impulsada por la experiencia de 1970 con la Unidad Popular chilena, que replanteó la posibilidad de construcción del socialismo por esa vía, utilizando al efecto los recursos del poder electoral, no en función de un objetivo democrático, sino de instrumentalizar la institucionalidad democrática para avanzar en el esquema del Poder Popular.

En el caso del sandinismo de Nicaragua, este llega a través de una revolución inicialmente plural que poco tiempo después se establece con un esquema parecido del castrismo. A su vez, en los años 80, Cuba apoyó también a varios grupos insurgentes como al Frente Farabundo Martí de la Liberación Nacional y del M.13 de Colombia.

El castrismo apoyó también al gobierno sandinista ejerciendo influencia en diversas áreas claves de Nicaragua mediante el envío de un importante contingente de personal militar y técnico y estableciendo el adoctrinamiento en la educación.

En el ámbito internacional, la crisis mundial del socialismo real y de la URSS implicó que los países de Europa del Este se quedaran sin mercados para sus productos y, a su vez, que dichos países ya no prestaran a Cuba la asistencia financiera, tecnológica y logística-militar de antaño.

Tras la caída del socialismo real, Castro reitera su voluntad de seguir en el poder y continuar con el sistema. Insiste en que “el perfeccionamiento de las estructuras y métodos del Poder Popular ha de permitir fortalecer aún más el control del pueblo sobre la actividad del gobierno”. Castro estaba dispuesto a seguir en solitario, pues la alternativa era abrir el sistema y dejar el poder. Sólo buscó un cambio estratégico reduciendo los grupos insurgente y enfatizando una relación entre gobiernos. El otrora líder insurreccional asumió un nuevo rol de influencia sobre movimientos y partidos políticos contrarios al llamado “neoliberalismo” en América Latina. Apoyó la desestabilización a través de movimientos expresiones del populismo radical, como es el caso de Chávez en Venezuela. El dogmatismo ideológico marxista de ayer fue reemplazado por un discurso crítico a la desigualdad, a la globalización y proclive a las expresiones locales de populismo y nacionalismo antisistémico.

En definitiva, con la renuncia de Fidel Castro lo que se supera es el caudillismo, pero sigue el mismo sistema: socialismo totalitario con tres ejes: el Estado, el Partido Comunista y las Fuerzas Armadas Revolucionarias. No hay novedades ni mucho menos cambios reales que apunten a una transición mientras permanezca el statu quo entre esos actores.

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  Politólogo, Investigador Escuela de Postgrado, Facultad de Economía y Empresa, Universidad Diego Portales.


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