Por
cinco siglos se mantuvo inamovible la idea-tesis del
descubrimiento de América. Y todavía tiene eco el mensaje
de los invasores de espada-cruz en tierra y en la propia
humanidad del habitante originario, para producir uno de
los mayores holocaustos de la historia de la humanidad.
Y se trata de un contenido que interesada y
conscientemente se difunde para que siga con vida entre
nosotros y nuestros descendientes la conciencia y
condición de descubiertos, creados o inventados por el
civilizado europeo.
Desde la década de los 80 en la Cátedra Pío Tamayo y el
Centro de Estudios de Historia Actual de la UCV hemos
denunciado estos contenidos como portadores de una
orientación atrasada y perniciosa en el campo de la
historia, entendida como realidad y ‘conocimiento de la
acción de los hombres en el tiempo y el espacio’.
El objetivo principal de esta acción-pensamiento es
mantenernos en la posición de descubiertos, es decir, de
gente que acepta que es el producto de una ‘invasión
civilizadora’ a la cual debemos agradecerles nuestra
existencia.
Porque para aquel invasor era esencial demostrar que
tomaba posesión de unas tierras que no estaban habitadas
por gente sino por una animalidad que era necesario
exterminar por ser contraria a las leyes de la humanidad.
Eran salvajes, antropófagos, politeístas. Una verdadera
afrenta a la ‘civilización y la cultura’.
La determinación fue la conocida: la
liquidación-exterminio de estos ‘seres atrasados’. Y sobre
esta base construir la nueva y verdadera comunidad de
hombres y mujeres con capacidad para formar una sociedad
regida por el modelo de la ‘civilización europea’.
De este modo se plantea no sólo que no había sociedad sino
que todo cuanto existía previo a la invasión, era de
condición inferior, no digno de ser percibido sino como
curiosidad antropológica.
Y de allí sale precisamente el señalamiento de que somos
el producto de la creación-invención del europeo. Y, en
consecuencia, se nos asignó una condición de
inferior-descubiertos que aún no ha sido posible quitarnos
de encima.
En efecto, lo que se tiene y bautiza como ‘América’ es una
sociedad dispuesta y formada por los europeos para
aumentar sus dominios ‘allende el mar’ y para que les
proveyese de las abundantes riquezas de oro y plata, de
tanta importancia en este período mercantilista.
Para el invasor es una sociedad sin pasado-antecedente que
no responde a la idea de proceso. Aquí todo comienza en
1492. Se pretende de este modo lanzar al olvido o
aniquilar entre 50 y 60 mil años de historia en el caso de
mayas, incas o aztecas y entre 20 y 30 mil años en lo que
hoy es Venezuela.
Y sobre esta base se forja una sociedad nueva y de un
mundo igualmente nuevo del cual son dueños-propietarios
los propios invasores. Frente a ellos quedan los
sobrevivientes, los despojados-desheredados, que serán
bautizados por los señores y como ‘el pueblo’. En un
comienzo es la pobreza creada por la riqueza en forma
violenta y miserable.
Los sobrevivientes no fueron más que ‘piezas para la
carga’ o para dejar su vida en el fondo de un mar cargado
de perlas preciosas. Una perversión-explotación que
ningunas Leyes de Indias pudieron minimizar.
Y es así, como el exterminio-conquista, punto de partida
de la invasión, deviene en una colonia, o sociedad de los
nuevos dueños, que se aprovecha de esa mano de obra de
sobre vivientes y de la extranjera que era traída como
‘animales con mayor capacidad de carga’ a quienes se les
califica simplemente como mano de obra negra o esclava.
Un ‘componente’ que no representaba mayor peligro por
haber sido desarraigado de su medio, por carecer de
conciencia-idiosincrasia. Simples seres condenados a
muerte lenta o inmediata, de acuerdo al comportamiento
asumido.
A la hora de lo que se ha conocido como independencia se
establecen al frente de la sociedad los descendientes de
los mismos propietarios o a quienes se habían hecho
acreedores a haberes militares. Esto explica la
pugna-enfrentamiento Bolívar-Páez. Es, en todo caso, la
independencia proclamada y adelantada por los
privilegiados con el obligado concurso de sus servidores a
quienes se les controla para que en ningún momento
traspasen los límites establecidos.
Un contingente lanzado a una lucha que no le pertenece y
de la cual, en consecuencia, nada tiene que esperar como
beneficios.
Este es el mismo comportamiento de los invasores. De allí
el surgimiento de una república del mismo signo y que
distinguirá entre hombres libres y esclavos. Para esto se
hace valer la doctrina aristotélica de la desigualdad
natural entre los hombres: unos nacen para dirigir y otros
para servir. Sin embargo. La ley puede crear la ‘igualdad
ficticia’. A este expediente se acoge Bolívar en el
Congreso de Angostura.
Y esta es, ni más ni menos, la igualdad que aquí ha
existido y existe: a nivel de la teoría, de lo ficticio,
imaginario e irreal.
Por ello se mantiene la distinción sembrada por el invasor
entre poseedores y despojados. Superiores e inferiores. Y
sobre esta base se levanta toda una utilización de las
mayorías llamadas a cumplir, en cada oportunidad, con el
designio del ser o seres superiores.
Por ello el ejército patriótico se gana la voluntad de
‘las masas’ con el ofrecimiento de beneficios o
reivindicaciones. Los mismo que hacen los ‘realistas’.
Y este esquema, que proviene de los mal llamados
descubridores, se ha aplicado a lo largo de la república
liberal, conservadora, federal, dictatorial , democrática
y se aplica hoy en el marco de la ‘revolución bolivariana’
o ‘revolución ficticia’.
¿Se trata acaso de crear hoy la igualdad en la sociedad?
El GP dijo en el acto homenaje a Ernesto Guevara
(08/10/07) que ‘en el socialismo todos somos iguales’. ¿En
cuál socialismo se ha dado esta condición? Es el mismo
ofrecimiento, la misma mentira, de demócratas o
dictadores.
Es la misma política regida por los lineamientos impuestos
por los invasores y ratificados por el positivismo. La
idea que prevalece en cada caso es la de cambiar un hombre
por otro o apuntalar a quien no debe cambiarse porque es
lo que más se parece al propio descubridor devenido en
libertador y hasta en el mismo Dios.
Por ello, para el régimen lo fundamental y determinante no
reside en aplastar lo conceptual-doctrinario, la esencia
misma del tal descubrimiento. No se asume una conciencia y
una condición diferentes. A nivel de discurso se puede
aceptar que Nadie descubre a Nadie, que no hay sociedades
descubridoras y descubiertas, superiores e inferiores.
Lo fundamental para este proceso-proyecto es la
resistencia que hizo la etnia originaria ante su
masacrador. Se pondera el acto heroico y se le invoca como
un ejemplo. Por ello se llega hasta el ‘valiente acto’ de
derribar la estatua de Colón y cambiarle el nombre al
Paseo Colón por el de Paseo de la Resistencia, como se
hará en breve.
Pero en la práctica no se asume que es necesario crear
otra forma de concebir la historia. No interesa difundir y
hacer una historia despojada del mensaje de unos
inferiores siempre al servicio de los superiores. Y es
lógico que así ocurra en una sociedad regida por un ‘ser
superior’ que sólo cree en la ‘igualdad ficticia’.
La perspectiva de los No Descubiertos nada tiene que ver
con la deformada imagen que el GP pretende hacer cuando
denuncia el genocidio invasor. Es una nueva manera de
repetir el viejo esquema de los invasores. Sólo que hoy se
hacen pasar por revolucionarios y socialistas. Como ayer
por independientistas, republicanos, feberales, liberales
o demócratas.
Una historia construida para la conservación del poder en
manos de minorías beneficiarias. Por ello, la Reforma
Constitucional que se ‘debate hoy’ sólo tiene como
propósito crear un socialismo de y para los descubiertos.
Enfrentarlo no podrá hacerse desde el terreno de los
descubridores-invasores y mucho menos desde la perspectiva
impuesta de descubiertos-inferiores. Sólo el colectivo
organizado y consciente, sin héroes ni caudillos, sin
gendarmes necesarios, ni jefes únicos, sin ‘pueblo
domesticado’, sin gente apresada bajo las
tarifas-represión, podrá avanzar hacia la constitución de
la historia por venir.
abm333@gmail.com