Argentina
y la
retoma del
modelo
económico
de los
sesenta
por
Andrés
Benavente
Urbina
martes, 11
diciembre
2007
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La
presidenta Cristina Fernández con su ministro de Economía
Martín Lousteau, de bajo perfil técnico y académico, ofrece
un escenario sobre el manejo de la economía. Tiene
importantes problemas contingentes como el incremento de la
inflación, fuertes carencias en la infraestructura, en
especial en el sector energético que demanda mayor
inversión. Así, La economía argentina tiene una clara
inconsistencia entre el crecimiento que muestran los índices
macroeconómicos y la debilidad institucional.
Más allá de la coyuntura, la presidenta busca una suerte de
modelo para una estrategia de desarrollo, que lo
explícitamente llaman “la segunda industrialización”, cosa
que Argentina tuvo como una forma de expansión industrial en
los años sesenta y setenta. Fernández retoma el modelo de
desarrollismo con fuertes empresas estatales y privadas pero
con un eje económico hacia el crecimiento del interior. Así
se ofrecen como nuevos los viejos esquemas de la CEPAL de
hace décadas y que por cierto la economía moderna ahora la
rechaza en función de la globalidad.
Ciertamente, el nuevo gobierno tiene consenso entre el
perfil de su economía y el perfil de los actores
empresariales tradicionales. Sin embargo, el reloj avanza en
el tiempo pretérito. La presidenta tendría a favor el
consenso histórico de ex presidentes: Frondizi, del general
Onganía y ciertamente Perón. Cuando habla del ministro
Lousteau de un modelo productivista tácitamente se menciona
al esquema cepalino de los años cincuenta del
estructuralismo económico con el “desarrollo hacia adentro”,
con la sustitución de importaciones.
En todo caso, un el esquema económico de Fernández tiene
cierta racionalidad, a diferencia de su antecesor que
rechazaba la influencia externa y optó por su intuición
política-electoral sobre un conocimiento económico
rudimentario. Kirchner respondió con la típica formula del
populismo peronista -cuyo líder era la campaña de Los
Toldos. (Eva Perón)- . Fernández, avanza a la etapa de la
sustitución de las importaciones y de la Teoría de la
Dependencia. Ciertamente, con ese esquema Argentina sigue de
espalda al avance real del desarrollo.
En concreto, la presidenta tiene como eje del modelo
estructuralista busca un contexto institucional a través de
un pacto social con acuerdos entre el sindicalismo, a las
asociaciones empresariales y el gobierno, sobre precios y
salarios. En lo inmediato se apunta a reaccionar a los
señales de un ajuste económico y, al parecer, en lo teórico
en una suerte de consociatividad o de concertación social.
Un pacto social o concertación social es un esquema rígido
que presenta muchas más dificultades que conveniencia.
Responde a una concepción corporativista de la economía y no
a una economía abierta como lo desafía la globalidad.
En la década de los ochenta la idea del pacto social estuvo
a la orden del día en la región. Mecanismos tripartitos
(empresarios, trabajadores y gobierno) fueron asumidos en
Argentina, Brasil y Uruguay. Después todos ellos mostraron
en resultados que fueron un estrepitoso fracaso. Una primera
dificultad es que eran acuerdos de cúpulas fácilmente
sobrepasados por las bases que no se sentían representadas;
una segunda dificultad, era su marcado inmovilismo, de tal
manera que lo que se establecía en la práctica era una
suerte de derecho a veto de las partes respecto de todo
aquello que no estaba expresamente contemplado en el pacto.
En una económica globalizada, con ritmos tan dinámicos un
esquema semejante resulta paralizante. Una tercera
dificultad era que el gobierno – colocado allí en un rol
arbitral con obvia capacidad decisoria – perdía fácilmente
el propósito inicial por razones de conveniencia electoral.
La mejor prueba del fracaso de los pactos sociales
latinoamericanos de los años ochenta era que nacen con el
objetivo de detener los procesos inflacionarios que
afectaban a la región y nunca como en ese periodo los países
de Sudamérica tuvieron tan altas tasas de inflación,
llegando a los tres dígitos.
La economía abierta y dinámica, se compatibiliza con
crecimiento económico con cohesión social. Se requiere
profundización con la libertad económica y con la coherencia
institucional, con flexibilidad laboral y con plena vigencia
de los derechos de los trabajadores y de los consumidores.
Es necesaria la existencia de mecanismos por vía del diálogo
y de los consensos como la voluntad política de gobierno de
avanzar en los factores de competitividad.
En el esquema del pacto social que ofrece la presidenta es
un perfil de empresarial tradicional, que se caracteriza, en
general, por mantener posiciones más corporativas, con una
concepción global de la empresa y de la economía centrada en
visiones de carácter nacionalista; que aspira a ser
protegido por el Estado y que reivindica un mayor poder para
las organizaciones empresariales; sin dinamismo, escaso
margen de eficiencia, prefiero las rentas a enfrentar
situaciones de riesgo y que persista en su búsqueda de la
protección estatal.
A diferencia, el empresariado de mercado tiene como
características el dinamismo, su capacidad, su creatividad,
su disposición a correr riesgos aprovechando las
oportunidades que les brinda el mercado con las condiciones
de la libre competencia, sin deberle nada al Estado ni al
clientelismo local.
En definitiva, el modelo económico de Fernández no tiene una
capacidad de reinsertarte en el futuro sino que invoca la
nostalgia. Es por ello Argentina aún no se instala en el
siglo XXI.
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Politólogo,
Investigador Escuela de Postgrado, Facultad de Economía
y Empresa, Universidad Diego Portales. |
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