La
expresión se la escuchamos a una señora que conversaba con
otra sobre los muertos que nos dejó la Semana Santa:
‘¡Tanta muerte aturde! Está bien que nos hayamos
acostumbrado a la muerte. Pero aquí las estadísticas son
demasiado elevadas’. La resignación es evidente.
A ese estado llegamos en una sociedad que alcanzó su mayor
estado de descomposición y que carece, en consecuencia, de
capacidad para apreciar, evaluar y corregir adecuadamente
sus miserias, carencias y tragedias.
El ciudadano común, ante la impotencia, admite simplemente
que se aturde. Pero a los encargados de dirigir esta
sociedad les ocurre hoy algo similar.
Las declaraciones del Ministro de Interior y Justicia el
24/03/08 muestran desesperación. Su lamento termina con
estas palabras: ¿Cómo se puede evitar que ocurra tanto
accidente, tanta muerte? ¿Habrá que poner un guardia cada
metro? Bueno, si hay que hacerlo se hará.
Y en la misma fecha el Gobernador de Anzoátegui señala:
Bueno, tu puedes poner guardia por todas partes, pero si
la gente sale borracha a manejar no hay vigilancia que
pueda impedir tanto accidente.
Este es el mismo boletín que se ha repetido por mucho
tiempo. Y tampoco ahora falta el señalamiento de que este
año fue menor el número de accidentes, lesionados y
fallecidos. En pocas ocasiones se reconoce, por ejemplo,
que ha sido mayor las cifras de la tragedia.
La Semana Santa, como el conjunto de asuetos, está
concebida como un lapso en el cual es inevitable que se
produzcan muertes debido a la cantidad de desplazados.
Imposible, se dice, impedir los accidentes de tránsito, la
muerte en carretera.
Sin embargo, y tal vez para cumplir con la tranquilidad de
la conciencia del gobernante, se toman las denominadas
‘medidas preventivas’. Toda una farsa que consiste en
repetir hasta el agotamiento que cuando se maneja no se
debe ingerir licores ni llegar a exceso de velocidad.
Se pone vigilancia en las carreteras y hasta se anuncia
que quien no respete las normas de tránsito le podrá ser
suspendida la licencia, porque se quiere evitar por todos
los medios que muchos más ciudadanos puedan amanecer en
hospitales o en la morque.
Pero lo cierto es que en ningún momento se toca el fondo
del asunto. Por ello el desarmado ministro piensa en poner
un policía cada metro y el gobernador quisiera exterminar
a los borrachos y no las condiciones y circunstancias que
los producen.
Se pierde de vista en este sentido que en los autos a la
hora de estas ‘fiestas’ se monta gente angustiada, que
lleva consigo problemas que ni siquiera le permiten
compartir. Para ellos lo importante es vencer rápidamente
las distancias y llegar a la meta para proceder a
disfrutar de un supuesto descanso, que por lo general se
vuelva evasión alcohólica o de otra naturaleza.
Es evidente, en consecuencia, que la única manera de
intervenir en este mal es mediante su directo y específico
control. Hay que tocar y proceder a atacar los asuetos
colectivos que se producen en la actualidad, debido a que
su organización persigue equivocadamente disminuir la
angustia-desesperación que se monta sobre ruedas con tanta
frecuencia en este ex-país.
Inevitable entonces terminar con lo que hasta hoy ha sido
una experiencia de y para la muerte. Digamos entonces
adiós a esos carnavales, semana santa, puentes, vacaciones
de y para la aglomeración, navidades y año nuevo y
promovamos una fórmula diferente.
Si se juntan los asuetos de los períodos vacacionales y se
arman planes turísticos en base a una adecuada
planificación, los trabajadores podrán disfrutar de un
esparcimiento caracterizado por la seguridad y el
alejamiento de las cotidianas situaciones de stress. De
modo que irían quedando atrás las aglomeraciones que están
unidas a la tragedia.
Se pondría en práctica la descentralización de los asuetos
y vacaciones. La industria, el comercio, la banca, la
administración pública no se paralizarían en ningún
momento si organizan diferentes planes para que el
personal disfrute de un plan vacacional de máximas
garantías en esparcimiento y seguridad.
Se trata, en síntesis, de organizar el tiempo libre para
lograr el mayor beneficio y sacarlo de las situaciones que
lo acercan al desgaste y la tragedia. La angustia sobre
las ruedas de la improvisación sólo puede conducir a la
lesión o la muerte.
Sobre esta temática, y desde el Centro de Estudios de
Historia Actual y la Cátedra Pío Tamayo de la UCV hemos
hecho proposiciones desde fines de la década de los
setenta. Pero entonces como ahora sólo interesa establecer
si la estadística de la muerte hoy es menor o si esta
república registra menos muerte en carretera que la
anterior.
Ya tenemos bastante muerte en estas repúblicas, con la
inseguridad, los abatidos, exterminados, hospitalarios,
carcelarios. ¿Es qué alguna vez se iniciará aquí una
reflexión sobre las tantas formas de morir que prevalecen
en la Venezuela Actual?
Es hora de dejar de escribir la misma historia de las
mismas muertes e imponer medidas para lograr el cese del
aturdimiento y el inicio de una comunicación colectiva,
dirigida a lograr una salida a este tiempo y
circunstancias que nos lleva a abrazarnos con todo tipo de
destrucción-suicidio-asesinato. Estamos obligados a llevar
a la vida esta terrible sociedad de la muerte.
abm333@gmail.com