¡Aún
doblarán
las
campanas!
por Agustín Blanco Muñoz
sábado, 22
marzo 2008
Entonces
era la simple pregunta para saber a quién le había tocado
el momento fatal. Y se obtenía la información. Las
campanas doblan por quien ha concluido su obra y se va
dispuesto a continuarla en otra alumbrada y perpetua
dimensión. Creencia y fe. Constancia, convicción, amor. La
condición humana al lado de la oración para que la vida se
extienda por los siglos de los siglos.
Por aquellos días había concluido lo que muchos llamaron
segunda guerra mundial. El mundo se repartió entre los
triunfadores y lo primero que ellos hicieron fue mantener
con vida de manera abierta y anónima el doblar de las
campanas, aún y a sabiendas que ahora no se expresarían
como antes, porque ya no sería posible saber por quiénes
repicarían ni hacia dónde serían llevados quienes ya
apenas eran simple recuerdo.
Por todas partes se aludió a la derrota del nazi-fascismo.
Y un planeta tomado por la libertad no le daba espacio a
ningún tipo de totalitarismo. La democracia estaba llamada
a sembrarse en todos los norte. Pero a esa hora ya se
oculta que cualquiera de esas democracias o ‘revoluciones’
se han montado sobre el sacrificio de muchos por quienes
han doblado injustamente las campanas.
Las guerras secesionistas, religiosas, imperialistas o
‘proletarias’ consumieron millones de seres que aspiraban
a un imposible: alcanzar a vivir.
Y se dijo que el mundo ahora gozaba de un cierto
equilibrio porque el capitalismo adquiría ‘un contrario
dialéctico’: el socialismo, bajo cuyas banderas vivía las
dos terceras partes de la humanidad.
Con habilidad y larga publicidad se trataba de tapar lo
que define este tiempo: el asesinato en todas sus formas,
expresiones y sentido.
La explotación siguió andando disfrazada de libertad
democrática o de revolución proletaria y socialista. Y fue
mayor el redoble de las campanas.
A fines de los 80 quedó al descubierto que el llamado
‘reino de la igualdad’ era otro nido del capital de la
iniquidad y que el mundo estaba atrapado en el laberinto
de la injusticia solitaria y perversa.
Surgía una maquinaria que se pondría por encima de todos
los capitales y naciones, para operar desde estructuras
virtuales y robóticas. La global-explotación llegaría a su
máxima expresión, como en efecto lo ha hecho, para dejar
congelado el mapa de las luchas de liberación, los
‘proyectos revolucionarios’.
Apenas habrá espacio para la “supervivencia de los más
aptos y mejores”. Las ‘masas’ caerán bajo el signo de los
modos y relaciones de producción que regirán lo poco que
queda de vida. Las campanas se revientan en su violento
doblar.
Y aún, ahora es cuando doblarán más y más. Todo está
dispuesto para que continúe el libre ejercicio del
asesinato capitalista o socialistamente.
Cada vez más se ha estrechado el espacio del hombre
acosado por todas las formas de muerte. Su protesta,
malestar y rebeldía han sido absorbidos, mediatizados,
silenciados y reprimidos. La práctica de todas las
ideologías y teorías hasta hoy han servido de
justificación para un crimen que no cesa.
¿Y es que la historia se detuvo en estas formas de morir?
¿Estamos obligados como género humano a agradecer a
quienes nos han conducido por el sendero del crimen
necesario para alcanzar la transformación de la sociedad?
¿Habrá que justificar las acciones de liberación que
sembraron las mismas revoluciones que desde su primer
amanecer (si así se puede llamar a una luz manchada de
sangre!) vieron el despliegue de los más dolorosos
redobles de campanas?
¿Y cuántos redobles aún serán necesarios para que haga
presencia la condición de un hombre que no tenga que
apelar a instrumentos de fuerza para imponer una verdadera
forma de vivir?