Desde
hace tiempo que el gobierno de la presidenta Bachelet ha
venido mostrado un escenario donde le es difícil mantener la
coherencia en su accionar.
El problema va más allá de una confrontación entre gobierno
y oposición. Se debe a dificultades en tres niveles: entre
los equipos de gobierno, entre los partidos que forman la
Concertación y entre esos partidos y el gobierno.
Es difícil que el gobierno sea coherente si no hay un
liderazgo claro de la presidenta. Ella no ha tenido
iniciativa para insistir en un norte claro para un gobierno
de la Concertación que, por primera vez, tiene mayoría en
ambas cámaras del Congreso Nacional.
La falta de coherencia está en los equipos ministeriales. De
un lado, el equipo económico es consistente y exhibe un buen
manejo. La conducción de este equipo, encabezado por el
ministro de Hacienda, es seria y solvente en la estrategia
de desarrollo. La presidente respalda a este equipo en la
medida en que, de manera realista, ofrece buenos resultados
macroeconómicos. De otro lado, está el equipo político que
hasta aquí ha sido meramente contestatario ante los
problemas sociales y políticos. La conducción política del
ministro del Interior carece de iniciativa y es reactiva
ante las dificultades que van en aumento. A diferencia del
equipo económico, el político no es consistente y no pocas
veces las secretarías de la Presidencia, de Gobierno e
Interior han tenido comportamientos incoherentes entre sí.
Hay aquí una gestión política claramente deficitaria de la
presidenta.
Como ejemplo, en medio de los problemas iniciales del
Transantiago, la presidenta Bachelet señaló que tuvo la
intuición de postergarlo pero que no tenía mayores
antecedentes a la vista. Ahora, cuando el gobierno ha tenido
que reconocer que contaba con un informe del Metro que
anticipaba las serias dificultades que le impondría el
Transantiago, el ministro del Interior señaló que era un
documento que varios ministros e incluso la presidenta
conocían, para luego corregirse e indicar que Bachelet nunca
había leído el informe, sino que sólo conocía minutas que él
le entregaba. Claramente es un ejemplo de mala gestión,
llena de contradicciones y que revela la ausencia de una
estrategia consistente.
Otro eje es el problema de coherencia entre el gobierno y
los partidos de la Concertación. Actualmente no existe un
programa que ordene la agenda de los partidos de la
coalición, como en su momento lo fue, por ejemplo, la
consolidación de la transición democrática, el
fortalecimiento de la estrategia de desarrollo, la
modernización del Estado, con los presidentes Aylwin, Frei
Ruiz-Tagle y Lagos. Si bien la presidente Bachelet tiene
algunas iniciativas, como la reforma provisional, esta vez
no se vislumbra un eje programático.
Entre los partidos políticos de la Concertación, sin un
liderazgo claro que entregue sentido a la coalición, han
surgido variados programas que dejan entrever el sentido
diferente que cada uno de ellos asigna a su visión de
futuro. Incluso más de algún dirigente de la Concertación ha
señalado que se ha agotado una visión común. Esto ha
implicado que no necesariamente sus propuestas y acciones
sean coherentes con las del gobierno, lo que queda claro
cuando cada partido de la coalición ha comenzado a levantar
sus precandidatos presidenciales mientras la presidente
Bachelet aún no cumple la mitad de su gobierno.
Otro síntoma de esta situación es el resquebrajamiento del
PPD y el surgimiento de un nuevo actor, “Chile Primero”,
encabezado por el senador Fernando Flores, que se ha
colocado fuera de la Concertación como movimiento
independiente. Por primera vez en su historia aparecen
nuevos actores que se desgajan de la Concertación, lo cual
es un indicio del surgimiento de nuevos ejes en los partidos
políticos.
Por último, están las dificultades e incoherencias entre los
partidos de la coalición. Han surgido dirigentes que tienen
sus propios perfiles y –como ha ocurrido en el parlamento-
varios de ellos no están en sintonía con las definiciones de
los propios partidos e incluso con las del gobierno.
En definitiva, el gobierno de Bachelet pasa por un escenario
de dificultades definido por las incoherencias que cruzan
diversas instancias y relaciones al interior del gobierno y
de la coalición que lo apoya. En su génesis ha sido
determinante la deficiente gestión y manejo político que
exhibe la presidenta, así como su carencia de liderazgo.
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Politólogo,
Profesor Universitario, Miembro del Consejo Asesor
del Centro de Análisis e Investigación Política (CAIP). |