Este
ex-país vive uno de los momentos más críticos de su
historia. Parodiando al Chino Valera Mora, podemos decir
que ahora amanecemos de balas y odios. Y no sabemos qué es
peor. Las heridas por arma de fuego pueden ser tratadas y
sanar. Las sociales, emocionales o espirituales son mucho
más profundas y difíciles de superar.
Y esto es mucho más grave cuando todo responde a una
planificación de siembra de diferencias, enfrentamientos y
resquemores. Para lograr este objetivo se hace un abierto
uso de todo lo que sea fanatismo. Se aspira acabar con la
capacidad de discernimiento de la gente para que responda
y actúe a partir de la petición o la orden que emana de un
superior o autoridad.
En este sentido, la gente captada por ‘el proceso’ debe
responder a los lineamientos que con su sabiduría habitual
le expone el jefe único, cuya tarea principal consiste en
lograr reacciones emocionales inmediatas en las cuales se
establezcan compromisos inamovibles.
Entrar a formar parte de la organización significa
entonces asumir la defensa de la ‘causa revolucionaria’ en
todas sus manifestaciones y ejecutorias. Y en todo esto lo
político y lo ideológico se convierten en una especie de
sustrato que el jefe utiliza a su entera conveniencia.
Por ello, de movimiento basado en las ‘raíces’ de Simón
Rodríguez, Ezequiel Zamora y Simón Bolívar, pasó a ser
marxista-leninista enfilado hacia la implantación del
socialismo del siglo XXI que nadie define pero que, al
parecer, es marxismo-leninismo con bolivarianismo, con
ingredientes de inspiración en el ‘comunismo de la Biblia’
y en la propia obra de los socialistas y camaradas
Jesucristo y Bolívar. Es evidente que este menjurje no
puede estar destinado a la formación política e ideológica
de nadie.
Un objetivo por demás que no aplica en los regímenes
totalitarios. Por encima de cualquier debate doctrinario
está la necesidad de acogerse a la disposición-decisión,
al propio dogma de un movimiento que encarna la figura
carismática, salvador y jefe único llamado a guiar los
destinos de la patria mientras lo requieran las
circunstancias históricas y lo apruebe el ‘soberano’.
Y para cumplir con este cometido se requiere mantener en
pie el instrumento del odio, que sirve de base y
fundamento para establecer las diferencias que alimenten
las más férreas confrontaciones y polarizaciones.
Inevitable dividir la población en dos bloques que
permitan garantizar el triunfo del ‘proyecto
revolucionario’ que viene a reivindicar a los pobres y a
arrancarle los privilegios a los ricos, dueños de los
medios de producción y altos defensores y lacayos del
‘imperio’. Una captación que se produce como consecuencia
de los conocidos procedimientos del reparto del botín de
guerra.
Lo único que interesa es hacerle saber y sentir a ese
colectivo que esto que estamos viviendo es una guerra y
que, en consecuencia, hay que tomar posiciones inamovibles
en defensa de los “intereses del pueblo”. Y el primer
ingrediente para mantener esta conducta es el odio al
poderoso.
Y el procedimiento para organizar el contingente de la
guerra cuenta con la riqueza de la renta petrolera. Esto
permite invertir en la compra-venta de conciencias para
formar un poderoso ejército de fanáticos defensores del
‘proceso’.
Con un agravante: a lo interno cada quien acepta que debe
defender la parte que le ha sido asignada, aunque sabe que
la ‘revolución’ le sirve en primer lugar a los
boliburguerianos o hummer-revolucionarios, que en medio de
la guerra ya disfrutan de los ‘haberes militares’. El
robo-corrupción sigue siendo dueño de todos los espacios.
¿Y qué fuerzas se levantan hoy para enfrentar este
proyecto de falsificación? Lo hemos dicho muchas veces:
aquí no hay quien sustituya al régimen. Los monstruos se
confunden y hermanan en el objetivo de mantener ‘el
proceso’. La legitimación otorgada el 03/12/06 es la mejor
demostración.
De allí que cunda la desilusión y la desesperación entre
quienes, sin compromiso alguno con golpismos o imperios,
se niegan a cuadrar con la revolución del fanatismo y la
compra de conciencias. Un contingente que crece y que está
obligado a trascender las negociantes y tramposas
‘oposiciones’ y hacer organización aparte.
Sólo y de esta manera se podrá impedir que el fanatismo
siga avanzando ‘a paso de vencedores’ y hundiendo cada vez
más a este ex-país y su gente.
En fecha reciente una lectora nos envía un correo que da
una idea muy clara de la tragedia que estamos viviendo:
“El pasado viernes en horas de la tarde, fui con mis hijos
a la iglesia [...]. Luego de la misa el sacerdote dijo
estas palabras: nos hace falta un nuevo Pinochet para
liberar a Venezuela del comunismo. Yo callé. Pero mis
hijos y otras personas profirieron maldiciones.
Y en ese momento me hice una pregunta: ¿Es ese el futuro
que ansía un sector de los venezolanos? Me da tristeza que
hayamos llegado a este punto, al amor por un dictador
sanguinario para salir de este autócrata pendenciero.
Y le digo con dolor, prefiero este autócrata antes que un
dictador tipo Pinochet, asesino, malvado y diabólico. Esa
es mi verdad. Pero mis queridos hijos me acusan de
chavista.
Les he dado muchas pruebas de que no apoyo a este mal
gobierno, pero no me creen. Y hoy me siento abrumada por
el rechazo de quienes engendré en mi vientre. Un abrazo
profesor.”
Este testimonio da cuenta de la dimensión del
drama-tragedia que vivimos. La polarización impuesta ha
llevado a muchos a creer que la salida está en elegir
entre dos males. Y peor aún a romper la propia relación
entre madres e hijos. Esos son los efectos, por demás
buscados y planificados, del miedo-temor que se siembra
para garantizar la existencia indefinida de un hombre
sobre una sociedad destrozada.
Ahora hay la Venezuela de los patriotas (militantes y sus
familiares) y la otra, la contrarrevolucionaria, que,
irremisiblemente será aplastada y vencida con toda la
fuerza del odio y el fanatismo.
Cuatro estudiantes de la USB hermanos de apellido Mejías
fueron detenidos en el estadio Olímpico por repartir
volantes con esta leyenda: “Queremos juego limpio para
Venezuela”. Al día siguiente la jueza 4° de Control Nailuz
Sánchez, acoge la imputación propuesta por los fiscales
Felipe Quijada y Nicolás Guédez y decide someter los
jóvenes al régimen de presentación por el delito de
instigación al odio, delito previsto en el artículo 285
del Código Penal (EU, 16/07/07, p.1-2).
La protesta está penalizada. La instigación al odio la
define, utiliza, ejerce y fomenta el único autorizado: el
GP y su maquinaria de destrucción y perversión.
¿Y qué estamos haciendo hoy aquí para enfrentar esta
avalancha destructora? ¿Seguiremos esperando que nos
convoque un nuevo jefe único o asumimos nuestra
responsabilidad en términos de liderazgo horizontal para
la lucha contra el odio dondequiera que esté?
abm333@gmail.com