En
la actividad de este lunes en la Cátedra 'Pío Tamayo' y el
Centro de Estudios de Historia Actual realizamos un debate
con este título: Del 04F-92 al Socialismo de la
Desesperación. Para sorpresa nuestra la polémica se armó
desde la propia convocatoria. A algunas de las personas
que dicen abrazar la 'revolución del socialismo del siglo
XXI' no les gustó que hiciésemos referencia a lo que
consideramos un verdadero acto de desesperación y que
conduce a la implantación de algo que es la simple
reproducción de un fracaso, un engaño.
Por mucho tiempo lo hemos dicho. No hay nueva sociedad si
no se produce una modificación profunda en los mecanismos
del aparato productivo, que a la postre termine por
conformar la plataforma-condiciones para el advenimiento,
desarrollo e implantación de un nuevo Modo de Producción.
En este punto radica el fracaso del Socialismo que se nos
ha vendido hasta la fecha.
Lejos de construir un nuevo aparato económico y social se
le dio continuación al prevaleciente. Se cambió la forma
pero se mantuvo los contenidos. Por ello, por encima de
los 'planes socialistas' para la construcción de un mundo
mejor que nos acercara a la sociedad ideal sin Estado,
ganancia ni propiedad, se levanta el Estado de la
Burocracia Socialista, nueva entidad de y para la
dominación. Una 'casta' que se vende como representante de
los explotados para conformar en su nombre nuevos centros
de poder explotador.
En el caso de la llamada 'revolución bolivariana' el poder
fue tomado por una mafia militarista que se apoya en el
alto capital petrolero, para prometerle máximas
reivindicaciones al colectivo hambriento y frustrado.
Ante el fracaso del modelo puntofijista, basado en los
acuerdos-trampas para favorecer una vez más a la
burguesía, de los planes subversivos-armados de los
sesenta, surge ahora el proyecto de una 'revolución
pacífica pero armada' que se encargaría de imponer mejoras
en las condiciones de vida del colectivo y re-fundar la
patria a partir de la 'convocatoria e invocación del
constituyente originario'.
Pero esto no es más que el pretexto de que se vale un
proyecto golpista para disfrazarse de revolucionario. Y lo
primero es moverse en los límites del bolivarianismo. Pero
ahí no hay una doctrina para la transformación de la
sociedad. La máxima obra de los libertadores fue una
independencia encargada de dejar con vida las propias
miserias establecidas por los invasores. De modo que
resulta forzado hablar del modelo de economía o de
sociedad postulado por Bolívar. Su referencia sirve en lo
fundamental para afianzar la imagen héroe-caudillo.
Es el tiempo de la 'revolución made in USA' en el cual 'el
proceso' tiene las mejores relaciones con el 'imperio' por
cuanto le asegura la estabilidad política y con ello la
paternidad sobre el yacimiento petrolero.
Y al momento de las crisis, entre el 02 y el 04, ese
imperio cuida de que se mantenga quien está comprometido
con su causa petrolera. De allí el establecimiento de la
Mesa de Negociaciones y el retraso del Revocatorio hasta
garantizar la victoria vía la implantación de la unidad
CNE-Smartmatic.
Por encima de la inscripción del componente cubano en
nuestra política, y del antiimperialismo verbal desatado,
a USA se le otorgan beneficios sin precedentes en la
historia de este ex–país. Además de la entrega gas y la
paralización de la explotación de la orimulsión se
inscribe la gran regalía de los contratos mixtos. Un 60
por 40 que en la práctica significa que aportamos el
yacimiento y la infraestructura y las compañías perciben
la referida ganancia por 'su trabajo' de sacar y llevarse
el petróleo.
Una realidad a tal punto grave que el camarada Jerónimo
Carrera, presidente del PCV, se pregunta si Chávez será el
último guachimán en Venezuela, porque hasta el presente
hemos tenido por presidentes a vigilantes llamados a
garantizar los bienes del imperialismo en estas tierras.
Hasta ahora el monopolio recae sobre la industria
petrolera para mantener el estado de ruina en que vivimos.
Por esto es necesario luchar por la industrialización del
país que sería la gran revolución (EU, 06/02/07). Y esto
quiere decir que aquí no hay revolución en términos de
industrialización por cuanto seguimos siendo un territorio
donde ejerce a plenitud el yanqui invasor.
¿Dónde está entonces la revolución socialista del siglo
XXI? Esta es, a decir del propio Carrera, una fantasía.
Pero tal vez haya que ir más allá para entender que aquí
la convocatoria e invocación al socialismo tiene que ver
con un doble fracaso-derrota.
Por una parte, la caída de un tal proyecto bolivariano que
se va a pique por no contar con un soporte teórico de
alguna consistencia que sirviera de base a una práctica
histórica concreta. Por la otra es el empeño manifiesto de
oxigenar el llamado socialismo real, a nivel internacional
como soporte necesario y a nivel interno como arma de
manipulación de un colectivo doblemente desesperanzado.
La cúpula mayor del 'chavismo' asume el socialismo siglo
XXI como una trampa dispuesta para tratar de asegurar una
permanencia en el poder que, una vez liquidada la
oposición, se ve amenazada por la implosión propia de
quienes se disputan su parte del botín-ex-país. De allí
proviene la desesperación.
Primero se miente con una convocatoria-invocación de un
poder constituyente originario, que no llegó a existir,
luego se actuó en base a la Trampa Santa Inés I dispuesta
para el fraude 15AG-04, y hoy la gravedad de los problemas
internos producen este 'socialismo de la desesperación'.
Un socialismo inventado para detener el avance del
radicalismo, para convertirse, como ayer, en muro de
contención de la rabia, el dolor y la angustia, de un
colectivo que ningún beneficio ha recibido de esta
'revolución' distinto a la tarifa-represión-manipulación.
Acudir a la mampara del socialismo de la desesperación es,
por tanto, una respuesta ante la propia conciencia del
fracaso que conlleva cualquier proyecto que se proponga
vivir del pasado-atraso-dolor. Porque éste sólo puede
servir para ahondar en la perversión, nunca para apuntalar
el porvenir.
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