De
pronto las sombras se apoderan de todo este ex-país. El
apagón del martes 29 de abril del 2008 se vuelve el gran
actor encargado de producir un presagio de profundos y
conmovedores acontecimientos. La gente en general se
sintió totalmente desprotegida, vulnerable.
El miedo-angustia-temor adquirió una mayor dimensión a
pesar de que la ausencia de la energía eléctrica ocurre a
las 4:30 de la tarde. Una señora cerca de una estación del
metro daba gracias a Dios porque eso no pasó cuando
estuviera oscureciendo. Porque el malandraje de todo tipo
se hubiera lanzado despavorido a cometer fechorías y los
hambrientos en procura del ‘saqueo alimentario’.
Y se hizo inevitable el recuerdo del toque de queda
decretado por el gobierno de Carlos Andrés Pérez a la hora
de las sombras del 28F-89 y que produjo una masacre aún no
cuantificada.
Y de inmediato las inevitables conjeturas: ¿qué pudo
ocurrir para que se produjese un apagón de tal magnitud?
Ese corte eléctrico tiene que explicarse en el contexto
del cuadro político que padece la Venezuela de las grandes
mayorías y de la enorme crisis que cada día embarga más a
este ex-país. Un corte producido en el centro mismo del
sistema de electrificación nacional.
Pero hay que señalar que el proceso de apagamiento que
recae sobre esta sociedad acusa un largo registro. Las
fuerzas del control y el orden han usado el apagón para
aniquilar cualquier tentativa que pueda prender a nivel
popular y proyectarse como movimiento con capacidad para
impulsar e imponer un cambio en la sociedad. Importante y
decisivo entonces jugar a la oscuridad.
A lo largo de 200 años se construyen y vuelven a construir
las mismas sombras liberales y positivistas. Con ellas no
se ha roto, a pesar de las declaraciones sobre ideas y
hasta doctrinas ‘nuevas’.
De allí la existencia de una corriente marxista que acusa
en su seno la presencia de un supuesto contrario
dialéctico: el liberal-positivismo. Y aquí y así se han
cocinado y parido todo tipo de montoneras, conspiraciones,
golpes, guerras “revoluciones”.
Hoy mismo nos encontramos frente a una montonera
revolucionaria que hace de los petrodólares su máxima arma
de combate, sin envidiar para nada a las del siglo XIX.
Las mismas ‘cúpulas podridas’, sedientas del poder y los
privilegios que otorga la corrupción.
No importan los disfraces de socialistas, revolucionarios,
bolivarianos, robinsonianos, zamoranos, marxistas,
leninistas, maoístas, fidelistas, guevaristas.
El discurso que se vende es portador del mismo estigma del
atraso y la derrota, que se salva con los precios del
crudo en un contexto mundial regido por una globalización,
que absorbe y administra los viejos caudillos de las
antiguas empresas de la politiquería caudillo-positivista,
liberal o marxista.
Es toda una quiebra gobernada por las sombras a que haya
lugar. Lo que queda de país se despedaza cada día más. El
gobierno cae bajos sus propios efectos y utiliza la fuerza
hasta en su propio seno.
Persigue, espía y expulsa la disidencia del PSUV o le
advierte a los militares institucionales que, por ‘burros
y cobardes’ serán barridos por los socialistas de la
muerte. El paroxismo a nivel superior. Pero nadie sacará a
las oposiciones de las sombras de sus campañas
electorales.
Y este desgraciado y dimensional escenario no queda a
nivel de esas políticas. Hoy las mismas sombras de ese
positivismo, ese liberalismo o ese “marxismo” están en
nuestra academia. Allí se le cultiva y reproduce.
Y en esta tarde de sombras nacionales vimos como nuestra
universidad sumaba las suyas. La campaña electoral de las
mega-elecciones UCV no tiene nada que envidiar a las que
se hacen bajo las sombras de la politiquería que cunde por
todas partes.
Los méritos académicos no son lo más importante. Las
posibilidades de triunfo están en relación directa con los
pactos u ofrecimientos. Es el reparto anticipado de un
aparato burocrático que ha creado una especie de profesión
que se denomina autoridad universitaria.
Y esto se produce en una universidad que tiene capitales
que negociar y que se ha constituido en una empresa que
puede producir beneficios, no precisamente académicos.
¿Quién informa hoy sobre la Zona Rental, las fundaciones,
los servicios generales o los ingresos propios? ¿Se
ejercerá la democracia y la autonomía alguna vez a lo
interno universitario? ¿O seguirá prevaleciendo la
política de ‘mandar al carajo’ a la crítica-disidencia?
Se da continuidad así a una ‘academia’ que hace del
enunciado ‘Casa que vence las sombras’ un simple disfraz
para que siga con vida una guarida desde la cual no somos
capaces de percibir la destrucción que nos convierte cada
día más en ex-país.
Ex-país y ex-universidad se juntan así para ser actores
pasivos ante la inmensa tragedia que somete y despedaza
esta sociedad. Pareciera no haber voluntad para el
entendimiento mínimo que permita enfrentar a los
destructores, donde quiera que se ubiquen, y marcar
distancia con la imposición, la represión, los desmanes,
la complicidad-negociación y los pactos-acuerdos que
finalmente deciden por encima de un colectivo a punto de
estallar, sin que siquiera se estén midiendo sus
consecuencias.
La implosión, en las filas de ambos polos, define hoy
destrucciones y autodestrucciones. Mañana, como ha
ocurrido históricamente, se sellará pactos, mientras haya
botín que usufructuar y repartir. Mientras, hay una
Tercera Venezuela, que se deslinda de ambos, que surge, se
concientiza y organiza en función de la creación de una
perspectiva de porvenir que ponga freno a este despeñadero
que no cesa de profundizarse cada vez más.
¿Cómo negar el efecto de las sombras que se juntan a los
apagones para una mayor destrucción? ¿Pero cómo olvidar a
la vez que de lo muchas veces apagado saldrá la luz-fuego
necesaria?
abm333@gmail.com