La
fragilidad
del
sistema
político
chavista
por
Andrés
Benavente
Urbina
viernes, 9
noviembre
2007
|
La
reforma constitucional que busca ser refrendada en diciembre
de 2007 interpela a una Carta Fundamental que alberga dudas
respecto de su genuino espíritu democrático. En efecto, la
Constitución de 1999 establece un fuerte poder presidencial
que legitima formalmente la discrecionalidad y el
autoritarismo del poder político, reforzado por los
controles difusos y meramente nominales que contempla. Se
trata de una Constitución ideologizada, cuyo espíritu y
contenido no se compatibilizan bien con los principios
democráticos y que el gobierno de Hugo Chávez utiliza para
agudizar la polarización del país.
Además, en la actual institucionalidad de Venezuela no
existe un Poder Judicial autónomo. Son múltiples las
evidencias de la politización de los pronunciamientos
judiciales, bajo este criterio se relativiza la vigencia del
derecho de propiedad y el respeto por la observancia y
cumplimiento de los contratos. La actual Constitución, aún
sin la reforma, provee un clima de absoluta incertidumbre
donde prevalece una explícita ideología estatista.
Lo que propone la reforma es una profundización del poder
autocrático, institucionalizando un esquema totalitario,
como la actual Cuba de Castro y otras antiguas dictaduras
caribeñas tradicionales como Somoza en Nicaragua, Duvalier
en Haití y Trujillo en República Dominicana, donde el
recurso a las elecciones y plebiscitos no eran sino una
liturgia que les permitía operacionalizar a su favor el
método democrático y mantener una profunda desinformación
hacia el exterior, donde sólo se percibía un caudillo
populista y pintoresco.
El gobierno de Chávez tiene un contexto que le favorece:
altos precios del petróleo que aseguran una expansión
económica que sostiene el perfil populista del régimen y
prolonga un problema estructural del país cual es su
concepción rentista de la economía. Todo se espera de los
dividendos proporcionados por la riqueza petrolera
controlada por el Estado. Por lo mismo, el énfasis en el
manejo económico de la administración está en el reparto y
no en la generación de mayor riqueza,
En ese contexto es probable que el gobierno de Chávez
triunfe en el referéndum sobre reforma constitucional. Sin
embargo, hay señales de que el sistema autocrático ya tiene
dificultades que pueden generar un escenario de tensiones a
la gobernabilidad. Esas señales se presentan en sectores de
la sociedad civil que muestran un abierto rechazo al
voluntarismo del proyecto chavista.
En efecto, hay un claro consenso entre varios actores
sociales para mostrar una negativa categórica a profundizar
el remedo de democracia que tiene ahora Venezuela. De este
consenso social participa la Conferencia Episcopal que
calificó al proyecto gubernativo de “moralmente inaceptable”
porque acaba con el pluralismo en función de construir un
Estado socialista; también los decanos de las Facultades de
Derecho de varias universidades, quienes indicaron que la
futura nueva Constitución sería una fuente de fractura
social y de serios conflictos; también están sectores
empresariales, como el comercio, que consideran negativa la
reforma porque es excluyente y atenta contra la paz y la
convivencia del país, puntualizado que los pequeños
empresarios no podrán desarrollar con libertad sus
potencialidades, además de violar los derechos de propiedad.
En el aspecto político, la oposición se mantiene dividida
entre los que plantean votar no a la reforma y los que
llaman a la abstención. Sin embargo, la disidencia que
rechaza la concentración del poder del socialismo del siglo
XXI descansa en la voluntad de los sectores sociales que
defienden los principios de libertad, pluralismo y vigencia
del Estado Derecho.
En el referéndum de diciembre próximo, el gobierno puede
exhibir como éxitos la estabilidad de su sistema y una
economía coyunturalmente positiva por los recursos que
aporta el petróleo.
La experiencia comparada muestra, empero, que no hay una
estabilidad definitiva. Así, los regímenes del socialismo
real de Europa del Este tuvieron estabilidad durante años,
hasta que colapsaron cuando la sociedad civil mostró su
oposición a los gobiernos. En Alemania de Este lo definitivo
fue la movilización social casi espontánea que culminó en la
caída del muro y luego del gobierno. Otro caso es el de la
ex Checoeslovaquia, donde el régimen colapsó luego de un
consenso articulado inicialmente por grupos de intelectuales
y después por el foro cívico, unión de varios grupos de
oposición. Finalmente, en la experiencia rumana, luego de
una larga dictadura, la movilización social provoca la caída
y muerte de Ceacescu en 1989.
Esas experiencias de algunos países de Europa a fines de la
década de los ochenta, tuvo un efecto “gatillo” que marcó un
antes y un después en el desarrollo de la gobernabilidad de
esos sistemas. El inicio de su fin puede ser la reiteración
de fraudes institucionales, la expansión de comportamientos
corruptos o la oclusión de las libertades.
En los ambientes políticos polarizados la coexistencia
política va perdiendo su rasgo integrador y se incentivan
comportamientos excluyentes que abren paso a actitudes de
confrontación que cada vez se radicalizan más y terminan por
comprometer a la sociedad en su conjunto.
Es por eso que las señales de la sociedad civil para
rechazar la concentración absoluta del poder en el gobierno
de Chávez, puede leerse prospectivamente como un primer
signo de la fragilidad del sistema en el tiempo.
* |
Politólogo,
Investigador Escuela de Postgrado, Facultad de Economía
y Empresa, Universidad Diego Portales. |
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