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Argentina: Elección presidencial y la fragilidad institucional del sistema político
por Andrés Benavente Urbina
miércoles, 31 octubre 2007


En las elecciones argentinas, el contenido de fondo no es tanto el resultado de la elección presidencial, o la correlación entre el futuro gobierno y su mayor apoyo en el Poder Legislativo, sino en verdad, es el problema de la fragilidad de las instituciones básicas de una democracia: el sistema de partidos políticos.

Ciertamente que la contingencia inmediata es un contundente triunfo del gobierno, luego de ganar en una primera vuelta con Cristiana Fernández de Kirchner. Más de un 20% porcentual de diferencia con la segunda candidata presidencial; y que además tendrá su administración con un claro respaldo en el parlamento, en la coalición del Frente para la Victoria con sus aliados, como sectores en el radicalismo y el socialismo. Es decir, se ofrece un escenario sin problemas de tensiones en la coherencia entre el gobierno y su base de apoyo político legislativo.

Sin embargo, el triunfo de la senadora Fernández es reflejo de una circunstancia en especial: una estabilidad básica del ámbito macroeconómico, aunque los indicadores no siempre son sinceros, son mejores que los indicadores de la crisis económica en los gobiernos de los presidentes De la Rúa y de Duhalde. Kirchner mostró mayor crecimiento y sobre ello implementó una clara política económica-social de tipo populista y asistencialista.

En el inicio de la década de los noventa, el electorado apoyó a un nuevo presidente como un reflejo de otra circunstancia, en ese escenario el triunfo de Carlos Menem, que castigó el radicalismo del gobierno del presidente Alfonsín con el problema de la hiperinflación. En ambos momentos hay un fenómeno económico y eso implicó la respuesta de los electores.

Menem, tuvo un primer gobierno con claro apoyo político y social, crecimiento económico, buenos indicadores macroeconómicos y un populismo mediático. En su segundo gobierno, la estabilidad se resquebrajó con una alta deuda pública y un cada vez más incremento de la desocupación. Hoy vemos el gobierno de Kirchner, también respaldado política y socialmente, al punto que su esposa pueda ser elegida, como referente de continuidad desde su administración. Sin embargo, las segundas administración son diferentes, como ocurrió en Menem y ahora, el segundo gobierno del matrimonio Kirchner ya hay señales de inquietudes en materia económica: un incremento de la inflación, estabilidad económica frágil con precios controlados, con una fuerte expansión del gasto público para los subsidios, y además problemas para la infraestructura necesaria para sustentar un mayor crecimiento económico.

En ambos casos, hay un fenómeno esencialmente circunstancial, una coyuntura importante, pero lo relevante es que, ninguna establece una sólida estrategia de desarrollo.

Si en materia económica, Argentina evidencia inestabilidades ya clásicas, en materia política-institucional, el país muestra cada vez más fragilidad en lo que respecta a las instituciones democráticas, y en ellas importantes: el sistema de partidos políticos.

No hay solidez en los partidos políticos. Lo que se presenta –desde ya Menem y hasta ahora con Kirchner – son partidos sin perfiles doctrinales o proyectos de sociedad, sino que se articulan sobre la base de caudillismos, de coaliciones o alianzas sobre las circunstancia o meramente instrumentales, y por lo mismo que solo pueden ofrecer un programa meramente contingente e inestable.
En la actual elección, el Justicialismo ofrecía a la señora Kirchner, además de dos candidatos importantes: Roberto Lavagna ex ministro de economía de Duhalde y del ala Kirchnerista, Alberto Rodríguez Saa. Tendencia que se evidencia también en la elección presidencial del 2003, además de Kirchner que triunfó, estaban además los candidatos justicialistas: Carlos Menem y Rodríguez Saa.

El radicalismo, esta vez no llevó un candidato presidencial directo, ya que esta fragmentado: entre un sector con Kirchner, con el candidato a vicepresidente Julio Cobos, y un sector cercano a Lavagna, con el candidato a vicepresidente Gerardo Morales.

Además ahondando en el radicalismo fragmentado, vemos dos candidatos (de ahora y en 2003) que provienen del radicalismo: Elisa Carrió y Ricardo López Murphy. A partir de esto, el viejo socialismo ahora estuvo en parte con Cristiana de Kirchner, en parte con Carrió por Roberto Héctor Giustniani candidato a vicepresidente; y en parte de su propia candidatura presidencial con Fernando Solanas del Partido Socialista Auténtico.

Ahora, revisando la centro-derecha, se muestra una gran volatilidad de las adhesiones electorales. López Murphy llega con un bajo 1,45%, en tanto que el mismo candidato del 2003 marcó con 16,37%. A pesar, que entre estas dos elecciones está la elección del jefe de gobierno de Buenos Aires Mauricio Macri, que con apoyo de la centro-derecha, lograba en una segunda vuelta un 60%. Esto se explica en cierto modo, ya que Macri no apoyo de forma explícita a López Murphy, y su partido hizo un voto útil de apoyó implícito a Carrió.

En definitiva, en el próximo perfil de los actores políticos no estará en función de sus intereses doctrinarios, sino en apoyar las políticas coyunturales del gobierno, o rechazando al mismo cuando exista un desencanto, es decir, cuando el populismo el Estado no puede ofrecer más asistencialismo; o en otro posible escenario se rechazará por elementos como la corrupción. A partir de esto veremos a Carrió como futura líder de la oposición; o búsqueda de otro líder providencial para “respaldar” a un país de la futura crisis económica.

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  Politólogo, Investigador Escuela de Postgrado, Facultad de Economía y Empresa, Universidad Diego Portales.


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