El
problema reside en que la Constitución de 1999 se quedó
corta en su misión de principal instancia teórico-legal
para el control de esta sociedad. Privilegia al jefe único
pero mantiene cierta independencia de poderes, algún juego
democrático que reconoce el Estado de Derecho y la
soberanía del pueblo expresada en el voto.
Mantiene la alternabilidad, la propiedad privada, la
libertad de cultos, de opinión y el compromiso de llevar
la democracia representativa a participativa, ante el
agotamiento de un modelo que no fue capaz de solucionar a
los grandes males de la sociedad.
Esa constitución, como las anteriores, se nutre del
pensamiento romántico-ilustrado-positivista-liberal. Y en
ese marco se mantiene el propósito de resguardar ‘la
democracia’, a pesar de que no se cumplan los postulados
de igualdad y libertad. Se entiende que es una sociedad de
clases que se acoge a las leyes que rigen en el mundo y
que no han sido alteradas por las ‘revoluciones’ que hasta
ahora se conocen.
En lo teórico, la concepción materialista introdujo tesis
importantes para la comprensión del hombre, la sociedad y
el mundo: la historia es el hacer de todos. Pero en la
práctica esa interpretación histórica sólo pondera el
papel de ‘los grandes hombres’.
En nuestro caso, cuando se invoca los ‘cambios
revolucionarios’, se mantiene el criterio de unos hombres
“escogidos por la sociedad como sus líderes”, que
controlan las maquinarias del mando-poder para crear una
burocracia, que incluye el culto a la personalidad y un
Estado a la medida del ‘máximo jefe’.
Eso es exactamente lo que ocurre con la proposición de
Reforma Constitucional (ya aprobada y aplicada en la
práctica). Todo gira en relación a darle un mayor poder al
hombre necesario, único e inigualable.
Por eso, él lo tiene todo dispuesto para que su reforma se
‘discuta’ como la ordenó, entendiendo que todo debate o
protesta contribuirá a darle un barniz democrático a su
imposición, que quedará aprobada en Referendo al cual
deben concurrir, como mínimo, quienes legitimaron al GP y
el CNE el 03D-06.
Sancho, el peligro para ‘los oficialismos’ de la
‘revolución’ y ‘las oposiciones’ está en un abstencionismo
que, organizado, pueda enfrentar a cómplices y a este
positivismo-socialista del siglo XIX!
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