Inicio | Editor | Contáctenos 
 
 

¡Seguimos enterrando!
por Agustín Blanco Muñoz  
viernes, 2 enero 2009


Y aún hoy no cumplimos con la sentencia bíblica. Escogemos más bien el camino opuesto. Por ello no dejamos que los muertos entierren a sus muertos. Preferimos asumir la profesión y condición sepulturera.

No sólo convivimos con la muerte permanente, extendida, profunda, sino que, además, nos declaramos cultivadores de todo lo que signifiqué destrucción.

¿Pero dónde, en qué escondite anda la vida? ¿Puede el enterrador hacer ofrenda y levantar el cáliz por la existencia? La condena parece terminante: hay que contentarse con el binomio de pan y esperanzas. Así seremos bienaventurados y nos acercaremos al reino de los cielos.

Porque esta sociedad se divide en enterradores y enterrados que por lo general son parte del ‘ojo por ojo, diente por diente’, a pesar de todo el amor que intentó producir un cristianismo, que terminó por justificar el crimen en el reino de esta tierra, para garantizar el ingreso a un reino del más allá.

Y la casi totalidad de las fuerzas religiosas, de una u otra condición, terminan invocando la muerte del otro, como condición para la pervivencia de sí mismas. Y todas las estructuras económicas, políticas y sociales son portadoras, aunque digan lo contrario, de un profundo contenido de muerte y exterminio.

Vieja historia que anda de renovación, en y para la justificación de unos imperios, que hasta hoy se han impuesto por la vía de la muerte y la destrucción. Desde los patriarcas al neofascismo corre el mismo cauce, la misma sangre colectiva y anónima que se siembra hasta en la risa de los niños que también se convierte en muerte.

Por eso, un Nerón se pasea por muchos territorios para inspeccionar los avances de la obra diseñada para controlar la vida de eso que se ha dado en llamar humanidad. Honor al mérito reclaman Hitler, Stalin, Mussolini y toda su descendencia de asesinos y enterradores.

Consideración superior a los indispensables que tienen inscrito el nombre en la eternidad. A los enterradores de porvenir y cultores de las tristezas de los tiempos que se quedaron sin pasar.

¿Y dónde quedó el sueño de existencia del hombre cotidiano, ese afán de porvenir que lo define? ¿Cómo romper el nexo con los enterradores empeñados en que conozcamos y sintamos que hay unos asesinatos justos, necesarios y hasta convenientes y otros condenables por injustificados porque provienen del ‘bloque del ‘terror y la maldad’?

¿El frente nazi-fascista produce la muerte perversa y vil mientras las muertes de los aliados ocurren en nombre de la democracia, la libertad o la revolución social?

En Irak, como ayer en Vietnam, se mata en nombre del bienestar y la felicidad. Hussein fue asesinado por el mismo terror que enfrentaba. En Georgia se asesina en nombre de la revolución del mismo crimen.

El imperio del nazi-fascismo pasó a una convivencia negociada con la “revolución”. Y entre ambos sumaron ríos de muerte para garantizar el flujo incesante de un capital globalexplotador que siembra los mismos sacrificios en nombre del libre mercado y una libertad que sólo alcanza a quien puede pagarla.

En la Franja de Gaza se libra hoy el combate de los terrorismos. Y los medios de comunicación venden con la cuenta de los muertos. Hoy las invasiones son televisadas. La historia del mundo es hasta hoy un registro permanente de masacres. Porque para mantenerse en sus bases y fundamentos, el terror necesita muertos en todas las horas.

¿Y nosotros que papel jugamos en este mundo de genocidios, asesinatos y crímenes?

Los muertos hoy no entierran a los muertos. El negocio de la muerte es atendido directamente por sus fabricantes-propietarios Porque no hay empresa que pague mejores dividendos en este mundo que ésta de la muerte.

Lo que aún no conocemos es la sociedad que aspire levantarse sin terror, sin masacre, de espaldas al crimen y de frente a la existencia.

Y lo más grave: la utopía que alguna vez se llamó democracia y otras revolución, está tomada por mismos asesinos.

Estos son los muertos de hoy. Los que quedan enterrados a ambos lados de las fronteras levantadas por los criminales en la totalidad del planeta para mantener a resguardo sus bienes y posesiones. Y se echa mano en cada caso de la empresa religiosa.

Por ello hoy o nos levantamos contra todo terror o nos convertimos en cómplices de la destrucción ‘sólo mata gente’ que hace de Herodes un héroe universal.

Es hora de deslindar entre la vida y la muerte y no entre los mismos fundamentos, maquinarias y formas que utilizan los enterradores de oficio, que han hecho de la vida una mercancía absolutamente desechable.

abm333@gmail.com

 
 

© Copyright 2007 - WebArticulista.net - Todos los Derechos Reservados.