¿Hay
aquí una libre, abierta y extendida comunicación social (CS)
que alcance a todos y que haga gala de una completa
libertad de expresión? Estas interrogantes las formulamos
en la ponencia que presentamos en el III Encuentro
Nacional de Escuelas de Comunicación Social, celebrado
esta semana en la UCAB. Y partimos de una premisa: No hay
una verdadera CS en la Venezuela Actual.
En realidad lo que existe es una comunicación parcial,
comprometida con intereses-capitales: una empresa de
expresión (EE) que reúne las mercancías de la información
y la opinión, que está distante de los intereses del
colectivo y que apunta fundamentalmente a su control por
medio de la manipulación.
En este sentido, esa EE contribuye directamente al
mantenimiento de los poderes establecidos. Se suma de este
modo al poder totalitario que todo lo pone y dispone hoy
en este ex-país. Porque lo que, en principio, le interesa
a esa empresa es cumplir con el requisito de la
ganancia-acumulación. Y para obtener este objetivo no se
detiene en el acuerdo o complicidad con el régimen.
Pero éste no es fenómeno que nace hoy: ha estado presente
desde el propio surgimiento de la CS en el país. Los
medios de difusión fundamentales son aquellos que están
ligados con el poder del momento, porque enfrentarlos
significaría poner en riesgo los capitales requeridos para
su funcionamiento.
Paralelamente, y en todos los tiempos, ha subsistido una
CS minoritaria, sin mayor capacidad de difusión, que deja
el testimonio de aquellas fuerzas, pequeñas o no, que se
oponen al orden imperante.
El Estado, por su parte, genera una información que adecua
los hechos a su conveniencia y que debe ser registrada en
las EE. Esto lo vimos claramente a través de los 40 años
de ‘democracia’. El Estado tiene el poder material y
represivo para imponer sus fuentes, sus puntos de vista y
su versión de la realidad.
Cuando existe algún margen de libertad, el comunicador
social siempre tiene la oportunidad de ejercerla, para
poner en entredicho la verdad oficial y a través de su
trabajo de investigación evidenciar las mentiras del
régimen. Esta ‘libertad’, por supuesto, alcanza hasta que
el Estado lo permite.
En la mayoría de los casos las EE simplemente cuadran con
el oficialismo para poder disfrutar de una muy buena
salud. No se produce, por consiguiente, una
separación-deslinde con la estructura totalitaria que
ejerce el gobierno, a menos que el cuadro histórico
promueva un nuevo cambio formal en el mando.
Y esto es lo que ocurre a partir de 1989, y
específicamente cuando en su oportunidad contribuyen a
liquidar a CAP y convertir al golpista del 04F-92 en un
héroe-caudillo mediático. El GP es el personaje de mayores
centímetros publicidad no solo en los últimos 15 años sino
en la historia de este ex-país y de la propia historia
actual de América Latina.
Y si bien es cierto, como lo hemos mantenido
consistentemente, que en sus inicios el GP es un gobierno
‘made in USA’, las EE cumplieron a cabalidad su papel de
reforzarlo y presentarlo como el caudillo-mesías de turno.
No tenemos espacio para evidenciar la relación
EE-gobierno, desde el 04F-92 hasta el 06D-98 y luego hasta
la aparición de las Leyes Habilitantes y los tristes
episodios de abril 02, momento en el cual los medios se
convierten en verdaderos protagonistas. Tampoco para
analizar las tensiones entre Estado y EE, que producen
acuerdos, negociaciones, autocensuras, silenciamiento,
acomodos y represión.
Lo que es evidente es que para que los medios de
comunicación dejen de ser EE, están obligados a ponerse al
servicio del colectivo. Y esto significa una redefinición
de objetivos.
Hablamos de una nueva forma de CS que sirva como arma para
la formación y organización del colectivo, teniendo como
base y fundamento la política de la creación, dirigida a
fomentar una nueva realidad en la cual el colectivo sea un
sujeto histórico con capacidad y fuerza para llegar a
acuerdos y trazar límites a la manipulación, persecución,
cercenamiento, censura y autocensura propios de los
regímenes totalitarios.
No se trata por ello de acabar con las EE sino darles un
cauce y contenido democrático-horizontal. Esto es clave,
si se entiende que estas entidades son esenciales en la
producción de la conciencia colectiva actual.
En el caso concreto de la situación que hoy vive
Venezuela, se requiere de una EE que se ponga al lado de
lo que, en principio, podemos calificar como rebeldía
estudiantil, no como una entidad de control y manipulación
sino como motor para impulsar el logro de los objetivos
democráticos propuestos.
Si la EE no cambia de orientación contribuirá a convertir
el fenómeno estudiantil en otra novedad para la
compra-venta y a forjar nuevos dirigentes del pasado. Se
trata, por el contrario, de promover una EE que entienda
la democracia en términos horizontales, para hacer posible
la incorporación del colectivo a la acción constructora.
Si no lo hace, el actual movimiento de protestas
estudiantiles podría quedar francamente frustrado y
absorbido, como mera entidad publicitaria que paga
dividendos temporal-ocasionales.
Si no se produce este contenido sino el apego al monstruo
gubernamental por la vía del pacto-acuerdo-complicidad
estaremos simplemente ante un juego de iguales en
contenido, aunque diferentes en capacidad de poder y
alcance.
Estaríamos ante la refriega extendida como en el caso de
gobierno vs RCTV, dos expresiones de un mismo componente
que no llegaron a un acuerdo, razón por la cual el agente
superior decreta la guerra a muerte del contrincante. Y
materialmente lo logra, aún y cuando tenga que enfrentar
las consecuencias.
Si estos estudiantes se quedan en el papel de nuevos
agentes para las cámaras, sin otra consistencia que la
denuncia y la improvisación, si no adquieren capacidad
para ligar sus luchas a las del colectivo y se mantienen,
en consecuencia, como parte separada de un todo social
profundamente convulsionado, estaremos en presencia de un
nuevo proyecto del y para el fracaso.
Para avanzar deberán adquirir conciencia de sus
debilidades teóricas y de la falta de maquinaria para
enfrentar un régimen autori-totalitarista. Tendrán que
prepararse, en lo material, para el logro de
reivindicaciones sociales y políticas, y en lo espiritual
para el fomento de la paz y la convivencia.
Y ante este difícil e intrincado panorama: ¿se quedarán
las protestas estudiantiles en el punto del inevitable
agotamiento o adquirirán capacidad para ir más allá de lo
previsto?
En caso de que el movimiento alcance la señalada
preparación, tendrá que producir un deslinde con el
totalitarismo oficial, con las formas del mismo que se
puede apreciar en ‘unas oposiciones’, convertidas en las
principales convalidadoras del régimen, y con el de
aquellas EE dedicadas sólo a vender aquello que está en
concordancia con su “línea editorial”.
Si esto no ocurre, dejará de ser el movimiento que mueve
hoy tantas esperanzas, para convertirse en nuevo
instrumento de convalidación y en factor para la
profundización y radicalización de la destrucción que se
acomete, sin que existan reales muros de contención para
sus desmanes, desafueros y perversiones.
¿Podremos exigirle al capital que invierte en las EE que
cambie de rumbo y comience a preocuparse por la
construcción de este expaís? ¿O seguirá alimentando los
monstruos del totalitarismo, ya sea ‘democrático’ o
‘revolucionario’, con el totalitarismo de una información
negociada? Una nueva forma de comunicación social tiene la
palabra!
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