La
guarandinga no puede ser mayor. Primero se planteó la
solicitud de un Referendo Abrogatorio para que el
soberano rechazara la Ley de Educación. La respuesta se
sabía de antemano: no procede porque el instrumento
apunta hacia la garantía de un derecho humano. Pero en
ese caso, se colocarían las cuartas urnas (efecto
Zelaya) en plazas y avenidas.
Pero a la
vez, la ‘Mesa de las Oposiciones’ declara el desacato a
la LOE. Una posición que no es coherente con la de
promover una consulta para saber qué decide el
colectivo. La torpeza de la dirigencia está en relación
directa, una vez más, con la necesidad de protagonismo
de que hace gala.
Y con esas dos proposiciones
en la calle, se convoca a una ‘gran marcha’ el sábado
22, para oponerse a lo que ya se decidió no acatar. Sin
embargo, el martes 18 deciden todo lo contrario. Ahora
la consigna es: acatar la ley, no se convoca el
referendo sino a protestas permanentes y para el día de
inicio de clases, un pupitrazo nacional.
En síntesis,
nada definitivo más allá de las peleas-enfrentamientos
de ‘las oposiciones’. Cada grupo o subgrupo tiene sus
posiciones para consumo interno y marcar la diferencia
con el resto. Se da continuación así a un proceder que
para muchos es errático, pero que se encuadra en la
línea de la convalidación y la complicidad, ya usual en
la conducta de estos grupos.
Esta es la
constante de la reacción opositora contra cada una de
las partes en que el régimen fracciona su acción. Y en
todo caso, el gobierno deja en claro su carácter autori-totalitario,
y su decisión a no convalidar el pedido de unas
‘oposiciones’ que por momentos parecen adquirir algún
grado de conciencia que les lleva a plantear caminos
distintos.
Hemos sostenido
y sostenemos que la lucha política aquí hoy, si aspira
avanzar, debe tocar lo esencial. No es la lucha contra
las partes en forma aislada, al detal, la que puede
producir algún dividendo importante. Quien piense en un
verdadero cambio en ese terreno, tiene que apuntar
estratégicamente hacia la toma del poder, en base a una
actuación que se deslinde de la destrucción que ha
prevalecido en este expaís.
De ninguna
otra manera será posible vencer esta tragedia. Con
formas de actuar que parecen pautadas y diseñadas por la
propia ‘revolución’, no será superada esta realidad que
junta al monstruo gubernamental con el de ‘las
oposiciones’.
Indispensable clarificar entonces el papel del colectivo
en la empresa que tenemos por delante y la organización
de esta instancia para que actúe como el agente
histórico fundamental, en el establecimiento de un orden
social que esté por encima de los postulados que han
regido y rigen nuestra sociedad. Imprescindible superar
el ‘credo’ liberal-positivista y neo-positivista que
nos ha regido por 200 años y que tiene hoy la mayor
vigencia.
La ruptura con ese
pasado-presente,
regida por la misma ley del enfrentamiento destinado a
aplastar y aprovechar al colectivo para los proyectos de
los privilegios, hoy boliburgueses, es la única vía que
puede garantizar el nacimiento de otra forma de concebir
y organizar esta sociedad, para que se abran las
posibilidades para el ejercicio de una verdadera
justicia y libertad, capaces de ser las bases y
fundamentos de una comunidad con otro cometido y
sentido.
Y esto nos
lleva a un punto nodal: la formación de un individuo que
no se quede en el sí mismo, sino que pueda desplegar una
acción destinada a fortalecer cada vez más la acción de
un colectivo empeñado en hacer del valor vida la máxima
aspiración de su realización.
Pero no definimos
ni determinamos el camino a seguir. Esta es una tarea
que no corresponde a la acción individual o mesiánica,
sino al aporte de muchos que sientan la necesidad de
conformar una sociedad sobre parámetros que definan y
determinen una nueva realidad, sostenida sobre un cambio
de estructuras económicas, sociales y las que se
derivan.
Y ubicados
aquí es inevitable aludir a las vías para lograrlo.
Reiteramos que no promovemos la violencia, sino el
rechazo creador y constructivo. A la violencia que se
nos impone frente a una LOE que sólo le cambia el signo
a una educación para los privilegios y el
adoctrinamiento, hay que proponer un instrumento
educacional para el colectivo, que comience por poner en
discusión su capacidad y compromiso para adquirir la
posición de constructor de una nueva historia.
En definitiva,
se trata de conformar una gran fuerza colectiva,
conciente, organizada y dispuesta a construir una
sociedad sobre nuevas bases. ¿Cuáles bases? Importante
definir hacia dónde queremos ir y las formas de
alcanzarlo. Ha llegado la hora de la ruptura con el
cuerpo de postulados que hasta ahora configuran una
sociedad regida por la misma explotación.
Ni las
variantes de liberal-positivismo ni de
marxismo-revolución han servido hasta ahora a los fines
de la tan soñada idea de la igualdad de y para la vida.
Y no se trata de refugiarse en el camino utopía, sino
de apelar a la necesaria obligada y urgente acción de
pensamiento creador, para definir si es posible la vida
en sociedad o si ésta en definitiva es simple portadora
de perversión y sometimiento, para hacer de lo que se
conoce como género humano, una simple y permanente
victima de su propia infamia y perversión.
En este caso
habríamos llegado a la consideración de una humanidad
en estado de máximo hundimiento que en sí y por si misma
estaría ubicada ya no en el territorio de lo humano,
sino en manos de decisiones extra hombre que serían las
únicas llamadas a vencer su falta de condición para la
vida, ubicándonos en un terreno teológico-religioso que
hasta ahora nada ha aportado a los fines de una historia
del hombre, hecha por ellos y no por los dioses.
Esto nos
sitúa ante una perspectiva mucho más difícil y compleja.
Quien aspire enfrentar estos monstruos debe comenzar por
deslastrarse de los vicios, imposiciones, conceptos y
actuaciones que la sociedad de la violencia han
asentado como conductas naturales, ya sea en nombre de
las dictaduras, democracias o revoluciones.
Ninguno de esos ropajes
han servido hasta el día de hoy para levantar una vida
que alcance al colectivo en su condición de individuos,
que no de masa dispuesta a ser históricamente
sacrificada en aras de las mismas minorías
privilegiadas. Primero hay que romper con el
engaño-fraude dispuesto para violentar o domesticar,
reprimir o negociar y avanzar hacia acciones para la
vida, en paz y libertad.
Hasta hoy
los poderes no han entregado o perdido sus privilegios
de manera pacífica. Pero parece llegado el momento de
comprender que el colectivo contiene tal vez la fuerza
de mayor nivel y alcance de la historia. De este modo se
adquirirá la conciencia de que el poder no es una
guarandinga, una conjunción de enredos sino una realidad
que contiene el aporte del inmenso y creador colectivo.
Sólo y a partir
de esa entidad se podrá lograr la conformación de una
sociedad de hermanos hacedores de justicia, belleza,
amor y libertad. Mientras, seguirá la vida unida al
monstruo de la destrucción que tanto espacio tiene ya en
el llamado territorio de lo humano.