La
pregunta con más registros entre los correos recibidos y
entre quienes interrogan directamente en la calle, deja
ver una preocupación creciente: ¿Vamos hacia otra Cuba? En
cada caso hemos señalado que no vamos sino que ya estamos
en ese camino. Pero ahora se pretende no repetir los
errores-horrores, sino crear y aplicar políticas para
superar las fallas y deficiencias en que incurrió lo que
se conoce como ‘La Revolución Cubana’ (RC).
Esta es la orientación que
traza Fidel Castro en su discurso del 03 /02 /99 en el
Aula Magna de la UCV: ustedes hoy no se pueden empeñar en
repetir la experiencia de Cuba porque si nuestra
revolución hubiese surgido en condiciones como las
actuales lo más seguro es que ya no existiera. Deben tener
mucha paciencia para alcanzar los cambios a los cuales
aspiran. No sugiere el camino radical y violento para
enfrentar de manera inmediata al imperio. Su llamado es a
considerar las condiciones históricas prevalecientes. En
esa ocasión Castro se vende como un consejero
desinteresado, capaz de alertar al amigo y futuro aliado
para que no cometa torpezas que le pudieran llevar a
circunstancias como las creadas por el bloqueo de USA a
Cuba. Pero hoy queda claro que, en el fondo, el propósito
era lograr el control de la política venezolana. Es la
línea que mantiene la RC en la década de los sesenta
cuando aplica la ‘exportación de la revolución’.
Entonces se prestó toda suerte
de ayudas a los ‘revolucionarios venezolanos para que
lograran la emancipación del imperialismo norteamericano’.
La lucha armada, montada sobre el ejemplo-espejo de la
‘revolución cubana’ y sobre la política del engaño, el
aventurerismo, el burocratismo y el golpismo que le
imprime la dirigencia, sólo podía terminar en el fracaso
que sirve directa y específicamente para cohonestar la
llamada democracia. Esa ‘dirigencia revolucionaria’,
después de programar e imponer una política y mandar al
sacrificio a una buena parte de militantes que pusieron de
manifiesto su valor, capacidad de entrega y humildad,
decide negociar una pacificación que los devolviera a la
vida democrático-legal y a las curules legislativas.
El castrismo se enfrentó
entonces a quienes calificó como traidores y miserables
politiqueros que sólo conocían el camino del pasquín
electoral y las correspondientes negociaciones. Es el año
67. Por una parte están los ‘pacifistas de la paz
democrática’ o ‘blandos’ del Partido Comunista y el
Movimiento de Izquierda Revolucionaria enfrentados a la
línea ‘dura’ que aprueba y patrocina el castrismo.
Progresivamente los antiguos grupos radicales fueron a
tener a las urnas electorales.
A estas alturas y frente a la
experiencia venezolana se impone preguntar sobre qué es
una revolución y un movimiento revolucionario. Porque lo
que se vive aquí en los 60’ es materialmente la
continuación de viejas experiencias adelantadas por grupos
que responden a determinados intereses, lanzados a la toma
del mando-poder, por lo general mediante una alianza
cívico-militar.
Tal vez lo nuevo en este caso sea una unión que está
compuesta en su mayor parte por civiles
marxistas-leninistas y militares también afectos a esa
corriente o al nacionalismo ‘progresista’. Militares
profesionales, miembros de la institución militar del
Estado venezolano, que había sido supuestamente infiltrada
por el PCV o el MIR. Pero de esos militares que se pliegan
a la acción golpista como las de Carúpano y Puerto Cabello
en mayo y junio de 1962, salvo alguna excepción que
todavía no se ha revelado, no había marxistas-leninistas
militantes.
Sin embargo, algunas partes
interesadas, vienen afirmando, con torpeza y desenfado,
que los planes de infiltración siguieron vigentes y que
hoy estamos ante una flamante cosecha de una buena y
oportuna siembra de marxismo-leninismo. Según esta especie
de ‘arreglo revolucionario’ el golpista hoy Presidente de
la República, fue formado en la militancia
marxista-leninista que habría tenido en el Partido de la
Revolución Venezolana.
Lo relevante en este caso no
es la discusión sobre esa supuesta militancia sino sobre
el producto que se denuncia: la formación marxista del GP.
Algo que rebate la práctica y la propia palabra de este
personaje quien en 1998 señala que no puede ser marxista
porque simplemente no sabe nada de marxismo. (Habla el
comandante, pp. 192-197 ) El mismo personaje que, haciendo
gala de su condición de primer actor, dueño del circo y
con una apreciable carga de ignorancia, le pide el
10/01/07 al ministro Carreño que ponga en manos de la
Conferencia Episcopal una cesta de libros
marxistas-leninistas para que los curas se enteren de qué
trata el socialismo del siglo XXI.
Este es el militante de
formación marxista, que en fechas recientes, al igual que
en Habla el Ctte, se hace eco de las críticas que los
opositores a esa corriente formulan desde la caída del
muro de Berlín y hace suyo el señalamiento que niega
condición de agente histórico fundamental al proletariado,
la lucha de clases como motor de la historia, la dictadura
de los explotados, etc. Pero en ningún caso se pronuncia
contra el Estado autoritario-totalitario creado por el
leninismo y desarrollado por el stalinismo.
Esto interesa para ver el
comportamiento de quien es señalado con afán y
persistencia como un militante marxista. Porque él es la
mejor demostración de lo que significa un conocimiento que
no sirve a la formación sino al desbaratamiento mental y
moral. De ahí que sea necesario admitir la palabra del GP
señalando que no sabe nada de marxismo y observar que hay
unos operadores que ante la incapacidad de hacer política
por vías propias acuden al ‘festín cuartelario’ para
adelantar el ‘golpismo revolucionario’ como el que estalla
el 04F-92.
Pero mientras estos operadores
se dedican a pasar la factura de esa supuesta formación,
el castrismo avanza con su vieja tesis de la exportación
de su experiencia revolucionaria.Cuando el GP pasa por las
duras refriegas del año 02 se da cuenta en la práctica que
no podía imponer sus planes de ‘destrucción
revolucionaria’ por vías democráticas y que necesitaba
acogerse al modelo cubano de control y sometimiento de las
mayorías. Una vez ratificado el 15Ag-04 visita La Habana y
allí se decreta la unidad histórica de Cuba y Venezuela.
Es el nacimiento de Venecuba que nos hace cada vez más un
expaís.
De modo que estamos en el
camino cubano pero actualizado y por ahora sin atacar de
frente la propiedad privada, la inversión extranjera ni
las relaciones comerciales con USA. Y más todavía:
manteniendo la cobertura de legalidad para el mejor
resguardo de los planes neo-totalitarios que se adelantan,
que cuentan con TSJ, CNE, AN, poder moral, militar y
comunicacional a su servicio. Venecuba lo controla todo a
través de sus fuerzas barrio adentro, G-2 y un contingente
militar-popular, exacerbado por la práctica del fanatismo,
arma esencial para profundizar cada vez más la dominación
sobre lo que queda de Venezuela.
Sin embargo, hay tres
adversarios y un aliado a Venecuba: la mentalidad de
riqueza y esplendor creada por el petróleo que ha
conformado una sociedad sambilizada, el espíritu indomable
del venezolano y la falta de un líder con posibilidades de
aguantar en tiempo-desgaste. Hasta el presente esta
‘revolución’ cuenta con un líder circo cuyos méritos son
la batalla del Museo Militar, la entrega-negociación del
Por Ahora y la expedición Fuerte Tiuna-Turismo-La Orchila.
Una triste hoja de servicios
que lo colocan a mucha distancia del ‘padre de la
revolución’. De allí la búsqueda desesperada de
credenciales cuya última edición es el auto-otorgamiento
de la ‘Orden Militar de la Defensa Nacional’. El gran
aliado de esta causa venecubana está en unas oposiciones
que o no han querido comprender o no han comprendido lo
que estamos viviendo. Por ello se mantienen hoy luchando
por la legalidad para salvar la constitución del 99 de una
reforma totalitaria que además de estar aprobada está en
plena vigencia. Unas ‘oposiciones’ al servicio de la causa
venecubana.
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