La decisión ya está tomada en todos los comandos de la
polarización unitaria, que faltaba para completar el gran
cuadro del fanatismo e irracionalidad que debe
caracterizar un tiempo de vacío y destrucción como el que
padecemos.
A falta de una adecuada política para enfrentar el
régimen, se acude a medidas que juntan la desesperación
con la coacción y la amenaza. Algo coincidente con lo que
ocurre en el oficialismo.
Por eso hemos mantenido que estamos ante un mismo bloque
con dos expresiones que no descartan el acuerdo y la
negociación. Para nada se plantea ruptura o separación que
los presentaría como dos proyectos en verdad diferentes.
El oficialismo, asido hoy a un mando-poder que considera
su propiedad privada, actúa para consolidar una mafia cada
día más cerrada y gobernada por la manipulación y el
fanatismo, cuyos integrantes obtienen las retribuciones
correspondientes a los servicios prestados.
Se crea así la ficción de que la renta petrolera alcanza
para todos. Para unos los grandes recursos destinados a la
corrupción y el enriquecimiento. Y para el colectivo las
viejas y conocidas migajas que se arrojan para cambiarles
votos y apoyo incondicional por regalías.
Lo que hoy se presenta como oposición aspira alcanzar el
mando-poder para hacer lo mismo. La diferencia está en la
invocación de una democracia eficiente que vendría a
superar los grandes problemas que no pudo resolver la
revolución en 14 años.
Pero a la hora del enfrentamiento electoral se advierte
que se está frente a un bloque que cuenta con la mayor
renta petrolera que haya producido este ex país en toda su
historia.
Está planteado, en consecuencia, un duro enfrentamiento
con un Estado que ha montado una revolución a la medida de
las exigencias de un proyecto militarista, de firme
vocación autori-totalitaria y de un componente
internacional encabezado de tal magnitud que nos ha
convertido en Venecuba.
De modo que el castrismo consiguió en el chavismo su gran
tabla de salvación. De allí la presencia del componente
isleño en todos los frentes de acción ex nacional.
Y a este monstruo de muchas otras cabezas como la china,
la iraní o la rusa se debe enfrentar lo que se conoce como
“la opción democrática” Op-Dem).
La contienda, sin embargo, se ha planteado sin atender a
la verdadera naturaleza del adversario. Y por eso apelan
hoy a la vía electoral convencidos de lograr buenos
dividendos. De nada vale la crítica en relación con la
maquinaria smarmatic de fraude-trampa instalada a nivel
del CNE
De modo que la Op-Dem se ve obligada, a avanzar en la
realización de su secta y de una política para atraer
militantes de la supuesta revolución bolivariana,
acudiendo a la mismas politicas e instrumentos del
adversario. A esa situación nos ha conducido la llamada
polarización.
En el oficialismo hay una talanquera que no se puede
saltar so pena de pasar a ser un simple y vulgar traidor.
Hay que rendirle pleitesía, respeto y veneración al ser
superior. Y quien así lo hiciere la revolución y sus
santos lo premiarán. Quien no cumpla con estos mandatos
será execrado y acorralado en el rincón de los traidores.
La secta democrática en la práctica termina siendo lo
mismo. Por ello vemos un candidato que se vende como un
nuevo salvador que habrá de decirle adiós al ex país. La
magia combinada con la política. Y todo parte del supuesto
triunfo electoral el 7-0.
Pero a la vez se muerde en la contradicción: para lograr
un triunfo es indispensable atraer muchos votos del
proceso. Por ello vemos a la Op-Dem inscrita en el mismo
modelo del reparto petrolero a través de las Misiones.
No se convoca a la realización de un gobierno que comience
por plantear la emergencia en la producción y llevar a
toda la población a ese campo para establecer un modelo
que supere al petrolero. Mucho menos a la incorporación
del colectivo como agente histórico fundamental.
Los dos modelos, hoy “enfrentados”, tienen mucho de común.
Ambos buscan comprar al colectivo con las mismas promesas.
De allí que la Op-Dem no haga nada que pueda alejarlos del
chavismo. Está en la búsqueda de sus votos.
Y por ello, ante un caso como el de la juez María Lourdes
Afiuni, condenada públicamente por el GP por una supuesta
‘corrupción espiritual’. la Op-Dem guarda silencio. Igual
ante la arbitraria detención del Dr. José Amalio Graterol,
abogado de la juez Afiuni, a quien se le mete preso por no
avalar un juicio en ausencia de un defendido. Un silencio
para no espantar la posible cosecha de votos.
En principio parece haber conciencia de que es bien
difícil cambiarle el rumbo a la tendencia electoral de más
de 8 millones de votos registrados en el REP que están
conectados a una nómina-tarifa. Una ventaja casi imposible
de vencer.
Y en la búsqueda desesperada de votos, la Op-Dem en sus
diferentes niveles, ya comienza a establecer los culpables
de su fracaso. El listado está encabezado por la
disidencia, la que no suscriben los dos proyectos que se
juntan en una realidad electoral y de grosero reparto no
productivo de la renta petrolera.
Y el grito de los fanáticos de la OD es terminante: o te
defines y polarizas o eres un simple traidor. Cada parte
tiene entonces sus patriotas y traidores o realistas.
Son 200 años de escondite para los mismos derrotados: el
colectivo. Hoy, como ayer se le manipula con banderas que
no le pertenecen.
Un colectivo que sigue a la zaga del caudillo autoritario
o del supuestamente democrático para dar continuación al
mismo círculo de atraso e ignominia. Y seguirá así
mientras no emprenda el verdadero camino de la disidencia,
de la organización, para impulsar una historia al fin
diferente. ¡Que historia amigos!
@ablancomunoz
abm333@gmail.com